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Por Publicado el: 24/04/2014Categorías: Crítica

Alla Cantata ancor manca la diva [Faust, Ch. Gounod, Covent Garden]

Alla Cantata ancor manca la diva

FAUST (CH. GOUNOD)
Covent Garden de Londres. 22 Abril 2014.

Estas representaciones de Faust eran uno de lo acontecimientos de la temporada operística, al contar con la presencia de Anna Netrebko como Marguerite. Lamentablemente, la diva rusa canceló hace un par de meses por considerar que el personaje no se adecuaba a sus actuales características vocales.  No voy a entrar en profundidad en esta peregrina excusa. Simplemente, diré que, siendo quizá comprensible, no hay que esperar tanto para tomar la decisión de cancelar, ya que las voces no evolucionan con semejante rapidez. Es verdad que el resto del reparto ofrecía interés suficiente, pero, como dice el Barón Scarpia en Tosca: Alla cantata ancor manca la diva.

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El intérprete del Doctor Faust era el tenor maltés Joseph Calleja, siempre objeto de discusión por parte de los aficionados a la ópera. Su actuación me ha resultado menos convincente que lo que esperaba a priori. Es verdad que la voz es amplia, bien timbrada y con tintes oscuros atractivos. Es verdad también que no tiene problemas en las notas más altas, como lo demostró emitiendo con limpieza los distintos sobreagudos con los que  Gounod salpica la partitura. Es verdad, finalmente, que sabe usar de manera destacada su instrumento. Si como muestra basta un botón, citaré el final del aria Salut, demeure chaste et pure, que coronó con un DO poderoso, que lo recogió en una media voz, lo que no está al alcance de cualquiera. Por, tanto  su virtudes no son pocas, pero también sus defectos. En primer lugar, tiene un molesto vibrato en el centro, que hace que su emisión resulte menos atractiva y hasta poco agradable, hasta que uno se acostumbra a ella. Por otro lado, su fraseo es un tanto impersonal y tampoco es un dechado de virtudes en cuanto a expresividad. Para los que pudieron ver esta producción en Valencia les diré que prefiero a Vittorio Grigolo en el personaje,  especialmente antes de que el italiano comenzara a asumir poses de divo.

La joven (33) soprano búlgara Sonya Yoncheva fue la encargada de sustituir a Anna Netrebko como Marguerite. Evidentemente, no es comparable a la diva rusa, aunque hay mucho interés mediático en que así parezca, pero no cabe duda de que estamos ante una cantante más que prometedora. La voz tiene calidad, con un timbre más oscuro que los que es habitual en sopranos de corte lírico-ligero. El instrumento está bien manejado y es muy homogéneo, con el valor añadido de que sus notas altas lejos de estrecharse se abren de manera importante, resultando muy atractivas. Es una destaca actriz en escena y cuenta con una interesante figura.  Su actuación fue notable, siendo lo menos interesante el aria de la joyas, mientras que cantó muy bien el famoso Anges purs, Anges radieux.  Más de un lector recordará haberla visto en España, donde actuó en aquellas funciones de Don Pasquale para jóvenes que programó el Teatro Real y que más tarde pudieron verse en el Baluarte de Pamplona.

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Bryn Terfel debutaba en el personaje de Mefistófeles y ofreció la mejor actuación del cuarteto protagonista.  Este personaje no puede ser más malvado y al propio tiempo más simpático, lo que el galés logra traducir perfectamente.  El punto más discutible es su adecuación vocal al personaje. En mi opinión Mefistófeles necesita un auténtico bajo, mientras que Terfel es un barítono y se nota en muchos momentos. No es un demérito para su actuación, ya que fue estupenda de principio a fin, pero la sombra de Ghiaurov es muy alargada y hoy únicamente René Pape tiene la voz que exige el personaje. En cualquier caso, Terfel fue lo mejor de la ópera, intachable vocalmente y auténtico animal de escena.

Valentín fue interpretado por el barítono ingles Simon Keenlyside, quien me resultó un tanto decepcionante. Estamos ante uno de los barítonos más interesantes de la actualidad, ya que es una gran artista y un magnífico cantante. En mi opinión, posiblemente el Valentín de mayor interés de la actualidad. Sin embargo, me resultó poco convincente en el aria Avant de quitter ces lieux, donde hubo demasiados sonidos abiertos, impropios de un cantante de su categoría. Mejoró algo en la escena de la muerte, pero también hubo algún exceso y  le encontré un tanto apretado en la parte de arriba. Tengo la impresión de quizá no se  encontraba bien, ya que en el estreno  todas
críticas coinciden en alabar su actuación.

La mezzo croata Renata Pokupic hizo un buen Siebel, aunque en esta producción el personaje tiene escasa importancia debido a los cortes realizados en la partitura original.

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Buena actuación de Diana Montague como Marthe Schwertlein, aunque prefiero una contralto para el personaje. El bajo coreano Jihoon Kim me resultó un Wagner un tanto basto.

El Fausto de Gounod es una de esas óperas que ha sufrido bastantes cambios, adiciones y cortes durante su larga historia, siendo siempre interesante saber cuál es la versión que se nos va a ofrecer. Aquí se ha dado exactamente la misma versión que vimos en Valencia hace casi 5 años, es decir se ha dado el ballet de La Noche de Walpurgis, pero
se ha cambiado el orden original del tercer acto, que se ha iniciado con la escena de la iglesia, suprimiéndose la escena de Siebel y Marguerite, lo que no deja de ser una pena. O sea, que hemos asistido a un Fausto más bien tradicional con los cortes acostumbrados.

La producción ofrecida es una colaboración de la Royal Opera House, Montecarlo, Lille y Trieste y cuenta con dirección escénica original del escocés David McVicar. Es una producción que se estrenó en el otoño de 2004 en el Covent Garden a mayor gloria de la diva Gheorghiu, y es la que pudimos ver el Palau de Les Arts de Valencia en la ocasión  mencionada más arriba. McVicar hace un buen trabajo, concibiendo la obra en cierto modo como una representación teatral (el teatro dentro del teatro) y trasponiendo la acción de la Alemania medieval al París en la época del estreno de la obra. Es una producción tradicional y con buen gusto, en la que todo parece un sueño del viejo doctor, quien vuelve a su ser decrépito al final de la obra. La escenografía de   Charles Edwards ofrece dos elementos opuestos en el frente del escenario: un palco de la Opera parisina a la izquierda y un gran órgano a la derecha, quedando más atrás casas a un lado y arcos góticos al otro. Vestuario adecuado de Brigitte Reiffenstuel y buena iluminación de Paule Constable. Quizá el toque más original de la producción es convertir la kermesse del primer acto en un escenario del Cabaret del Infierno con Marguerite de camarera, lo que funciona muy  bien. El Ballet está  concebido alrededor de la trama más que como música incidental, con la presencia de una bailarina en forma de Marguerite embarazada, mientras que Mefistófeles va presentando la antigüedad vestido  de Drag Queen. Poco interesante  me parece la idea de convertir a Siebel en un muchacho cojo.

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La dirección de escena, realizada aquí por  Bruno Ravella, es francamente buena, tanto en lo que se refiere a la dirección de masas como a la de actores. Particularmente interesante me parece la escena de la iglesia, con un grupo escultórico,  en el que siendo Cristo es el centro del mismo, tomando vida para convertirse en Mefistófeles. En
resumen, una producción con buen gusto y sin recurrir a conceptos extraños.

La dirección musical estuvo en manos de Mauricio Benini. Es éste un maestro que siempre me ha parecido un tanto minusvalorado. No está en el grupo de directores más o menos mediáticos, pero es una auténtica garantía en el podio. Su lectura ha sido tan convincente como lo fue la de Adriana Lecouvreur en el Liceu hace dos años. Lo único que no me gustó fue  la ralentización en los tiempos con que dirigió la escena final. Notable, nuevamente, la actuación de la Orquesta de la  Royal Opera House.  Intachable la actuación del Coro de la Royal Opera. El Ballet fue uno de los aspectos destacados de la producción.

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El Covent Garden estaba lleno y el público se mostró cálido durante la representación, dedicando ovaciones y bravos a todos los protagonistas y al maestro.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 23 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 48 minutos. Dado lo avanzado de la hora, el Covent Garden bajó el telón y encendió las luces de manera precipitada, tras apenas 4 minutos de aplausos y bravos.

El precio de la entrada más cara era esta vez de 230 libras (275 euros,  aproximadamente), debido al efecto Netrebko. La entrada más barata con visibilidad plena era de 35 libras. Había también localidades con visibilidad reducida por 15  y 10 libras. Si uno no tiene interés en exhibirse, hay que reconocer que la relación calidad precio
es imbatible. José M. Irurzun

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