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Por Publicado el: 19/02/2017Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

El zorro en el gallinero

El zorro en el gallinero

La mayoría de nuestras instituciones culturales con peso se encuentran en manos de los políticos. Hay excepciones en las que la sociedad civil ha tomado el protagonismo, pero son pocas. Los políticos suelen cambiar en plazos aún menores que una legislatura y gran parte de los que encabezan estas instituciones, antes de acceder a esos cargos, han estado ajenos tanto a su gestión como a su propio contenido cultural. El resultado son decisiones frecuentemente erráticas. Abordaremos próximamente varias de ellas, como las  remuneraciones de los gestores, pero hoy nos centramos en un mal muy extendido.

¿En cuantas ocasiones se encarga la gestión a directores musicales o escénicos? Sin duda más de las deseables. Ahora mismo existe esta situación en varias instituciones españolas, como el Festival de Santander, la Semana Religiosa conquense o el Palau de les Arts y se rumorea que otro tanto podría acaecer en el Festival de Granada con el nombramiento de Heras-Casado. De entrada una cosa es dirigir una orquesta y otra gestionar. ¿Acaso los responsables de las entidades citadas tienen experiencia en esto último? ¿Cómo puede sacar tiempo un director de orquesta en plenos inicios de una carrera internacional, cuya consolidación ha de ser su primer objetivo, para planificar y gestionar un festival? ¿Quizá a través de un segundo? Me viene a la memoria el caso de Plácido Domingo en Washington o Los Ángeles y las razones por las que el Met, donde es tan admirado y querido, no contempló su candidatura como intendente.

Pero aún hay otro aspecto de no menor relevancia. Igual que una empresa jamás dejaría a su tesorero ser el contable por los riesgos como los desfalcos que supone, una institución no puede dejar que su responsable se halle libre de gestionarla en función de sus intereses personales. ¿Cuáles pueden ser estos? De entrada los del agente que lleva su carrera. Es frecuente que directores escénicos o de orquesta se apoyen excesivamente en sus agentes a la hora de la contratación de solistas. Es bien conocido que esto ha sucedido en más de un teatro y una orquesta española, en los que los repartos parecían el book de una determinada agencia musical. De otro, la tentación de los «intercambios»: tu vienes a dirigir en mi orquesta y yo voy a la tuya. Tu firmas una escena en mi teatro y yo en el tuyo. Yo alquilo las producciones de tu teatro a cambio de que me encargues una en él. Podrían ponerse una cuantos ejemplos recientes de tales tácticas y muchas carreras se han hecho así. De hecho ¿por qué un director de orquesta o escénico de cierto peso accedería a encadenarse a una institución por menos de 60.000€ anuales a no ser completando ingresos con tales intercambios? Y, abordaré próximamente, más por extenso, el tema de las remuneraciones de los auténticos gestores y de los directores orquestales o escénicos en otras funciones, así como sus compatibilidades. Pero los políticos no se enteran, no quieren enterarse o se hallan en una rueda similar y, así, el zorro se merienda el gallinero. Bien lo sabía Wolfgang  Sawallisch cuando se mostró totalmente en contra de estas políticas. Gonzalo Alonso

Un comentario

  1. 0Db 07/03/2017 a las 10:50 - Responder

    Pues vamos a por otro…. ¿Axelrod como gerente de la ROSS?

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