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Por Publicado el: 22/05/2014Categorías: Entrevistas

Carlos Mena: «He tenido mucho respeto al acercarme a la dirección»

Carlos Mena. Foto Eneko Espino

Tras su paso por el Teatro de la Zarzuela, es protagonista el domingo en Música Antigua Aranjuez

  • Los fracasos son muy importantes
  • Hago lo posible por buscar, sentir y aprender de creadores actuales
  • Cada momento para mí es único
  • No gustándome los discos, hago bastantes.

Después de afianzarse en la Schola Cantorum de Basilea, con René Jacobs entre sus profesores, Carlos Mena (Vitoria-Gasteiz, 1971) inició una fulgurante carrera hasta situarse entre los grandes contratenores del momento tras su triunfo operístico en plazas de primer orden, con Salzburgo a la cabeza. Sin olvidar la Concertgebouw de Ámsterdam o el mítico Musikverein vienés, produciéndose en concierto en las salas más prestigiosas del mundo: desde la Filarmonía de Berlín a la Ópera de Sydney, pasando via Tokio por el Colón de Buenos Aires o el Kennedy Center de Washington. En España, donde su presencia resulta familiar en recitales, se le ha podido ver cantando ópera en Bilbao como el Tamerlano del Bajazet de Vivaldi,  Barcelona -Apolo en Muerte en Venecia- o Madrid, donde demostró su versatilidad, defendiendo el Oberon de El sueño de una noche de verano y estrenando Viaje a Simorgh, de José María Sánchez-Verdú. Hermano del actual titular de la Filarmónica de la BBC, también Carlos Mena se ha adentrado en el terreno de la dirección, como acaba de demostrar con De lo humano… y divino, el homenaje a Juan Hidalgo en el cuarto centenario de su nacimiento, que hace unos días cerraba la temporada del Teatro de la Zarzuela de Madrid. El domingo 25, en la nueva cita  de Música Antigua Aranjuez, protagoniza un concierto, acompañado por el percusionista Pedro Estevan y el archilaúd de Juan Carlos de Mulder, habituales colaboradores de Jordi Savall, con quien Carlos Mena se dio a conocer hace algo más de dos décadas.

P. ¿El espíritu aventurero le lleva a emprender esta nueva actividad como director?

R. En cierto modo, si. Porque alguien tiene que ocupar esa posición de manera clara y nítida. Aunque siempre, especialmente en los últimos años y de manera más discreta, he dirigido proyectos. Lo que ocurre es que el del Teatro de la Zarzuela, adquiere más relevancia. Por el sitio, entre otras cosas.

P. ¿Sigue en esta actividad los pasos de su maestro René Jacobs?

R. Es evidente que René inoculó en mi un germen en cuanto a la manera de contemplar la música, pero llegado el momento, cada uno tiene sus propios criterios en la manera de interpretar. No me miro en él como en un espejo, porque creo que somos muy distintos, pero es cierto que el origen, la raíz, probablemente está en su manera de contemplar la música. Con el tiempo, en el espacio interpretativo como solista, te vas dando cuenta de que algunas ideas y conceptos se quedan cortos. Como ha pasado al tener que interpretar el trazo musical de Juan Hidalgo. ¿Quién se pone a hacer eso?. A mi me pueden proponer cantar una ópera o una zarzuela… pero aquí se trataba de algo inédito. Y es en este punto cuando siento que todos los criterios que bebí de René, mi maestro vocal, y de muchos otros, han producido en mi unos impulsos, unos latidos de inquietud, que van más allá del canto.

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P. ¿Podría ser una vía para buscar la independencia, o lo fuerza el momento?

R. Se da la oportunidad, pero para nada forzada por el momento. Es como cuando empecé a cantar lied. Nunca me planteé la ambición de llegar a hacerlo en el Wigmore Hall, por ejemplo. Yo quería vivir la experiencia de cantar lied con honestidad. Ahí estaba mi máxima aspiración. Si era en casa con unos amigos, con mi mujer al piano y rematando al final con una cena, perfecto. Que luego surja la posibilidad de cantar en una sala o en otra, estará en función de las circunstancias y las estructuras del mercado. Con la dirección, pasa lo mismo. Aparece de una manera natural, espontáneamente.

P. Después de 22 años en la brecha, tal vez el cuerpo le pedía variar el tiro. De ser así ¿variar significaría rectificar?

R. Si rectificase, renegaría de lo que he hecho, y no sería responsable de ello. Valorando lo que han podido ser mis aciertos y mis desaciertos, lo más importante para mí es aceptar la responsabilidad sin renegar de nada. Soy lo que soy por lo que he hecho, y no contemplo la rectificación. Asumiendo las consecuencias y tomando decisiones en esa libertad. Eso es lo que me hace libre y me lleva a hacer cosas distintas. En cuanto a variar el tiro, no lo hago de un modo programado. Va en relación con la propia vida. En esa sensación de vivir lo que estoy haciendo, sin juzgarlo ni mediatizarlo. Así es como llego a interesarme por la educación, por la psicología, por la música, por Juan Hidalgo o por la cocina.

P. En estos momentos, en su actividad los recitales superan con creces a la ópera

R. No es porque no quiera. Hago menos ópera simplemente porque tengo mujer y dos hijos. De verdad que me cuesta mucho separarme de ellos tanto tiempo como exige una buena producción operística. Dadas mis circunstancias personales, no creo que pudiera ser feliz dos meses en Salzburgo como lo he sido en otras épocas de mi vida.

P. De esos recitales, ¿la mayor parte los programa son dentro o fuera de España?

R. Es curioso porque mientras algunos me dicen que me anoto más éxitos fuera de España que dentro, otros me comentan lo contrario. Hago las cosas según me van surgiendo, y mis inquietudes como intérprete de recital se ven cumplidas. Tal vez alguien que lo analice se encuentra con que hago más cosas fuera: no lo se. En cuanto a mi modo de ver, lo cierto es que me siento muy respetado en España. No siento más apoyo en un sitio que en otro.

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P. Aunque la música de hoy no le es ajena, incluirla en sus recitales es una excepcionalidad

R. Así es, aunque intento cantar mucha música contemporánea. Como me siento muy involucrado en ella, hago lo posible por buscar, sentir y aprender de creadores actuales.

P. ¿Con ese repertorio sería capaz de montar un espectáculo como el de Madrid hace unas semanas o diseñar un programa como el de ahora en Aranjuez?

R. Si. Sin ninguna duda,

P. ¿Tendría tirón para el público?

R. No lo sé. Eso no soy capaz de medirlo, porque me he encontrado con grandes sorpresas. Cuando he interpretado a Carmelo Bernaola en Bruselas, ha encantado, mientras que en España no ha gustado tanto. Ahora estoy trabajando sobre la obra de Alberto Iglesias, que no he cantado aun en público. La panoplia de posibilidades que ofrece esta música es espectacular, y el público, por su parte, es muy heterogéneo. Lo que me parece importante es no estereotipar la manera de presentar los conciertos. Cuanto más lo hagas, habrá menos libertad de escucha. En eso si que he encontrado muchas limitaciones. Quiero decir que, cuanto menos mediatizado está el programa por un concepto o por una marca, el público llega más libre: con mayor capacidad de reaccionar y de vivir esa música en el momento.

P. A los citados Iglesias y Bernaola, por seguir con compositores españoles, podemos unir a Erkoreka o Sánchez Verdú ¿son buenos conocedores de su instrumento vocal? ¿Ha aceptado lo que le han escrito o han debido llegar a un consenso?

R. En unos y en otros ha sido distinta la aproximación, pero los cuatro son grandes conocedores de mi voz. No han escrito para contratenor en general: lo han hecho para mí. Y en todos los casos, en las lagunas que pudieran haber tenido, previamente a la escritura me han preguntado y las hemos resuelto juntos.

P. Viéndole como director musical surge una pregunta ¿No era bastante con uno en la familia? ¿Es algo endémico?

R. (Ríe)). Bueno… Si he tenido mucho respeto a la hora de acercarme a la dirección musical es porque mi hermano es un gran maestro. Una de las mayores emociones que puedo vivir como público es ir a ver y escuchar a Juanjo cuando dirige. Su música es realmente inasible. Y no solo porque sea mi hermano y porque lo veo como mi mayor referencia, sino porque, juzgándolo de un modo objetivo, profesionalmente, es un grandísimo maestro. Claro que en mi caso la música barroca ayuda, porque en ella todo es distinto en cuanto a los códigos de dirección. De todas maneras, antes de formarme en el canto, debo decir que estudié dirección coral. Con lo que ya arrastraba cierto bagaje en esta profesión, que tanto respeto.

P. ¿También por respeto apenas aparecen juntos en un cartel los nombres de su hermano y el suyo?

R. Totalmente

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P. Pensando en la falta en España de una escuela como la de Basilea ¿querría suplirla usted?

R. No. Para nada. Me han ofrecido en distintas ocasiones la posibilidad de enseñar, no tengo ese tipo de ambición. Aunque me encanta la pedagogía, que para mí exige: generosidad, tiempo y un buen oído. Aparte, claro está, de esa honestidad, que doy por hecha en todos los intérpretes. Pero de todas esas premisas, la del tiempo me falta.

P. Entre otras cosas, porque le tendrá que dedicar  parte al cometido discográfico. La crisis ha pasado de largo por usted.

R. Es curioso, pero no gustándome los discos, hago bastantes. En total debo de llevar unos treinta y cinco recitales grabados.

P. En ese cómputo, la cuota española es reducida

R. Es poca, es cierto. Menor, en todo caso. Pero muy intensa, eso sí. Ahí están el disco de Victoria o el de las Cantadas de Torres en América que, aparte de sus resultados, son productos muy potentes en cuanto a significación y a lo que tienen de valor documental.

P. ¿No puede hacer fuerza en su casa discográfica?

R. Aunque parezca mentira, no he firmado contrato en exclusiva con ninguna, porque odio la exclusividad en todos los terrenos. Mi trabajo más reciente en este campo ha sido una grabación del concierto en Madrid en diciembre de los Carmina Burana de Orff con el maestro Frübeck de Burgos y la OCNE

P. Volviendo a la ópera. Después de haber cantado Apolo en la Muerte en Venecia de Barcelona ¿Cómo no lo retoma en Madrid, siendo la misma producción?

R. No lo sé, porque yo no soy quien programa. Ignoro cuál ha sido la razón. Supongo que en el Liceu contaban con un gran contratenor que podría hacer el papel, porque hay muchos intérpretes interesantes. Del mismo modo que surgió así en el Teatro Real, donde es cierto que siempre me he sentido muy valorado.

P. En líneas generales ¿son buenas son sus relaciones con los teatros españoles?

R. Si. Me siento querido por todos ellos.

P. Mientras en Madrid para De lo humano…y divino se ha centrado en Hidalgo, en el concierto de Aranjuez presenta un programa ecléctico de compositores italianos. ¿Puede valorar las calidades de ambas músicas?

R. El repertorio italiano del siglo XVII tiene una manera mucho más estandarizada de decir el texto, con una riqueza espectacular en el aspecto melismático. Un ejemplo: para describir el amor de la madre en el Stabat Mater, Sances recurre a una línea de siete compases con un melisma maravilloso para decir amoris. Eso es algo más difícil de encontrar en lo que se escribía en aquel momento en nuestro país. En el repertorio español, al ser más silábico, lo que se consigue es cambiar rápidamente de articulación con el texto, además de exigirte ser en alguna medida más actor, o recitante de actor. El italiano lo tiene en los recitativos, obviamente, mucho más ricos en la parte armónica y una retórica muy fuerte. En el español, esa retórica se encuentra en el aspecto rítmico. Como persona, contemplo lo rítmico, lo melódico y lo armónico dentro de mí: lo rítmico está más relacionado con lo instintivo, con la parte más baja del cuerpo; lo melódico con la parte media, que tiene que ver con lo emocional, con los sentimientos. Por último, lo armónico guarda más relación con lo conceptual. Así que, según qué tipo de repertorio estoy haciendo, lo vivo de  manera distinta. Y me resulta muy interesante.

P. ¿Alguno de estos repertorios le sirve para controlar mejor el momento de sus cuerdas?

R. No. Si eres honesto con el repertorio, sea cual sea, te pone definitivamente en tu sitio.

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P. En Aranjuez se presenta con el archilaúd de Juan Carlos de Mulder y con Pedro Estevan ¿Los dos instrumentos funcionan bien con la voz?

R. Funcionan fantásticamente. Sobre todo la percusión, que aparentemente sería lo más ajeno, si el que la toca es un maestro de la música como Pedro Estevan, amigo de toda la vida, a quien considero como un hermano.

P. En el espectáculo de Madrid incluyó músicas desconocidas. ¿En Aranjuez procederá de modo similar o recurre a piezas familiares?

R. Algunas no son conocidas. Como la cantata de Giovanni Felice Sances, un italiano descendiente de diplomáticos españoles apellidados Sánchez, que vivió entre 1600 y 1679, Sances, de quien grabé hace unos años el Stabat Mater con arreglos de Ricercar Consort, empezó a formarse en Roma. Desde allí pasó a Venecia y a Viena, donde llegó a ser Kapelmeister de la corte imperial. Sintiéndose enfermo, en 1673 dejó el cargo, que tomó Johann Heinrich Sneltzer. Cuál no sería el peso allí del viejo Sances que, tras fallecer Sneltzer, a pesar de su edad y de que los estilos cambiaban, lo recuperaron para el puesto, en el que permaneció hasta el final de su vida. Digo esto, porque su música es de verdad espectacular. Con una belleza de no dar crédito. En Aranjuez incluyo también una obra de Domenico Mazzocchi sobre el soneto “No me mueve mi Dios” y un par de piezas muy especiales de Bendedetto Ferrari, el “negro” de Monteverdi. El último duo de la Incoronazione di Poppea, “Pur ti miro, pur ti godo” no está escrito por Monteverdi, sino por él, que además era empresario, laudista, cantante…

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P. ¿Hacia dónde evoluciona su voz?

R. Hacia la propia vida; la propia vivencia. Hacia una voz más viva; más real. No digo que siempre sea así. Tal vez lo que he dicho tiene que ver con mi posición. pero yo la siento más real, porque también me acerco más a ella. No podría decir si es más o menos gruesa, y si pienso en tesitura, no tengo menos que hace años.

P. Una parte del repertorio, desde Handel a Britten prácticamente se salta al contratenor.

R. Gracias a Dios. En otro caso moriría en el intento, porque, exceptuando ese paréntesis, hago desde el periodo medieval hasta Britten.

P. La dirección le permitirá, como a Jacobs, abordar músicas que le habían quedado pendientes, como Mozart…

R. … de Mozart he cantado algo, que forma parte de mi repertorio. Si en sus tiempos, como en los de Handel, existían los castrati alto ¿por qué no los voy a cantar?. De todos modos, le tengo mucho respeto a la dirección. No me veo haciendo un Bruckner, por citar un nombre. Me veo escuchándoselo hacer a mi hermano. Eso es otra cosa.

P. ¿Se atrevería a dirigir una ópera de Mozart?

R. Si tengo un impulso para hacerlo y tiempo para estudiar y prepararla, claro que si. Exactamente de la misma manera que haría un Handel. Y no me refiero, por supuesto, a recurrir a las mismas herramientas de interpretación, sino a la intención de respeto y trabajo.

P. ¿Tanta actividad tiene entre manos?

R. Tengo muchísimos proyectos y disfruto con cada uno de ellos. Cada momento para mí es único. No me veo más desplazado o menos presente ante un Machaut que ante un Iglesias,

P. ¿Algo memorable en estos años, que le haya conmovido, gratificado, incluso descolocado?

R. Los fracasos, que son muy importantes. Esos momentos amargos de la profesión, que los hay. Pero sobre todo, mi vivencia personal. Cada día es un universo entero; una emoción, y eso es lo que me hace realmente sentir con los pies sobre la tierra. Con mis hijos; disfrutando de mi vida personal, que es totalmente rica, grande, inesperada. Muy poco estereotipada, aunque pronto se cumplirán los veinticinco años que llevo con mi mujer.

P. ¿La vida puede dar tantas emociones como la música?

R. Eso está en cada cual: es la perspectiva de uno mismo. Por otra parte, soy una persona muy trabajadora. Trabajo mucho la psicología, la consciencia… Tanto como la coloratura, el texto o la ornamentación. Tanto la psique como el aspecto físico o lo vocal. Intento trabajar todo al mismo nivel.

Juan Antonio Llorente

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