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Por Publicado el: 20/02/2018Categorías: En vivo

Crítica: Elder con la ONE, Emociones bien encauzadas

                                   

Mark Elder

                       

Berlioz: La muerte de Cleopatra. Strauss: Una vida de héroe. Mezzo: Violeta Urmana. Director: Mark Elder. Auditorio Nacional, Madrid. 17 de febrero de 2018. Orquesta y Coro Nacionales de España.

Arturo Reverter. A sus 70 años sir Mark Elder luce todavía una apuesta figura, una hermosa cabeza y una planta directorial atractiva, con nerviosos y punzantes, aunque generalmente claros y precisos, movimientos de batuta (es de los que todavía no han abandonado este adminículo). Se lo ve muy atento, partitura sobre el atril, al viejo estilo, a todo lo que sucede en el hemiciclo y conecta con facilidad con cada una de las familias subrayando con presteza el discurso sinfónico y desmenuzando con vitalidad cada uno de sus acontecimientos.

Desde la introducción de Ein Heldenleben apreciamos que además tiene una idea de cómo controlar la planificación de voces, de cómo construir texturas inteligibles y de cómo transitar del piano al forte o fortísimo. En esos primeros compases se consiguió clarificar el tejido orquestal y se alcanzó el primer clímax, con el tema del héroe proclamado a los cuatro vientos, de manera paulatina y lógica. Pudimos admirar luego el bello sonido, el fraseo bien cincelado de uno de los dos concertinos de la Nacional, Gjiorgi Dimcevski, en la imagen sonora de la “compañera”. El agitado pasaje de la batalla del héroe contra sus enemigos se ejecutó con orden, sentido de la medida y suficiente claridad polifónica. El canto del violín acabó por fundirse de manera natural con la tranquila superficie preludiando el esplendoroso cierre con el impresionante acorde de mi bemol mayor protagonizado por todos los vientos. Digno y tranquilo final.

El concierto comenzó con la magnífica cantata La muerte de Cleopatra de Berlioz, herencia de Gluck, de Rameau, de los italianos, en la que se lució la irregular Violeta Urmana, sustituta a última hora de Alice Coote. Hemos disfrutado de su mejor versión. El timbre, oscuro, rico de armónicos, voluptuoso, lució con general igualdad, con graves naturales, algo descoloridos, eso sí, centro cremoso y satinado y agudos (hasta el si bemol) bastante redondeados, con escasas estridencias y tonos agresivos. Matizó cada línea con mucho sentido teatral. Estupendo el inicio del aria Grands Pharaons, atacada piano y coloreada a satisfacción en un crescendo dramático y continuo bien tramitado por el acompañamiento, que tuvo intención y color y que, bajo la batuta de Elder, marcó y reguló muy bien los silencios y los latidos que anuncian, y comentan después, la muerte.

 

 

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