No se imaginan ustedes lo caldeada que anda la temperatura musical. Los resultados de las elecciones han generado muchas esperanzas y también muchas desilusiones. 
Empiezo por las máximas y, seguro, más costosas. Esas que, al contarlas, también lo serán para mí, porque me aborrecerán por ello e incluso llamarán a mis jefes. Luis María, Blanca y Gonzalo, prepararos. Don Cristóbal espera ser el compositor estrella de la nueva era. Por su casa-castillo y festival leonés han pasado Zp y Sonsoles. Yo apoyo que, en el centenario del cervantino, el Real repusiera Don Quijote, en versión íntegra de Wernicke y con subtítulos. No apoyaría en cambio, de ninguna forma, que se abordase una nueva producción fuera donde fuera, pues la del Real ya nos costó más de 150 millones de pesetas. Como para enterrarla. Y, naturalmente, no es el único con esperanzas de esa ilustre familia. García Abril, siempre a flote entre tres aguas, espera más cosas además de que perviva el concurso de piano que, bajo su nombre, empieza en su Teruel natal.
Hay interpretes muy próximos al Partido Socialista con grandes esperanzas, pero muchos de ellos no entrarán en el reino de los cielos, porque sus paladines e influencias pertenecen al pasado. Recibirán un premio de consolación, que les sabrá un tanto amargo.
A José Carlos Plaza -voy con los directores escénicos- se le está pasando el disgusto de la Real destrucción de su «Ernani». Y Pascual se frota los ojos, pues aún no se lo cree. También existen ilusiones en los medios de comunicación. Un amigo, comentarista musical para más detalles, espera dejar de navegar a vela y hacerlo en catamarán.
Camps descorcha botella tras botella por Valencia. Una quizá con Noseda. También espera la Orquesta de Sevilla, donde Calvo y Angulo -la una por la otra, la casa sin barrer- inventaron el cargo de director musical fantasma. Como esperan los músicos de la OCNE, siempre supervivientes en la isla de los funcionarios.
Y, por esperar, espera Esperanza ver que pasa con la renegociación de las transferencias de sanidad con Elena Salgado, relevada por ella en el Real. Ver para creer. Y ya no esperan, porque están ante una realidad, olvidados que, como Aberasturi, regresan a las tertulias.