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TODO EL ESPLENDOR DE UN GRAN ARTISTA
OBITUARIO / ELISABETH SCHWARZKOPF
Por Publicado el: 08/09/2006Categorías: En la prensa

Astrid Varnay: La voz wagneriana que sedujo al Metropolitan

Con 23 años se consolidó en el mundo de la ópera y fue la reina del Festival de Bayreuth en los 50 . JUSTO ROMERO. EL MUNDO, 7 septiembre 2006

Mal año corre para las viejas y grandes sopranos. A las muertes aún recientes de Birgit Nilsson, Anna Moffo y Elisabeth Schwarzkopf, se suma ahora la de Astrid Varnay. Su voz, poderosa, inteligente, rigurosa y valiente, se extinguió el pasado lunes en un hospital de Múnich. Contaba 88 años de edad y protagonizó algunas de las más sonadas veladas operísticas del siglo XX. Con la desaparición de Astrid Varnay, el mundo de la lírica pierde a la última representante de la época de oro del canto wagneriano. Ella fue, con la Flagstad y la Nilsson, la Brunilda más deslumbrante del siglo XX. También la Isolda más carnal y mórbida.
Su voz dramática penetraba hasta lo más hondo del corazón del oyente. Pero aún más intensa era la arrebatadora convicción que otorgaba a todos sus personajes. Su voz, de bronce y algodón, estaba siempre modelada y regida por una naturaleza profundamente teatral, cualidades que forjó y heredó de mano de Wieland Wagner, el nieto de Richard Wagner.

De hecho, ella fue la musa de este director que revolucionó la escena operística a mediados del siglo pasado. De la mano de Wieland Wagner y apoyada en un público que la veneraba, Astrid Varnay fue la reina absoluta de Bayreuth desde su reinauguración en 1951 hasta bien entrados los años 60. En cierta ocasión le preguntaron a Wieland Wagner las razones por las que sus escenografías eran tan desnudas. La respuesta fue rotunda: «Para qué quiero un árbol en escena si ya tengo a la Varnay».

Su sofisticada escuela vocal y su fina inteligencia le permitieron afrontar roles de muy diverso calado durante su carrera larga y ejemplar, que se prolongó con vigor hasta los años 70. Astrid Varnay no fue sólo una Brunilda deslumbrante y enternecedora, o la Isolda cálida y nobilísima por todos soñada, fue la más embaucadora Ortrud y una Senta llena de connotaciones psicológicas.

Posiblemente, jamás ninguna otra soprano de la Historia cantó tantos papeles wagnerianos. Con 23 años hablaba fluidamente cinco idiomas y tenía memorizados la música y la letra de 18 papeles wagnerianos y verdianos. También incursionó e impactó en el repertorio verista, con títulos como La gioconda, de Ponchieli, Cavalleria rusticana, de Mascagni, Andrea Chénier, de Giordano, o Gianni Schicchi, de Puccini. Su versatilidad era casi absoluta. Cuando le preguntaron que por qué cantaba un papel tan inadecuado como el de Amneris, de Aida, ella, con buen humor, respondió: «Por 1.000 dólares canto Wotan si hace falta». Cantó casi todo y todo lo cantó bien. Tampoco hizo ascos a la música contemporánea. En Zúrich estrenó La visita de la vieja dama, de Von Einem. En 1978 protagonizó el estreno mundial de la ópera Lear, de Aribert Reiman.

Arrasó y dejó atónitos a todos cuando, con sólo 23 años y siendo una absoluta desconocida, sustituyó a última hora a la legendaria Lotte Lehmann en el Metropolitan de Nueva York, que debía haber cantado el papel de Sieglinde, de La valquiria. Fue el 6 de diciembre de 1941, el mismo día que los japoneses atacaron la base de Pearl Harbor.

El éxito fue tan absoluto que sólo seis días después, sustituyó sobre la marcha en el mismo escenario a la indispuesta Helen Traubel en el comprometido papel de Brunilda. Fue la consolidación de la Varnay como una de las cantantes más dotadas de su época. Desde entonces, se instaló en el Olimpo de las divas de la ópera. Su fuerte personalidad la convirtió en punto y aparte de la escena operística. Se enfrentó a Herbert von Karajan y a otros músicos de su tiempo. ¡Era implacable!

Sueca de nacimiento, sus padres eran cantantes de ópera llegados a Estocolmo desde su Hungría natal. Dos años después de nacer la futura Brunilda, la familia emigró a EEUU. Allí desarrolló su carrera. En 1944 se casó con el pianista y director de orquesta Hermann Weigert. Al final de su vida se estableció en Múnich. Deja el recuerdo de su vida ejemplar dedicada a la música y una discografía selecta, que servirá para dejar a las generaciones futuras testimonio perenne de cómo se cantó en un tiempo irrecuperable. Nada mejor ahora que escuchar su Valquiria neoyorquina de 1941. Su voz suena con la misma juventud, con la misma lozanía y verdad que entonces.

Astrid Varnay, soprano, nació en Estocolmo (Suecia) el 25 de abril en 1918 y falleció el 4 de septiembre de 2006 en Múnich.

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