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Por Publicado el: 27/11/2017Categorías: Noticias

El tenor que vino a sacarnos los colores

El tenor que vino a sacarnos los colores

A pesar de que, para qué engañarnos, los afroamericanos tienen una gran facilidad para convertir su garganta en una mina de oro, han sido muy pocos los que han llegado al estrellato en la ópera, y siempre demostrando que eran infinitamente mejores que sus colegas de piel blanca.

A efectos, tuvo que llegar 1955 para que una cantante de color, la contralto Marian Anderson, pisara por vez primera las tablas del Metropolitan, no sin que antes las Hijas de la Revolución Americana la prohibiesen cantar en el Constitution Hall por el color de su piel y tuviera que intervenir Eleanor Roosevelt para que pudiera hacerlo en 1939, ante 75.000 personas, en las escaleras de Lincoln Memorial.

Entonces llegó una indiscutible diva, Leontyne Price, la primera que apareció en la televisión americana como cantante de ópera, eso sí, con 11 ciudades del profundo sur americano que vetaron esa emisión. Su voz era tan indiscutiblemente perfecta como para que los norteamericanos tuvieran que aceptar su protagonismo en el Antony and Cleopatra de Samuel Barber, que abrió las puertas del nuevo Metropolitan en el Lincoln Center.

Tras ella llegaron muchas grandes: Grace Bumbry, Shirley Verrett, Martina Arroyo, Reri Grist, Jessye Norman, Barbara Hendricks o Kathleen Battle… pero siempre fue bastante sospechoso los pocos hombres que conseguían hacer una carrera, entre ellos los bajos Simon Estes y Eric Owens.

Los tenores seguían pintándose la cara de negro para cantar Otello, pero parece que a los estamentos y al público se les seguía atragantando ver a un Conde de Almaviva de piel negra, aunque los directores de escena hubieran replanteado la obra en el siglo XXV y en la luna.

Lawrence Brownlee es ya el primer tenor afroamericano que lo consigue. Este año, sin ir más lejos, ha recibido el premio de cantante del año en los International Opera Awards.

Nacido en Ohio, se ha tenido que pelear para llegar tan lejos. De joven tuvo un profesor que le dijo que tenía que ser mejor que un chico normal sólo para ser considerado su igual, y que además tendría que tener algo especial: «Quiero que la gente diga que lo que hago no es la norma, sino algo especial. Eso es lo que me da a mi, un afroamericano bajito que ahora está menos rechoncho que antes, una oportunidad para luchar por hacer lo que siento que nací para hacer», dice Brownlee.

«La gente sabe, tras el paso de Obama por la presidencia, e incluso los que van gritando «Make America Great Again», que este país es un crisol multicultural. Aún así hay personas que siguen pensando que una persona gay no es tan buena como una persona heterosexual, que una mujer no es tan buena como un hombre, que un negro no es tan bueno como un blanco… Todavía existen esos prejuicios. Para todos aquellos que no creyeron en mí, mi éxito es mi recompensa. No quiero alardear de ello, ni reírme de esa gente diciéndoles que he demostrado que estaban equivocados, sólo quiero que vean que estaba lo suficientemente comprometido con la ópera como para hacer realidad mi sueño».

Alabado por la belleza de su voz y su agilidad técnica, el día 6 llega al Real de la mano de Fundación Excelentia juanto a la Orquesta Clásica Santa Cecilia y Kynan Johns a la batuta, para seguir demostrando esa firmeza. Nos cantará las arias que ya le han dado las mejores críticas en todo el mundo, como las rossinianas «Ecco ridente» de El barbero de Sevilla, «D’ogni piu sacro impegno» de L’occasion fa il Ladro o «Ah, vieni, nel tuo Sangue» del Otello, o aquellas de Donizetti como «Com’è gentil» y «Cerchero lontanò terra» de Don Pasquale y la bellísima «Una furtiva lagrima» de L’elisir d’amore.

Eso sí, terminará con alguna sorpresa que nos recordará esos orígenes tan bellos de su garganta de oro.

Brownlee ha grabado esta canción en honor al movimiento americano «Black Lives Matter» en una iglesia histórica de Harlem

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