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Por Publicado el: 31/01/2011Categorías: En la prensa

En la muerte de Margaret Price

OBITUARIO
Margaret Price, soprano
La “voz de nata”
 
JUSTO ROMERO, El Mundo
Grande entre las grandes, la soprano galesa Margaret Price falleció el viernes en su domicilio de Gales, cercano a Cardigan, a causa de una parada cardiorrespiratoria. Contaba 69 años y su vocalidad refinada, elegante, homogénea e inigualable la hizo acreedora al elogioso calificativo de “voz de nata”. Su perfecta dicción y la entidad comunicativa que imprimía a sus interpretaciones la convirtieron en una de las más reputadas intérpretes del repertorio mozartiano.
Margaret Price actuó, grabó y cantó junto a los mejores. En la historia de la discografía quedan sus antológicos registros de óperas como Un ballo in maschera (junto a Luciano Pavarotti y Georg Solti), Tristán e Isolda (en la ya legendaria versión de Carlos Kleiber) o Don Giovanni (de nuevo con Solti). También su famosa grabación de la Misa solemmis, de Beethoven, llevada al disco en 1975 con la Filarmónica de Viena dirigida por Karl Böhm.
Adorada por todos los públicos, y muy especialmente por sus paisanos británicos, era una persona afable, sencilla, generosa compañera y de una profesionalidad que ni siquiera sus frecuentes cancelaciones pudieron eclipsar. Nada que ver con la estereotipada imagen de una diva del belcanto.
El director de escena Alexander Herold, que trabajó con ella cuando se presentó en el Covent Garden como Norma, recordaba ayer la impresión que le causó al visitarla en el camerino minutos antes del estreno para desearle suerte: “Estaba hecha un flan, temblando de los nervios. Me impresionó ver a una cantante tan célebre y ya con tan importante carrera a sus espaldas tan atemorizada por salir en público”. Ese temor respondía también al hecho de que Margaret Price temía la comparación con otras tres grandes sopranos que habían sido aclamadas anteriormente en este mismo rol en la exigente escena londinense: todo el mundo tenía en mente las interpretaciones de Maria Callas, Joan Sutherland y Montserrat Caballé.
“Me pidió”, prosigue Herold, “que no me marchará, que me quedará allí, a su lado, hasta el instante mismo de salir a escena”. Luego, cuando comenzó su famosa aria, Casta diva, todo se transformó en quietud y belleza vocal. Fue un milagro ver cómo en un santiamén aquella señora atemorizada del camerino se transformaba en escena en la inmensa sacerdotisa Norma”. Fue un éxito parangonable a los obtenidos por el triunvirato Callas-Sutherland-Caballé.
Su “inmejorable elegancia” vocal la convirtió en una de las más reconocidas mozartianas de su tiempo. Fue precisamente con un papel mozartiano, el Cherubino de Las bodas de Fígaro, con el que debutó en su carrera profesional, en 1962, en la Ópera Nacional de Gales, tras haber concluido sus estudios en el Trinity College de Londres. Dejó a sus paisanos boquiabiertos. De inmediato corrió la voz del nuevo prodigio vocal, y los responsables artísticos del Covent Garden no dudaron en llamarla para reemplazar a Teresa Berganza en unas funciones programadas en las que la diva madrileña debía de cantar el papel de Cherubino.
El éxito volvió a repetirse, y desde entonces su figura se convirtió en constante en la programación de la Royal Opera House. También en Glyndebourne y en los principales teatros y salas concierto del mundo. Generalmente, interpretando los grandes roles mozartianos: Cherubino, Fiordiligi, Constanza, Pamina, Condesa, Donna Anna…
​La imparable y creciente proyección internacional de su carrera en absoluto la alejó de sus orígenes. De hecho, mantuvo siempre su presencia en la Ópera de Gales, donde dio vida a sus más emblemáticos roles. Con el paso del tiempo, su voz se ensanchó sin perder nunca su transparente belleza vocal. Gracias a esta evolución bien encauzada, pudo ampliar su repertorio a nuevos personajes. Se convirtió en una straussiana de fuste. Pero el punto culminante en este proceso vocal fue su incursión en el dramático rol de Isolda, que llevó al disco a principios de los años ochenta en Dresde, junto a la Staatskapelle y Carlos Kleiber, y un reparto de campanillas en el que también figuraban René Kollo, Brigitte Fassbaender, Dietrich Fischer-Dieskau, Kurt Moll y Anton Dermota.
​Aclamada en los mejores escenarios, como la Scala de Milán, el Metropolitan de Nueva York o las Ópera de Viena y Baviera, que le otorgaron el codiciado título de Kammersängerin (cantante de la Corte). No fueron estos los únicos reconocimientos obtenidos a lo largo de su ejemplar carrera. La propia reina Isabel II de Inglaterra le había otorgado el título de “Dama de la Orden del Imperio Británico”. Retirada de los escenarios desde 1999, pasó sus últimos años alejada de los oropeles líricos, dedicada a la cría de perros de la raza Golden Retriever en la granja que poseía en la pequeña localidad marítima de Ceibwr Bay, en su siempre amado Gales natal.
 
Margaret Price, nació en Blackwood, Monmouthshire, Gales (Reino Unido), el 13 de abril de 1941, y falleció el 28 de enero de 2011, en Ceibwr Bay, Cardigan, Gales (Reino Unido), con 69 años.
 

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