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Por Publicado el: 11/12/2004Categorías: Crítica

“El asombro de Damasco”, Obviedad, ningún asombro

“El asombro de Damasco”
Obviedad, ningún asombro
“El asombro de Damasco” de P.Luna. M.Rey-Joly, C.González, E.Ruiz, A.Carmona, N.Hernández, M.Sola, R.Castejón, J.A.López, A.García, etc. Coreografía: N.Castejón, Estenografía y figurines: A.Garay. Dirección escénica: J.Castejón. Dirección musical: M.Roa. Coro del Teatro de la Zarzuela y Orquesta de la CAM. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 10 de diciembre.
“El asombro de Damasco” de Pablo Luna con textos de Antonio Paso Cano y Joaquín Abati, estrenada en 1916, es una rara-avis en el repertorio zarzuelero, puesto que no se puede enclavar exactamente en el género, sino que resulta una mezcla exótica entre la opereta, el musical y la propia zarzuela. No estamos ante una pieza maestra, pero sí ante una obra de escucha amable en la que ciertamente existen muchos diálogos, pero abundan los números musicales. El problema fundamental de este tipo de obras es que el tiempo ha dejado una profunda huella en ellas. El musical de hoy día ha renovado el género y la ha espectacularizado. Aunque “El asombro de Damasco” está muy bien presentado en el Teatro de la Zarzuela tanto en decorados como en figurines, se queda en poco con los musicales actuales y se plantea la duda de hasta qué punto no son ya prescindibles las voces “operísticas” e irían mucho mejor actores-cantantes de casting con amplificación. De otro lado el texto, que en su día pudo parecer algo picante, se ha quedado monjil por mucho que se le fuerce, como se fuerza en esta adaptación hasta caer en la obviedad. El momento que más divierte es el más disparatado y obvio de todos: el número del Cadí de Damasco con su afeminada corte masculina, acompañado de un texto burdo y casi soez.
La representación, de una par de horas, entretiene y será mucho el público que vaya a logre pasar un buen rato, valorando la puesta en escena de Jesús Castejón, los atractivos decorados y unas actuaciones escénicas que se hallan muy por encima de las vocales. Afortunadamente se ha establecido ya la costumbre de subtitular también la zarzuela, puesto que no todas las intervenciones son perfectamente audibles. Coro y orquesta ayudan, bajo la siempre viva dirección de Miguel Roa, a la fluidez de la representación. En el ambiente queda sin embargo la impresión de que el mismo equipo tuvo ocasión de mayor lucimiento en “El niño judío”. Gonzalo ALONSO

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