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Por Publicado el: 03/10/2014Categorías: Discos, DVD's y libros

Judith Jáuregui: juventud, divino tesoro

 

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JUVENTUD, DIVINO TESORO

Este es, creo, el tercer disco de Judith Jáuregui, la joven pianista donostiarra. Lo ha grabado en su propio sello, Berli Music,  y bajo el auspicio de la Fundación BBVA. Ya solo esos datos, precocinan buenos y jugosos alimentos: no es fácil, nada fácil, meterse en tales fogones, habida cuenta de que el mundo del disco es hoy una especie de agujero negro en el campo de la producción musical; comida para pobres, los restos de un suculento banquete que ha durado unas décadas, pero del que solo quedan las migajas. Bien; aquí está este disco, en todo caso, y hay buenas razones para hablar de él, a pesar del desolador desierto en el que han de manar sus aguas.

             Hasta hace unos años, a uno le llegaba un disco y se le pedía que lo valorara, cosa que hacía, y punto. Pero las cosas han cambiado. Ahora  hay que hacerse preguntas que seguramente entonces nadie se hacía porque no era ni necesario ni conveniente. Se grababan multitud de discos absolutamente inútiles, por repetitivos y absurdos. Pero se seguían vendiendo. Hoy, como todo el mundo sabe, no se vende ni uno; las tiendas han cerrado, los grandes almacenes, limitado sus espacios de venta al mínimo, y las principales distribuidoras –salvo alguna honrosísima excepción- han bajado las persianas de sus esclerotizadas oficinas.  Las multinacionales, por su parte, huyen hacia otro modelo de negocio.  Bajo esta lúgubre perspectiva, ¿tiene sentido grabar discos?  Y más: ¿grabar discos con obras de las que ya podemos disponer de grandes versiones en registros de otros artistas?  Antes se grababa una y otra vez lo mismo porque se suponía que la fuerza del mercado alimentaba la competitividad: recuerden, los aficionados acumulaban versiones de la misma obra para entrar en el juego aquel  de cuál es la mejor, es decir un absurdo categórico por la propia naturaleza de la misma música, un conjunto de sensaciones que se desvanecen en el mismo momento en que se están transmitiendo Se acabó aquello.

            Muerta y enterrada la industria del disco, lo que queda es puro testimonio. Que solo tiene sentido en grabaciones como la que comento ahora, porque nacen con un fin muy distinto. En mi opinión, este tipo de grabaciones no son sino herramientas (bastante valiosas) para que la carrera de un joven (una, aquí) tenga más opciones para ser entendida y valorada. El disco deja  de ser un producto que se compra para convertirse en una especie de arma informativa que sirva para presentar al artista. Naturalmente, que se venda es lo de menos; lo verdaderamente importante es que lo escuchen las personas que han de tomar la decisión de contratar a los artistas.  El disco pasa a ser la seña, la marca, el argumento de venta para tocar, para hacer música, para hacer una carrera, convirtiéndose en un (otro) apoyo para la promoción del artista.  Pues bien; he aquí un modelo de todo ello: Judith Jáuregui está mucho, me parece, por esa labor, porque entiende bien que los tiros van por ahí. Pero  ¿con qué resultados estéticos?

        Desde el minuto uno me ha parecido que  la pianista vasca tiene dos cosas indispensables para hacer una gran carrera de concertista: talento y dedos. Pero también desde el principio me ha parecido advertir en sus trabajos la falta de reflexión del  joven que tiene prisa para enfrentarse con las grandes empresas. Sus discos anteriores son para mí, y en buena medida,  una muestra  de ello. Claro que hablamos de una chica muy valiente que, conociendo bien sus facultades técnicas, no duda en explotarlas al máximo, sin quizá detenerse un poco a pensar que su mundo musical no debería de circunscribirse a ella misma, para mirar a su alrededor y encontrar más respuestas, o diferentes respuestas, a las preguntas que ella se hace a sí misma. ¿Es una cuestión de madurez? Imposible para mí hacer tal afirmación. Lo que digo es que el ensimismamiento es malo para la formación de un joven. Y tener 30 años es ser muy joven para hacer música con mayúsculas.

       Dicho lo cual, creo también que el camino avanzado por Jáuregui  hasta su tercer disco ha sido importante e interesante. En primer lugar, por los repertorios que va escogiendo, y, después, porque los resultados interpretativos son cada vez  más ricos y matizados. A mi entender, se ha sentido especialmente cómoda en este Mompou, a cuya música da un halo femenino que creo le va muy bien. (Ojo: femenino no quiere decir lo que se suele pensar que uno dice cuando se expresa con ese término: femenino quiere decir lógico y sensible, tanto monta, y no extremo). Me ha gustado su Debussy (mucho L´Isle joyeuse), aunque  aquí  quizá debería haber trabajado  más los subtextos sonoros y, sobre todo, las transiciones; Debussy es siempre complejo en eso. Y en cuanto a Liszt, su opción es estupenda, totalmente válida,  pero discutible: a mi entender un Liszt tan impresionista es un Debussy devaluado. Lo que abre un amplio frente de discusión, cosa que sería otro asunto.

       En fin. Un buen disco. ¿Recomendación?  Pues claro; si es que lo pueden encontrar en la tienda (¿).Claro que, siempre nos quedará Internet. Pedro González Mira

LISZT: Seis Consolaciones. Les Jeux  d´eaux à la Villa d´Este. DEBUSSY: Estampes. L´Isle joyeuse. MOMPOU: Impresiones íntimas. Scènes d´enfants. Judith Jáuregui, piano.         

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