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Por Publicado el: 18/05/2013Categorías: Crítica

EL ATLÉTICO-ZARZUELA SUMA PUNTOS

EL ATLÉTICO-ZARZUELA SUMA PUNTOS

Teatro de la Zarzuela
NEBRA: Viento es la dicha de amor. Beatriz Díaz, Yolanda Auyanel, Clara Mouríz, Ruth González. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta Barroca de Sevilla. Dirección musical: Alan Curtis. Dramaturgia: Andrés Lima. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 17 de mayo de 2013.

No es muy dado al firmante a las comparaciones deportivo-musicales, que divierten a mi compañero Gonzalo Alonso, pero hay ocasiones en que parecen inevitables: el pasado viernes coincidían en hora y urbe la final de la Copa del Rey y el estreno de la nueva producción del Teatro de La Zarzuela, que además acaba de anunciar su programación 2013/14. Y es casi inevitable no destacar el buen hacer, la inteligencia, y hasta la presentación del modesto pez chico frente al grande, esto es, el Atlético-Zarzuela ante el Real-Mortier. Y es que frente al prepotente y engreído Mourinho-Mortier (la doble “M”) está el discreto y elegante Simeone-Pinamonti, que confía en el equipo, el grupo, en este caso el excelente conjunto técnico-humano del teatro de La Zarzuela. Y frente a las propuestas estrambóticas, a veces casi suicidas, del descapitalizado coliseo de la Plaza de Oriente, el incombustible –a pesar del incendio de 1909- y modesto, menos de la quinta parte de presupuesto de su “hermano mayor”, teatro de la calle Jovellanos anuncia una valiente, coherente, atractiva y, sobre todo, musical temporada venidera, mientras va cerrando la actual con el rescate de la zarzuela dieciochesca “Viento es la dicha de amor”, de 1743, debida a José de Nebra. No hay que confundir a este, aragonés, con el sevillano Blasco de Nebra, tío y sobrino respectivamente.
El director de escena Andrés Lima ha concebido un espacio –“poema lírico sobre el deseo” lo titula- en el que la música de la zarzuela o égloga mítico-pastoral de Nebra se mezcla con dos, llamémoslas, variantes: de una parte, “poesía amorosa de los siglos XVII al XXI” –cito de nuevo a Lima-, generalmente mal, o muy mal, recitada, dicha o parloteada, entreverada con la música, que afortunadamente es respetada en su integridad y circunstancias; de otra, una acción dramática –llamémosle también así- que acaece en un gélido balneario entre montañas. Pasan casi 10 minutos de innecesario y errabundo deambular escénico –entre risitas y chorradas verbales varias- hasta que el vibrante y conciso primer coro de Nebra, “Fuego, fuego”, arranca la obra. Y lo superfluo es que los 100 minutos de música del de Calatayud no precisan de ayuda, adorno o complemento, se sostienen por sí solos.
Pero, con todo, la proposición en conjunta tiene belleza visual, ágil movimiento de figurantes –a veces excesivo- y una seriedad conceptual que ya querríamos en el Real-Mortier. Se ha empleado una nueva edición de la obra debida a José Máximo Leza, autor también de un magnífico ensayo en el libro-programa, versión que no difiere en demasía de la utilizada por Christophe Coin en su magnífica grabación de 1996. El maestro americano Alan Curtis dirigió con entusiasmo y solidez a la muy competente Orquesta Barroca de Sevilla, creada en 1995, y a un conjunto de solistas vocales, fundamentalmente femeninos, que cantaron con más discreción que convicción.
He hablado antes de libro-programa. Hasta en esto, la misma presentación, el Atlético-Zarzuela desbanca al Real-Mortier: libro en colores de 88 páginas –frente al cuadernito en que se han convertido los otrora excelentes programas del Real-, con artículos de Lima y Leza, textos de Calderón y Ovidio, libreto completo de obra y acotaciones escénicas de la producción, detallada cronología del compositor, sinopsis pormenorizada número a número, fotografías del montaje y resumen de la exposición que acompaña a las representaciones. O sea, hacer bien las cosas dentro de un riesgo delimitado por la lucidez. Ya querríamos a Paolo Pinamonti “entrenando” en el equipo de al lado… José Luis Pérez de Arteaga

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