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Por Publicado el: 26/03/2015Categorías: Crítica

Joan Baez, guerra y paz

Gira por España
Joan Baez, guerra y paz
Joan Baez, Dirk Powell, Gabriel Harris y Grace Stumberg. Teatro Nuevo Apolo. Madrid, 24 marzo

Baez

Setenta y cuatro años, cincuenta y siete de carrera, más de treinta discos con canciones en casi una docena de idiomas reflejan una labor intensa y admirada, no ya por el público, sino también por compañeros de profesión como Bob Dylan o Johnny Cash. Corrían los años sesenta y unos, los más lights, cantaban el “Let’s go to San Francisco” de Scott McKenzie o el “San Franciscan nights” de Eric Burdon mientras otros, los más comprometidos, coreaban el “We shall overcome” o “Blowind in the wind”. Han pasado cincuenta años, ya no hay Vietnam pero sí quedan abiertos otros muchos frentes bélicos y la melancolía de un tiempo pasado que no está tan lejos y que, de alguna forma, se renueva en estos últimos años. Al público bien maduro que mayoritariamente copaba un abarrotado Teatro Apolo se unía una generación más joven, nuevamente batalladora bajo el peso del desempleo y la corrupción.

Joan Baez, la del Woodstock de 1969, fue un símbolo y hoy es un refugio para la añoranza, aunque afortunadamente no es sólo eso, porque su repertorio contiene una calidad que sobrevuela sobre simbologías y recuerdos. De ahí que se pase por alto la gran verdad que encerraban las palabras de “Llorona” –“Y ahora ni sombra soy”- porque ni el fiato ni aquella voz aguda y cristalina de soprano brillan como entonces. Lo suple con una entrega ejemplar, más de hora y media sin salir del escenario y, sobre todo, con una personalidad arrolladora que ella hace bien en mostrar al desnudo, sólo con una guitarra, en las primeras canciones. Luego contaría con la ayuda de una vocalista, su hijo percusionista y un polifacético multiinstrumentista al banjo, piano o violín. Ya desde “There but for Fortune” y “Love is just a four letter Word” conquistó al público, aún más encantado por el detalle de ofrecer varias canciones en español: “”Llegó con tres heridas”, la nicaragüense “Mi venganza personal”, la citada “Llorona” en la que no pudo evitar que algunos recordásemos a Chavela Vargas, “No nos moverán” y muy especialmente “A galopar” de Ibañez, cantada leyendo el texto en una cuartilla, aunque esta vez quedó en el tintero “El preso número nueve”. Entre unas y otras “Diamonds and rust” de la propia Baez, la tradicional “Lily of the West”, la coreada “Donna, donna, donna”, el “Long black veil” de Cash, “It’s all over now” de Dylan, “The haus of the rising sun” de Burdon o “Suzzane” de Cohen, “Imagine” de Lennon para acabar con “Here’s to you” de Morricone, una última propina sin que llegasen “Blowin in the wind” o “Fairwell Angelina”. Las viejas damas siguen dando guerra por más que canten a la paz. Gonzalo Alonso

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