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Por Publicado el: 19/11/2015Categorías: Entrevistas

Caballé-Doménech: «En esta profesión los egos tienen que dejarse a un lado»

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Regresa a la ABAO para dirigir el Roberto Devereux que se estrena este sábado

  • El idioma del bel canto me resulta familiar.
  • Lo importante es tener un mensaje para transmitir
  • La zarzuela la pongo al nivel de la opereta vienesa o alemana
  • A todos nos gusta ser profeta en nuestra tierra, pero el objetivo es otro.
  • Trabajo como quiero y en lo que amo, que es la música

 

Nacido en 1973 en Barcelona, donde se educó musicalmente, Josep Caballé-Doménech completó su formación en Viena, Suecia y Aspen. Tras ganar los concursos para Jóvenes Directores de Orquesta de la Sinfónica del Principado de Asturias en 2000 y el Nicolai Malko un año más tarde, comenzó la carrera profesional. Poseedor del Aspen Prize de la Academia americana de Dirección de Orquesta, fue seleccionado como “Protégé” de Sir Colin Davis en el programa Rolex Mentor and Protégé Artes Initiative 2002-03. Ahora, cuando comparte la titularidad en la Filarmónica de Colorado Spring con el puesto de Director Musical de la Staatskapelle de Halle, regresa a Bilbao para dirigir Roberto Devereux, la ópera de Donizetti programada por la ABAO, en cuyo marco debutó hace cuatro años.

P. ¿Cuándo dirigió su primera ópera?

R. La primera creo que fue un Tovatore en Pamplona en 2001 ó 2002. Pero si hablamos de algo de más peso, diría que el Così fan tutte en enero de 2004 del Liceo, donde había debutado cuatro meses antes en un concierto con María Bayo. Ese fue el inicio de mi carrera operística.

P. ¿Le resulta fácil compartirla con la sinfónica?

R. Para mi es primordial compaginar ambas. Mi idea es intentar dedicarle anualmente la mitad del tiempo a cada una ellas porque tienen sus intríngulis y su formas de hacer particulares y a su vez son complementarias entre sí. Una ayuda a la otra: en la ópera se debe tratar a la orquesta como sinfónica, y a la orquesta sinfónica hay que dotarla de la flexibilidad que aporta una de ópera. Considerando esas dos vertientes puedes conseguir lo que persigues.

P. Ahora se enfrenta a la Sinfónica de Euskadi, a la que dirigió en enero de este año. ¿Esa familiaridad facilita las cosas?

R. La primera vez que trabajamos juntos fue hace casi tres años, y desde entonces hemos hecho bastantes proyectos juntos. Incluyendo la Cenicienta de Prokofiev que sacamos en una gira que nos llevó hasta París Hace dos temporadas hicimos el Requiem alemán de Brahms y en la pasada un concierto con Achúcarro y la Tercera de Rachmaninov. Es una formación que conozco y de la que siento mucho orgullo. Además, nos lo pasamos bien juntos.

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P. Este es su primer Devereux

R. Si, pero no mi primer título de bel canto, que he hecho mucho. Después del Così, la primera oportunidad que el Liceu me brindó fue dirigir funciones de L’elisir d’amore como director asistente, y luego, ya como director propio, Lucia de Lammermoor con Gruberova y voces de mucho peso internacional. No sólo eso: hace dos años hice en Essen una producción de La straniera con Marliss Petersen… vamos, que el idioma del bel canto me resulta, digámoslo así, familiar.

P. Con las voces ¿Cómo se lleva?

R. Muy bien. La verdad es que me gusta mucho trabajar con ellas, y a medida que te vas adentrando en ese campo, aprendes mejor cómo lidiar en él. Yo mismo estudié canto y canté en coros, lo que me permite acceder a la vocalidad desde otro punto de vista, al haber padecido algunos de los problemas que aquejan a los cantantes. Dicen que la voz es el instrumento más complejo, pero también el más bonito.

P. ¿Y usted qué opina al respecto?

R. Que estoy de acuerdo. Todos los instrumentos son bonitos. Lo importante es tener un mensaje para transmitir. Si lo puedes hacer con tu propio cuerpo adquiere unas connotaciones distintas a las de aquellos que consiguen expresar lo que quieren con un violín, un chelo o una trompeta. Pero al ser la voz el material que uno mismo tiene, hay que tratarla también de forma muy especial. Luego, la experiencia te va dando claves para solucionar los problemas que se puedan presentar.

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P. ¿Qué relación establece con las estrellas, como esa Gruberova que comentaba, Kunde ahora o Cura a quien dirigirá pronto?  

R. La misma que puedes establecer con cualquier músico o con la orquesta misma. En esta profesión, los egos tienen que dejardr a un lado. A fin de cuentas la señora Gruberova, el señor Kunde, el señor Cura y yo no estamos ahí porque nos gustemos o no, sino para que la obra que vamos a presentar al público adquiera la personalidad debida. La meta es conseguir un buen producto a partir de un título que nos viene impuesto. Claro que con unos te entiendes rápidamente y con otros no tanto, pero al ser el objetivo el mismo para todos, hay que hacer lo que esté en nuestras manos para lograr la versión más fiel a la partitura que conoce. Ahí nos acabamos entendiendo. Porque el hecho de trabajar juntos tiene mucho de diálogo y de colaboración. Al estudiar la partitura, veo unas connotaciones que, cuando ensayamos, transmito a los cantantes que, a su vez, me comunican las suyas. Al final, cada función es el resultado de una serie de compromisos. Si es tan positivo trabajar con artistas de este nivel, es que todos nos vamos enriqueciendo, y al final el público lo reconoce y lo disfruta. Eso es todo el secreto. Supongo que si uno llega diciendo yo lo canto así y me da igual quien me dirija, puede surgir el problema, pero para ahí está la experiencia para decir; voy a hacer mi trabajo intentando que eso no me afecte, haciendo llegar allí donde creo que debo.

P. ¿Alguna vez se ha tensado la relación hasta ese punto?

R. Para decidir que cada cuál iba a ir por un sitio, no. No se ha dado nunca el caso de que uno diga blanco y el otro negro para que al final acabe siendo otro color. Cada cual se aproxima para encontrarnos en el medio. Por el contrario, hay músicos que es esa disparidad la que valoran. Tengo una anécdota al respecto de la primera vez que trabajé con el chelista Jan Vogler. En sinfónico, normalmente , aparte del saludo habitual, no hablas con el solista antes del ensayo para explicarle lo que vas a hacer, ni él a ti. Repasas la obra de arriba abajo y empiezas a decidir. Al terminar el primer ensayo me dijo: veo que tenemos dos versiones bastante distintas del Primer concierto de Shostakovich en cuanto a tempi, carácter y muchas otras cosas. A ver dónde nos encontramos, y fuimos puliendo cosas. Al acabar los conciertos estaba contentísimo porque le había interesado que enfocase la obra de una forma que él nunca lo hacía. Hemos coincidido después muchas veces y mantenemos una relación excelente. Una de las razones por las que le gusta trabajar conmigo es, dice “porque me vas a dar una versión de la partitura algo distinta a a que yo tengo”. Este año vamos a grabar un disco juntos, siempre con ese anhelo de saber que sea la obra que sea, el va a traer sus ideas en algunas de las cuales posiblemente yo no haya caído y yo voy a aportar las mías, con detalles en los que tal vez no haya reparado. En la búsqueda de ese punto en el que nos vamos a encontrar radica el placer del trabajo conjunto.

P. Con quien si mantiene una buena relación es con la ABAO desde su debut en 2011

R. En aquella primera ocasión hicimos Romeo y Julieta con Josep Bros y Patrizia Ciofi. dirigiendo entonces a la Orquesta de Pamplona y me lo pasé muy bien. Fue una experiencia muy bonita. Tuvimos buenas críticas y el público acabó encantado. Después me ofrecieron varias cosas más que por cuestión de agendas nunca llegaron a cerrarse. Por eso estoy tan contento de que por fin hayan podido coincidir, así como las condiciones para este Roberto Devereux.

P. ¿Han cerrado más compromisos para el futuro?

R. Aun no, pero estamos hablando de posibilidades para un montón de cosas.

©Lukas Beck

©Lukas Beck

P. Además de la Abao y el Liceu hay otros teatros grandes de España –Maestranaza, Les Arts, Real– que no ha pisado aun ¿Quién se ha cerrado a quien?

R. Yo no me he podido cerrar porque nunca he tenido una invitación por su parte. Por la razón que sea, ninguno de estos tres teatros han considerado al señor Caballé para hacer algo en ellos, y si lo han considerado, nunca me lo han dicho.

P. Se mueve mejor en los teatros alemanes

R. No creo que se trate de moverse mejor. Es más un tema de interés. De la misma forma que cuando programo en mis teatros y en mis orquestas intento escoger a la persona que mejor puede hacerlo, supongo que proceden los demás: plantean un temporada, y dentro de su óptica intentan encontrar el artista que consideran les va a solucionar mejor la papeleta. Si no se ha dado el caso de que mi nombre sea uno de ellos, no lo será. Tampoco creo positivo ni interesante verlo de otra forma. Es una cuestión de elección, y en esta vida se nos presentan muchas opciones y estoy seguro de que cada uno busca lo mejor que puede para conseguir su objetivo. Si lo encuentran en los círculos en los que se mueven, ¡perfecto!. En mi caso no me puedo quejar, porque he tenido la suerte de que se me hayan abierto muchas puertas.

P. Como la de la Komische Oper de Berlín, donde debutó con una Carmen ¿Estaba allí Petrenko?

R. No. Creo que habían pasado dos directores más antes de que yo me incorporase a aquel proyecto, que no era mío: no estuve en la première, hice de segundo director. Tenía más que ver con una sustitución de vas, haces y te marchas. No lo considero entre las grandes cosas que he hecho en Alemania. La primera Carmen de verdad, después de muchas funciones de repertorio, fue hace dos años en la Semperoper de Dresde. A Petrenko no obstante lo conozco, porque estudiamos juntos en Viena hace muchos años, y ya se intuía esa carrera meteórica.

©Lukas Beck

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P. A ver si le invita a Munich

R. Lo de Munich ya caerá en su momento. No hay que impacientarse, habiendo hecho Bohéme en la Staatsoper de Berlín que es un teatro fantástico. Con aquella orquesta en el foso… Es una de esas cosas difíciles de olvidar en la vida. O las premières en Dresde. Voy a debutar en Hamburgo, tengo mi propio teatro…

P. … en el que acaba de dirigir los cuatro títulos del Anillo wagneriano ¿cómo ha vivido esa experiencia con la que pocos se atreven?

R. Como una vivencia difícil de describir. No puedes negarte ante semejante oportunidad. Me lo propusieron hace dos años y dije que no me veía en condiciones de hacerla en aquel momento. La pospuse hasta ahora y en este tiempo la he ido estudiando, preparándola, intentando programar lo que me podía facilitar la labor… Pero cuando llega el momento, sabiendo que la tienes que hacer completa en dos fines de semana, incluyendo los ensayos con cantantes que van y vienen y con una orquesta de esas características…. Hay un punto en el que te preguntas qué te ha ocurrido. Como si acabara de pasar un huracán por encima de tu cabeza. Cuando terminé, no sabía si había concluido aquel terremoto de trabajo y no dormir, buscando claves mientras estudiaba páginas y más páginas. En ese momento me pregunté ¿Y ahora qué?…

P. … ¿ahora Bayreuth?

R. Ni mucho menos. Sería demasiado pronto. Hablamos de obras que te acompañan toda la vida, y tienes ese tiempo para hacerlas. Todo debe seguir sus pasos de la forma más natural y tranquila. Esta ha sido una experiencia en alguna medida brutal, pero que tenía que venir en ese momento. Ahora toca digerirlo para cuando lo volvamos a hacer dentro de dos o tres años y, como habremos evolucionado en algunos de los aspectos, contemplarlo de otra manera. El Anillo no es una obra para hacer en Bayreuth con veinte años. Un momento perfecto para dirigirla en ese teatro son los 65 ó 70. Por otra parte está la apetencia de decir que ya lo has hecho ¡y en dos fines de semana!. A pesar del miedo que podía tenerle por los prejuicios, que se los suele imponer uno mismo, por aquello de un chico español haciendo Wagner en Alemanaia. Ahora vendrán más wagners, como el Holandés errante con que inauguramos Halle, pero antes, en enero, hago la Salomé de Strauss. De alguna manera, ya estamos instalados en ese repertorio alemán de gran orquesta

P. Por ahora está en una ciudad en la que su nombre es familiar ¿qué le da Bilbao?

R. Bilbao es una ciudad que me encanta, en la que tengo muy buenos amigos. Lo curioso es que, a pesar de haberla visitado muchas veces antes, hasta 2011 no trabajé aquí, exceptuando una ópera de Haydn que dirigí en el Arriaga casi como un bolo. Hasta que de repente, por alguna razón que desconozco, en el mismo año me invitaron las tres orquestas: estuve en al Arriaga, en la temporada de la BOS y debuté en la ABAO. Desde entonces he establecido muy buenas relaciones en y con este lugar

P. En aquel año defendió en el Arriaga la zarzuela La del Manojo de Rosas, que uniéndolo a la Luisa Fernanda de Viena con Plácido Domingo y la reciente Doña Francisquita en la Ópera de Toulouse, hacen pensar en su interés por el género

R. La zarzuela la pongo al nivel de la opereta vienesa o alemana. Desde el punto de vista musical y artístico no les tenemos que envidiar nada. Cuentan con partituras excelentes, aunque algunas sean más interesantes y otras no tanto… Pero Doña Francisquita o Luisa Fernanda estarían a la altura de El murciélago o El barón gitano. Sin embargo existen los prejuicios que llevan a algunos a verla como música de segunda clase, y no lo es ni mucho menos. Lo compruebas cuando presentas estos espectáculos. En Toulouse quedó claro que Doña Francisquita no tiene nada que ver con una segunda fila. Por el contrario, podría ser más interesante que determinadas óperas incluso de autores conocidos. Y no digo nada de Luisa Fernanda en el Teatro An der Wien: ¡se venía abajo cada noche con la reacción del público!. La zarzuela merece estar en el mismo nivel que las mejores óperas de los grandes compositores. El único problema es ver cómo lo haces, y a qué nivel quieres transmitir lo que estás mostrando. Y creo que en los últimos años se ha hecho un gran trabajo en esa dirección para que se vea en todo el mundo como lo que es: un estilo que pertenece a una época y que hoy se sigue haciendo con la misma calidad que cualquier otra manifestación lírica, consiguiendo los mismos efectos y los mismos resultados.

P. Paolo Pinamonti decía poco antes de despedirse del Teatro de la Zarzuela que para dignificar el género hay contar con los mejores . Por alusión ¿Le hizo alguna oferta?

R. El señor Pinamonti se puso en contacto conmigo personalmente varias veces para intentar que pasase por aquel Teatro, pero por compromisos previos en las fechas que me ofrecía no se materializó nada. Pero supo convencer a mucha gente, desde renombrados directores escénicos a batutas con carrera internacional incluyendo a Frübeck de Burgos, Juanjo Mena, … . Es evidente que la calidad tiene que ver en gran medida con el modo en que sirves tu trabajo y los nombres con los que cuentas para ello. Eso es lo bueno para poderle dar visibilidad quienes estamos haciendo esto.

©Lukas Beck

©Lukas Beck

P. ¿Cómo se lleva con el repertorio sinfónico español?

R. La música española está presente en todas mis programaciones y en todos mis conciertos: con la Tonnhalle de Zurich, con la Orquesta de la Radio de Suecia, con las de Estados Unidos con las que he trabajado. Cuando mides por el mismo rasero a los españoles con el resto de los compositores, puedes irlos programando sin ningún tipo de desprecio. Al contrario: con mucho orgullo incluso. Si alternas en el mismo programa una Sinfonía de Beethoven y las Noches en los Jardines de España con Achúcarro, al público casi le gustan más la obra de Falla y el pianista. Pero es verdad la existencia hace veinte años de algunos prejuicios que de alguna forma hoy en día parece que están superados gracias al trabajo de muchos. Como Frübeck, que ha sido un embajador de valor incalculable para la música española. Y lo mismo podría decir de Domingo, López Cobos, Juanjo Mena… Todos. Basta con ver cuántos discos han grabado con repertorio español.

P. ¿Desde cuando ostenta las titularidades en Halle y Colorado Springs?

R. Con Colorado este es mi quinta temporada, y he renovado por unas cuantas más y en Halle es la tercera y he firmado por otras dos.

P. ¿En las dos incluye música española?

R. Naturalmente. En ambas he vuelto a programar la gala española, que hice, por ejemplo, en la Tonnhalle de Zurich para la que me llevé cantantes y bailarines de España. Si en mi primera temporada en Colorado Springs tuve a Achúcarro, el bombazo en la pasada fue el Concierto de Aranjuez junto a los Nocturnos de Andalucía de Lorenzo Palomo, contando como solista con Pablo Villegas. La música española está presente en todas mis temporadas. Y no como obligación, sino porque forma parte de mi repertorio y del repertorio standard que debería tener toda orquesta.

P. Con un calendario tan apretado ¿añora la vida del freelancer?

R. La verdad es que también la hago en mis semanas libres. Como ahora, que estoy un mes en Bilbao. Luego pasaré otro en Bogotá para la Salomé. Dirijo conciertos en otras orquestas… Me da tiempo para todo y de momento tengo la suerte de que mi esposa el niño, que tiene dos años y medio, se pueden permitir viajar conmigo a todas partes. En los últimos dos años he disfrutado del trabajo y de la familia ¿qué más se puede pedir?

P. ¿Le habría gustado caer en una española? ¿Se lo propusieron?

R. Alguna oferta llegó, pero igual no era la que tocaba. O no era mi momento para estar allí. Las cosas vienen cuando tienen que venir. Y también que no hay nada peor que te llegue una oferta en el momento en que no la consideres oportuna o veas que eso no puede funcionar. Aceptar lo que hay y esperar que las cosas vayan llegando, tampoco es malo. A todos nos gusta ser profeta en nuestra tierra entre muchas otras cosas, pero el objetivo es otro. El mío es poder trabajar bien y lo estoy consiguiendo: no me falta actividad; trabajo como quiero y en lo que amo, que es la música. Tengo muy claro que soy un privilegiado.

P. A pesar de haber dirigido como invitado muchas de las orquestas de nuestro país, en los últimos tiempos no se le ve tanto con ellas, si exceptuamos las de Euskadi, Extremadura y la Orchestra Jove de Barcelona con la que estará cuando termine sus fnciones en la ABAO. ¿Le da la impresión de tenerlas descuidadas?

R. No es así. Como se sabe, las gerencias en muchas orquestas españolas están cambiando, y a veces las prioridades cambian. Tengo fechas y estoy en conversaciones con bastantes de ellas, pero las cosas se materializan cuando llega el momento. El año que viene, como vengo haciendo cada dos o tres temporadas, vuelvo a dirigir un concierto a la OBC en Barcelona.

P. ¿Su début con la ONE cuando llegará?

R. Teníamos cerrado un programa para el año que viene que al final cayó por motivos de logística y será dentro de dos, en la temporada 17-18.

P. ¿Tiene previstas giras que recalen en España, con alguna sus orquestas?

R. A ver si podemos con la de Halle, con la que hicimos una recientemente por Sudamérica con gran éxito. Por España hizo una hace diez o doce años coincidiendo con su presencia para una Elektra y una Ariadna auf Naxos en el Festival de Peralada. En ello estamos trabajando.

Juan Antonio Llorente

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