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Por Publicado el: 04/07/2006Categorías: Crítica

Inauguración del Teatro del Escorial: Una fiesta por todo lo alto rodeada de interrogantes

Inauguración del Teatro del Escorial
Una fiesta por todo lo alto rodeada de interrogantes
Obras de Verdi. B.Fritoli, S.Ganassi, F.Furlanetto. Orquesta y Coro del Mayo Musical Florentino. R.Muti, director. Teatro-Auditorio de San Lorenzo de el Escorial, 3 de julio.
Esta no es para quien firma una crítica más, sino la crónica de sentimientos enfrentados ante una inauguración con sabor agridulce. Les tendré que explicar el motivo. Corría el invierno de 1999 cuando Alberto Ruiz Gallardón, entonces Presidente de la Comunidad de Madrid y un servidor cenábamos en un conocido restaurante de San Lorenzo. Allí se decidió poner en marcha un proyecto del que se venía hablando desde hacía años sin llegar a concreción alguna. El 22 de junio de aquel mismo año, en una multitudinaria reunión en la CAM con diferentes personalidades ligadas al Escorial, se oficializó la construcción de un teatro-auditorio en San Lorenzo.
Desde entonces han sido muchas mis intervenciones para ayudar al buen fin de un proyecto para la villa en donde nacieron mi padre y mi abuelo. Desde localizar el solar y negociar su compra y posterior expropiación hasta diseñar un proyecto cultural, pasando por la recomendación del equipo técnico y otras muy varias cuestiones, nombre incluído y no sin disgustos. Todo ello sólo por ilusión. Hoy, siete años después, se inaugura este edificio, que debería ser más que un teatro-auditorio, puesto que debería ser una fábrica de sueños y de saber. Uno, por las razones apuntadas, no puede dejar de sentir satisfacción al ser ya una realidad como teatro-auditorio, pero esa lógica satisfacción va acompañada del poso amargo ante el temor que a partir del dos de agosto mueran las ilusiones y no se transforme en fábrica de sueños y saber. Esta semana se publicará en el boletín oficial de la Comunidad de Madrid el concurso para su privatización.
Se puede escribir -y lo hacemos- la crónica social de esta inauguración, la crítica del concierto inaugural de un teatro o de algo más, como debe ser un festival, pero lo más importante sería comentar el contenido futuro de un proyecto, que no su contenedor. Pero no podemos, porque sólo se conoce su funcionamiento para los próximos treinta días. Jorge Cuya, desde la Fundación de la Orquesta y Coro de la CAM y una vez recibido el encargo y en apenas tres meses, ha diseñado una programación que, dadas limitaciones y condicionantes, supone casi un milagro. Se había pensado en un acto multimedia mucho más espectacular, con diferentes localizaciones como el viejo pero precioso teatro Carlos III, las dos casitas principescas y el propio Monasterio, pero el plazo lo impidió. Afortunadamente se ha podido contar con un concierto de primer orden en solistas, conjuntos y director y diseñado para la ocasión. Además ha sonado por fin, aunque hayan sido sólo unos fragmentos, la obra «prohibida» hasta hoy en la localidad, el «Don Carlo» verdiano. Muti, como Gardiner y otros directores, desean ofrecerla escénica e íntegramente el verano próximo. ¿Por qué no hacer de esta obra para El Escorial lo que es «Aida» para Verona? La soprano Barbara Frittoli cantó con línea «Tu che la vanità», mientras que la mezzo Sonia Ganassi aportó convicción y pasión en la «Canción del velo» y «O don fatale». Ambas con mayor lirismo de lo habitual en el pasado. Por su parte el bajo Ferruccio Furlanetto llevó magisterio al aria de la soledad de Felipe II y la entrega de quien sabe que su personaje duerme la eternidad a pocos pasos. Faltó lo mejor de la obra, el dúo entre el Rey y el Gran Inquisidor, pero la sombra de la Inquisición es alargada. Bien coros y orquesta y soberbio, como siempre en este repertorio, el maestro Muti. La acústica quizá demasiado brillante desde el patio de butacas. Triunfo total aunque el «Stabat Mater» y el «Te Deum» de las «Cuatro piezas sacras» rebajasen la tensión. ¡Qué pena no haber finalizado con la escena del auto de fe del tercer acto de la ópera!
Pero lo importante es el futuro y la inauguración ya es pasado. La Comunidad de Madrid debería ahora convertir el edificio en una fábrica de sueños y ciencia escénica y su Consejería de Cultura sabe cómo hacerlo. Sólo hace falta que lo disponga su Presidencia, por cierto con una familia ligada a la localidad desde 1890. El Escorial no es un pueblo cualquiera. ¿Qué teatro sin ser de gran ciudad se ha previsto inaugurar con tal solemnidad? Los Reyes por fin podrán visitar la villa, no para ser enterrados o asistir a funerales por sus antepasados, sino para disfrutar. Será otro día no ensombrecido por un triste accidente como el de Valencia, causa de la suspensión de los festejos posteriores al concierto y del minuto de silencio inicial, al que yo uno desde aquí mis condolencias.
Presidenta, abra sus ojos e ilusionese por un autentico proyecto cultural, no por una privatización a secas y disculpe la sinceridad de mis sentimientos agridulces e inquietudes. Gonzalo Alonso

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