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Diálogos de Besugos de 2000 otros 7
Diálogos de Besugos de 2000 otros 5
Por Publicado el: 29/12/2000Categorías: Diálogos de besugos

Diálogos de Besugos de 2000 otros 6

ABC: Gala lírico-dramática. Ramón Pi
(Observen que, seguiendo la particular guerra que tiene ABC con LA RAZÓN, no incluye este periódico en sus comparaciones)
Pero, en definitiva, ¿fue buena o mala la Gala Lírica Homenaje al Tenor Alfredo Kraus? Sí, es verdad que se cayeron varios nombres del fascinante cartel que sirvió de anzuelo para que los aficionados a este tipo de música comprasen, por cierto a un precio respetable, las entradas que quedaron a la venta después de cubrir las muchísimas invitaciones que se cursaron. Es verdad que de la espantada de Luciano Pavarotti se enteró la gente cuando prácticamente ya estaba sentada en la butaca. Es cierto que el gerente del Teatro Real, Juan Cambreleng, metió la pata varias veces (la penúltima, anunciando la suspensión de la velada, cosa que no resultó cierta, y la última, proclamando ante los periodistas que estaba muy contento, porque había sido un éxito la cosa). Pero la fiesta musical en sí, ¿fue buena, mala o regular? Para contestar a esta pregunta es difícil consultar los periódicos de ayer, porque cada cual emite un juicio diferente. En lo que coinciden todos los periódicos de circulación nacional (con la excepción de La Vanguardia, que sólo ofrece un «suelto» de unas pocas líneas) es en ofrecer una información por lo general buena, fidedigna, detallada, colorista y muy fiel a lo que ocurrió, porque las coincidencias son muy notables, lo que quiere decir que las cosas se produjeron, efectivamente, como cuentan los diarios: «El Real volvió a defraudar a Kraus. La ausencia de Pavarotti en el homenaje al tenor canario terminó en escándalo» (ABC). «La ausencia de Pavarotti provoca un gran escándalo en el homenaje a Kraus del Real» (El País). «La ausencia de Pavarotti en el homenaje a Kraus desata el escándalo en el Teatro Real» (El Mundo). «El homenaje que se convirtió en motín» (Diario 16). «Bronca en el Real en la gala por Kraus» (El Periódico). Las crónicas son minuciosas y muy divertidas, porque el espectáculo de la cólera del español sentado a mí siempre me ha parecido muy gracioso. Además el festival (el de pitos y gritos, no el de músicas y cantos) se veía venir, como cuenta Diario 16: «Para algunos aficionados, “krausistas de pro”, no era admisible que en un tributo a la memoria de su tenor favorito estuvieran presentes dos de los cantantes, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, con los que el intérprete canario había tenido más de un contencioso artístico en vida». Según eso, se suponía que la bronca sería porque estuviese Pavarotti. Pero luego resultó que no, que la bronca fue porque no estaba. O sea, que la cuestión era que iba a haber bronca, y la hubo, claro. Para redondear el asunto, El Periódico informa de que «la Sociedad General de Autores y Editores retiró su apoyo a la gala a causa de la composición del programa, en el que sólo figuraba un autor español, Sorozábal, con sendos fragmentos de La tabernera del puerto y Black, el payaso. “Alfredo Kraus era un tenor profundamente español”, recordó la SGAE». ¿Tendrá que ver, tal vez, el hecho de que el director general de la SGAE es «Teddy Bautista», canario ejerciente? Pero insistamos: ¿Fue buena o mala la velada en sí? Eso depende. ¿De qué? Del crítico. La crítica de César Wonenburger, de Diario 16, se titula «El maestro se merecía otra cosa». Pero Carlos Gómez Amat, de El Mundo, afirma: «Digo que el resultado fue bueno, con el esfuerzo de todos». Antonio Iglesias, de ABC, se deshace en elogios de todos y cada uno. J. Á. Vela del Campo, de El País, nada entre dos aguas: «El recital tuvo poca historia en sí». Si hacemos un repaso somero a los críticos, nos encontramos con esto: Carmen Oprisanu: «Gratísimo timbre y notoria condición de artista con gran sensibilidad» (ABC). «Temblaba como si la hubiesen echado a los leones» (El País). «Tiene una voz vibrante, muy hermosa, y una notabilísima agilidad» (El Mundo). «Aportó clase (…) y fue a más» (Diario 16). Aquiles Machado: «Tuvo su espléndida noche» (ABC). «El valiente tenor lució su juvenil impulso» (El Mundo. Interprétenlo como quieran). «Sedujo por la innegable belleza del timbre y por sus ganas de decir, de frasear con elegancia» (Diario 16). Elisabete Matos: «Cantó muy afinada, con más técnica que encanto» (ABC). «Delicada (…) en un hermoso momento de la pucciniana La Bohème» (El Mundo). Silencio en el resto. Lucia Aliberti: «Con evidente calidad, aunque algo apretada» (ABC). «Se distingue por su sentimiento dramático y la pureza de su emisión» (El Mundo). «La soprano italiana busca deliberadamente reflejarse en el espejo de La Divina ; pero no lo logra» (Diario 16). Jaime Aragall: «Demasiada tensión escénica» (El País). «Lució su clase con voz ancha y esplendorosa» (ABC). «Estaba acatarrado y aun así actuó -no como otros-, y ofreció una Tabernera más que notable» (Diario 16). «Nos ofreció una bonita canción de Di Capua» (El Mundo). Elogios a la Orquesta Filarmónica de Madrid por parte de ABC y El Mundo, y palos inmisericordes de El País y Diario 16. Y pocos, poquísimos elogios o frases de desagravio a Carmen Oprisanu, que recibió la bronca injustísimamente.EL MUNDO: La familia Kraus acusa a Pavarotti de «poco profesional». El PSOE pide la destitución de la dirección del Teatro Real . RAFAEL ESTEBAN
La mañana siguiente al escándalo producido en el Teatro Real por la ausencia de Luciano Pavarotti en la Gala Lírica Homenaje a Alfredo Kraus amaneció tranquila. La noche serenó los ánimos del mayor alboroto ocurrido en el recinto madrileño desde su reapertura. Pero, poco a poco, la tensión volvió. Patricia Kraus Ley, hija del tenor fallecido hace cuatro meses escasos, calificó al cantante italiano de «poco serio y poco profesional» por no acudir a la gala en recuerdo de su padre cuando había confirmado su presencia en el homenaje. Poco después, Joaquín Leguina, portavoz de Cultura del PSOE, aseguró que los incidentes producidos en la noche del viernes fueron «un escándalo predecible», para concluir: «Si este fracaso, primero del 2000, sirve para que los responsables políticos salgan de su mutismo político y cambien la dirección del Teatro Real de arriba abajo, se podrá decir que, en efecto, no hay mal que por bien no venga». Los incidentes surgieron como consecuencia de las ausencias producidas en el homenaje a Kraus, que el público conoció en su totalidad segundos antes del inicio de la gala. En ese momento se hizo oficial que del programa anunciado cuando el público adquirió sus localidades, de entre 1.500 y 15.000 pesetas, el pasado Día de los Inocentes, habían desaparecido tres artistas: Ramón Vargas, retirado del cartel días atrás, aunque el Real informó en el programa de mano del homenaje de que su inasistencia se debía al fallecimiento de su hijo este miércoles; María Bayo, con gripe en Lyon; y Pavarotti, quien alegó estar «indispuesto» para no viajar a la ciudad española desde Roma con Plácido Domingo, presente en el programa como cantante y codirector de la Orquesta Filarmónica de Madrid junto a Enrique García Asensio. Al conocer el público en sus localidades la ausencia de Pavarotti comenzaron los abucheos y los gritos de «¡no hay derecho¡» y un masivo «¡Alfredo, Alfredo!». Entretanto, el gerente del teatro, Juan Cambreleng, intentó apaciguar los ánimos y acabó anunciando la suspensión de la gala y la devolución del importe de las localidades. Una parte del público salió de la sala y continuó en el vestíbulo con los gritos contra el gerente, quien había comunicado desde el escenario los motivos de las diferentes renuncias, incluida la indisposición de Pavarotti. El tenor italiano había ensayado esa mañana sin ningún tipo de problemas con Domingo en la capital italiana. Ambos forman parte del elenco -el español como director de la orquesta- que el viernes intervendrá en una Tosca montada en Roma para conmemorar el centenario de su estreno. El ensayo de Pavarotti La «indisposición» de Pavarotti fue, por lo menos, curiosa. El tenor de Módena compartió ensayo con un Domingo llegado horas antes de Madrid, pues la noche anterior había actuado en la Margarita la tornera, programada estos días en el Real. Al final del ensayo, a la hora de salir con destino al aeropuerto romano para tomar un avión privado puesto a disposición de los dos tenores por el teatro con destino a la plaza de Oriente, el cantante italiano telefoneó a Cambreleng para comunicar su indisposición y su negativa a viajar, ya que la actuación podía perjudicarle para la Tosca del viernes. Por ese motivo, Domingo regresó solo a la capital española, intervino en la gala y volvió a la ciudad italiana para continuar con los ensayos. La actitud de Pavarotti recordó a los asistentes la polémica pública de hace unos años entre Kraus y los Tres Tenores, espectáculo con el que el cantante italiano más los españoles Domingo y Carreras han actuado en campos de fútbol y otros escenarios extraoperísticos y que desagradaba profundamente al intérprete canario. Por este motivo, una parte del público interpretó la ausencia de Pavarotti como un «golpe bajo» a la memoria de Kraus justo el día de la «reconciliación final» entre los cuatro artistas. La familia del gran tenor español no entra, por ahora, en esas consideraciones. Sólo lamentó, en un comunicado hecho público ayer, el escándalo producido el viernes. «Ese no era el día para que salieran a la luz las discrepancias; era el día del homenaje a una persona», reza la nota en la que se pide que no se instrumentalice la figura del tenor. Otro miembro de la familia, Juan Manuel Trujillo, primo segundo del cantante y representante suyo durante casi 10 años, no cree que Pavarotti alegase una falsa indisposición para no acudir al homenaje. Trujillo, que manifiesta que entre los dos tenores había «rivalidad, pero no enemistad», cree que si el artista italiano desistió de desplazarse a Madrid es porque estaba «realmente enfermo». Además, el antiguo representante echa agua al fuego de los incidentes producidos en el Teatro Real con una mirada sobre la historia de la ópera, cuando las diferencias entre los seguidores fanáticos, como considera que eran los que montaron el escándalo del viernes en Madrid, «se dirimían con sangre y bastonazos».
Resaca de una noche para olvidar Como dice Juan Manuel Trujillo, el que fuera representante artístico de Alfredo Kraus, vista la historia de la ópera, el resultado físico del escándalo no fue para tanto, si bien mostró su contrariedad a este diario por el desenlace del homenaje al gran tenor fallecido. Exceptuando dos empleados del Teatro Real que fueron agredidos en pleno maremágnum de insultos y aporreamientos de puertas, y que se recuperan de los golpes recibidos, las que pagaron la ira de los espectadores fueron precisamente las puertas. El público arrancó los pomos de varias puertas en una actitud calificada por Juan Cambreleng, gerente del teatro, como «una muestra no propia de personas cultas sino de personas que carecen de buena educación. Cambreleng aprovechó además la comparecencia ante los periodistas nada más acabar la Gala Lírica Homenaje a Alfredo Kraus para denunciar lo que, a su juicio, pudiera constituir una campaña orquestada contra su gestión al frente del Real: «Hay gente interesada en hacer una campaña contra el Teatro Real», dijo, sin identificar quienes eran estas personas, y elogió el comportamiento de los cantantes «por haber tenido suficiente valor para cantar ante unas circunstancias adversas. Finalmente calificó el resultado de la Gala de «magnífico». Esa misma noche, antes de las declaraciones de Juan Cambreleng, había empezado el proceso para la devolución del importe de las localidades. El gerente informó, en medio de los incidentes y antes de que Carmen Oprisanu empezara con la primera aria el homenaje, de la intención del teatro de devolver el dinero de las entradas. Palabras que fueron recibidas, de nuevo, con un abucheo. Un grupo de personas tomó la palabra al gerente y se dirigió a las taquillas del recinto madrileño con ese objetivo. Al final, los empleados del Teatro Real sellaron el reverso de 125 localidades, señal necesaria para obtener desde las 10.00 horas de mañana el importe de las localidades.
MUNDO CLÁSICO: Un sector de público obliga a retrasar la gala en memoria de Kraus La ausencia de Domingo y Pavarotti encrespó los ánimos de los asistentes. Federico Echanove Madrid
Alfredo Kraus sigue despertando pasiones después de muerto. La caída a última hora del tenor italiano Luciano Pavarotti, en el homenaje que esta noche le tributa el Teatro Real de Madrid, y los subsiguientes abucheos y protestas del público estuvieron a punto de obligar a la suspensión de la gala. Sólo tras el abandono de sus localidades de un sector de aficionados indignados con las ausencias y alteraciones del programa, pudo comenzar el espectáculo, media hora después de la hora prevista. La primera artista en cantar fue la soprano rumana Carmen Oprisanu, que al disponerse a interpretar el aria Parto parto ma tu ven mio, de la ópera de Mozart La clemenza di Titto, se vio sorprendida por una lluvia de programas de mano arrojados desde las localidades del sector de Paraíso del Real, entre gritos de «Kraus no se merece esto» y «Esto es una vergüenza». Al final, la soprano, consciente de que no la dejarían cantar, decidió hacer mutis por el foro. Fue el momento en que el director gerente del Teatro Real, Juan Cambreleng, se dirigió al proscenio y, provisto de un micrófono, intentó dirigirse al público, recibiendo toda clase de imprecaciones. Explicó la ausencia del tenor mejicano Ramón Vargas, por la muerte de uno de sus hijos, acaecida hace dos días. Teresa Berganza tampoco podía asistir, como era su deseo, porque el homenaje le coincidía con actuaciones en otras latitudes, según dijo. En realidad, estas ausencias ya eran conocidas, como también la de la soprano María Bayo, aquejada de gripe. Pero cuando Cambreleng hizo oficial la caída del programa de Pavarotti –«iba a tomar un avión esta tarde, en compañía de Plácido Domingo, pero llamó para decirme que estaba un poco indispuesto», alcanzó a justificar el responsable del Teatro–, el Coliseo se fue abajo entre abucheos. «Que nos devuelvan el dinero», gritaban unos. Aunque lo que predominaba era la invocación de «Alfredo, Alfredo». «Lo sentimos, a veces pasan estas cosas» –se excusó Juan Cambreleng– «pero aquel que no quiera asistir al espectáculo puede salir ordenadamente y se le devolverá el importe en taquilla». Entonces se produjeron escenas de confusión, contempladas de forma más o menos impasible por la esposa del presidente del Gobierno, José María Aznar, por el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, y por el secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés, entre otras autoridades. Mientras la gala seguía suspendida, el grupo de los disconformes trataba de que se le devolviera el dinero en taquilla. En un primer momento se les dijo que hasta el lunes no se realizaría esta operación. «Juan Cambreleng no puede manipular a la gente de esta forma», se quejó una espectadora en esos momentos. Mientras, la gala se reanudaba y como es norma en este tipo de espectáculos, quienes habían abandonado el patio de butacas no pudieron volver a entrar. Entre gritos de «Cambreleng, dimisión», un grupo de aficionados empezó a golpear una de las puertas de acceso ante la atónita mirada del personal del Teatro, algunos de cuyos miembros advirtieron con llamar a la policía. Finalmente, la Dirección del Teatro accedió a reintegrar el importe de las localidades sin esperar un sólo minuto más. Una campaña de protesta Juan Cambreleng, consideró la posibilidad de que «una campaña en contra de esta institución» haya dirigido la protesta de un sector de público que obligó a retrasar más de media hora el inicio de la gala lírica, aunque no precisó el origen de esta supuesta campaña. Cambreleng redujo a «un 10 o un 15 por ciento» del aforo el foco de la protesta, que se manifestó a través de una lluvia de programas de mano sobre el escenario, y de gritos de «Alfredo no se merece esto», «Esto es un timo» o «Cambreleng, dimisión». Calificó el comportamiento de este sector del público como «irresponsable, frustrante y desesperanzador» y reprobó que «se haya llegado incluso a la violencia física, rompiendo varios pomos de la puerta de acceso a la sala, lo cual es impropio de personas civilizadas, y de una casa en la que debe reinar un espíritu de cultura»». La ausencia a última hora del tenor Luciano Pavarotti fue el detonante de las protestas en el Real. Cambreleng aseguró que la Dirección del coliseo «hizo todo lo posible» por que el tenor cumpliese con su compromiso. Según explicó, Pavarotti y Plácido Domingo se encontraban esta mañana en Roma, ensayando un nuevo montaje de Tosca, de Puccini. Hacia las 13.30 –señaló–, Pavarotti le avisó de una indisposición que le impediría actuar esta noche en la Gala en memoria de Kraus. «Hicimos todo lo posible, incluso le pusimos un avión a su disposición, pero su estado no le permitía cantar», declaró Cambreleng, que dirigió a los descontentos la siguiente pregunta: «¿Qué hubiesen preferido, que viniese a cantar en malas condiciones?». Cambreleng anunció que la recaudación de la gala, unos 15 millones de pesetas a los que habrá que descontar el importe de las entradas devueltas por un sector del público, se destinará a una obra social de Las Palmas de Gran Canaria, «tal y como ha sido el deseo de Su Majestad la Reina Doña Sofía y de la familia de Alfredo Kraus»
ABC, domingo 12 de diciembre
«Margarita la tornera»: el Teatro Real apuesta por la última opera de Chapí
124 de febrero de 1909 se estrenaba en el Teatro Real «Margarita la tornera», la última gran obra del maestro Chapí, quien moriría tan sólo un mes más tarde. Noventa años casi noventa y uno después, hemos recuperado esta leyenda lírica en tres actós divididos en ocho cuadros con libro de Carlos Fernández Shaw basado en la leyenda de Zorrilla y con música de Ruperto Chapi, un autor de la máxima importancia en el doble campo de la zarzuela y el género chico, pero cuyo temperamento dramático, oficio de compositor e inspiración hubieran podido verterse en obras de mayor ambición y envergadura que las de aquellas pocas bien es cierto que magníficas que han permanecido vivas en nuestro repertorio lírico. Y ¿por qué lo que Chapí escribió sobrevolando por encima de lo que su entorno demandaba y le proporcionaba éxito y beneficios inmediatos ha quedado tan postergado? No cabe aquí ensayar una respuesta argumentada, poro, tras ver y escuchar «Margarita la tornera», queda claro que voces como a de su paisano Óscar Esplá, que han mostrado su admiración por el talento dramático-musical del maestro de Villena, tenían sus razones.
Matos, Domingo, García Navarro y Sagi encabezan los méritos del equipo artístico que ha puesto en pie esta producción del Teatro Real. Nuestro aplauso quisiera que fuera un poco más allá del habitual ante una buena representación, para subrayar un hecho que entiendo fundamental: cuanto queramos hacer en pro de nuestro repertorio olvidado u oculto, si de verdad creemos en. su calidad, hay que hacerlo así. Sin timideces, sin el sentimiento paleto de que con lo nuestro es con lo que se puede ahorrar. Antes al contrario, una producción cutre de «Rigoletto» no va a hacer daño ninguno a «Rigoletto» ni a Verdi, mientras que producciones cutres de lo que se intenta demostrar que merece la pena, dan al traste con quienes lo intentan y lo que es más triste con el propio producto. El Real, después de «Orfeo» y de «Otello», se la ha jugado con «Margarita la tornera». Dios me libre de insinuar que se trata de obras de la misma altura, pero no insinúo, sino que afirmo, que el Real ha ganado esta baza. «Margarita la tornera» es una obra admirable de un gran compositor teatral. No puede ser una obra redonda, porque, para empezar, el libreto dista de ser bueno: y no me refiero, naturalmente, a la truculencia del asunto el repertorio operístico está lleno de truculencias y debilidades teatrales, sino a la calidad literaria y a la propia condición del libreto como texto para ser puesto en música: sobran muchas palabras, muchísimas silabas que no embellecen ni aclaran las situaciones y, en cambio, encorsetan al compositor. Por lo demás, Chapi demostró aquí categóricamente su magisterio en el arte de poner música a lo que le echaran. Elisabete Matos cantó bien y vivió con entrega su personaje: hace una Margarita humanísima, más creíble de lo que pueda ser su papel leído. Plácido Domingo sigue dando lecciones magistrales de su dominio de la escena y de la voz: cantó con bravura unas veces, con lirismo donde cabe, pronunciando siempre con claridad que no tiene fácil parangón. Ángeles. Blancas compone una atractiva y brillante Sirena, aunque la picarona «zarabanda» del acto segundo acaso no cuadre en lo mejor de su registro: en todo caso es un valor seguro y, una vez más, quedamos a la espera de volverla a escuchar. Impecables Stefano Palatchi (en su papel de ese Leporello de los madriles que se llama Gavilán), Ángel Odena como Don Lope y María Rey en su breve, pero delicada, intervención en la escena final. El Coro de la Orquesta Sinfónica de Madrid, mejoren calidad vocal que en ajuste métrico. Muy bien la Orquesta, una vez más haciendo un trabajo muy eficaz y profesional conducida por su titular, García Navarro. La dirección del maestro valenciano no sólo es práctica para que todo aparezca en su sitio, sino comprometida con la partitura y reveladora de sus condiciones como director de foso: el pulso musical no decae en ningún momento.
La producción escénica dirigida por Emilio Sagi es sencilla, eficaz y atractiva. Dominada por las oscuridades, como corresponde, a lo tenebroso de los hechos, resuelve con inteligencia y belleza las transiciones especialmente notables los pasos del primero al segundo cuadros del primer acto y el del cuadro segundo al tercero, en el acto segundo y mueve siempre muy bien a los protagonistas y figurantes.
Una buena ópera española servida con los mejores medios. Sesiones así suponen una acción cultural, frente a tantas otras que son simplemente motivo para el disfrute de unos pocos miles de personas: ¡nada menos! pero también nada más. José Luis GARCÍA DEL BUSTO

EL PAIS, Domingo 12 diciembre 1999
RECUPERACIÓN DE MARGARITA LA TRONERA ¿Quién teme a la ópera española? Orquesta Sinfónica de Madrid. Margarita la tornera De Ruperto Chapí. Libreto: Carlos Fernández Shaw, basado en la obra de José Zorrilla. Director musical: García Navarro. Director de escena: Emilio Sagi. Escenógrafo y figurinista: Llorenc Corbella. Coreógrafa: Angels Margarit. Con Elisabete Matos (Margarita), Ángeles Blancas (Sirena), Plácido Domingo (don Juan de Alarcón), Ángel Ódena (don Lope de Aguilera) y Stefano Palatchi (Gavilán). Orquesta y coro de la Sinfónica de Madrid. Teatro Real. Madrid, 11 de diciembre 1999. JUAN ÁNGEL VELA DEL CAMPO
El primer conflicto que surge ante la recuperación de una ópera como Margarita la tornera, de Ruperto Chapí, estrenada en el Teatro Real hace 90 años y luego abandonada en el reino de las sombras, viene de la desconfianza de un amplio sector del público hacia el repertorio operístico español tradicional. Otra cuestión es que una política cultural mínimamente coherente debe procurar recuperar y sacar a la luz el patrimonio olvidado, sobre todo si el silencio ha sido históricamente injusto. La unión de musicología y espectáculo responde en primer término a una pareja de conveniencia, pero debe fundamentarse en una colaboración estable y firme. La condición imprescindible para que un proyecto de rescate como el de Margarita la tornera no se vaya directamente al limbo es que se haga en las mejores condiciones imaginables. Por la última ópera de Chapí se ha apostado fuerte. A la edición crítica realizada por un compositor tan riguroso como José Luis Turina se ha unido la presencia de un tenor poderoso como Plácido Domingo y las direcciones musical y artística de dos de las fuerzas vivas de la ciudad: García Navarro y Emilio Sagi. Otro tema es si se da prioridad a los valores de autenticidad o a los coyunturales. De la partitura revisada se han cortado escenas de una duración total de unos 15 minutos, y algunos diálogos se han cambiado haciéndolos más próximos a los de uso cotidiano hoy. Plácido Domingo comentaba, por ejemplo, que había trasladado lo de «fortuna por mí lograda, joya, mujer y moneda» por «fortuna por mí lograda, mujer por mí conquistada». Son detalles que afectan a la fidelidad, pero que se hacen con intención de ganar en comunicación. No siempre se consigue este acercamiento y, sobre todo, en lo referente al lenguaje a veces se pierde el encanto de una forma de expresión. Margarita la tornera es una ópera desigual, que posee algunos momentos espléndidos. El libreto, en fin, es infumable, algo que en la ópera no es tan insólito, aunque a los ojos del espectador que contempla este título por primera vez es algo que distancia. Chapí es un gran orquestador, pero cuando mejor funciona Margarita la tornera es cuando posee tensión dramática. Hay tensión, especialmente, en el cuadro final del primer acto, con la decisión de dejar el convento de la protagonista. También la hay en el último acto, con una depurada realización orquestal y un hermoso dúo de la pareja formada por don Juan y Margarita. El acto segundo es bastante desconcertante en su función de extraño scherzo . Los mejores momentos de la obra se alcanzan cuando está en escena Margarita. La unidad orquestal está, de todas formas, más conseguida que la vocal. Curiosamente, los resultados artísticos son más acertados en los mejores momentos de la ópera. En el cuadro final del primer acto, Emilio Sagi, García Navarro y Elisabete Matos hacen una lectura magistral. En realidad, García Navarro y E. Matos mantienen bien el tipo en toda la obra. Sagi se plantea un segundo acto en exceso sofisticado. Trata de evitar el folclorismo, pero no da una alternativa narrativa clara. Está mejor con los espacios desnudos, cuando se concentra en los personajes. Plácido Domingo resuelve con elegancia su papeleta, así como Angel Ódena y cumplen satisfactoriamente Ángeles Blancas y Stefano Palachi. Chapí sale reivindicado. Los valores históricos han sido, en esta ocasión, prioritarios.

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