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Por Publicado el: 15/04/2004Categorías: Artículos

Descubrir el Mediterraneo

Como ya damos por sabida la tradicional incultura musical de nuestros presuntos intelectuales, no falta de vez en cuando algún escribidor más o menos conspicuo que de repente nos obsequie con un artículo en el que nos revela su último gran descubrimiento musical. General-mente no pasa del mundo del pop-rock o, para los más finos, del jazz, pero a veces hasta hacen incursiones en eso que ellos llaman «música clásica» donde descubren algún que otro Mediterráneo. No se piense que son cosas algo especiales como un motete de Gombert, un impromptu de Alkan o un cuarteto de Scelsi, por citar tres épocas diferentes. Lo que descubren suele ser un Haendel, un Bach o hasta un Beethoven.
Me imagino que si yo –es un suponer– me dirigiera a las redacciones y suplementos de los periódicos intentando colocar un artículo en el que tratara de informar de mi emoción por haber descubierto que Las Meninas no están mal o que hay una novela que se llama La Regenta y que merece la pena, no sólo se reirían de mí sino que además concluirían que soy un inculto. Epíteto que no parece que merezcan los bravos descubridores del Mare Nostrum protagonistas del párrafo anterior.
La cultura española, generalmente usufructuada en exclusiva por señores que proceden de (o que van hacia) las letras, ha tenido siempre como asignaturas, no pendientes sino completamente ausentes, la música y la ciencia. El resultado es la escasez de personas de verdad cultas en este país y el que generalmente esos presuntos intelectuales no cuenten para nada cuando se habla a nivel europeo o mundial. También, el que la música (y la ciencia) sea aquí una cosa residual de la que muy bien se puede pasar, y bien que lo hacen, gracias a eso, los poderes públicos.
Antes se consideraba analfabeto al que no sabía leer y escribir. Después de la escolarización obligatoria, los analfabetos no es que no sepan leer y escribir, es simplemente que no lo ejercen. Modestamente propondría que también haya analfabetos que no saben escuchar aunque me temo que la estadística se dispararía. O por lo menos que no se permita tan impunemente descubrir de vez en cuando el Mediterráneo. Tomás Marco (ABC Cultural, 17 de abril de 2004)

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