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Las críticas en la prensa a "Lohengrin" en el Teatro Real
Por Publicado el: 15/04/2014Categorías: Diálogos de besugos

Las críticas al «Requiem» con Muti en el Real

Unanimidad, con algunas observaciones puntuales de González Lapuente y Alonso, en el magnífico «Requiem»

Alma, corazón y vida

EL PAÍS, 15/04/2014

RÉQUIEM

De Giuseppe Verdi. Director: Riccardo Muti. In memoriam Gerard Mortier. Con Tatjana Serjan, Ekaterina Gubanova, Francesco Meli e Ildar Abdrazakov. Orquesta y coros del Real. Orquesta juvenil Cherubini, Coro de la Comunidad de Madrid. Teatro Real, 14 de abril.

Los tres registros básicos en los que se mueve actualmente Ric­cardo Muti podrían asociarse conceptualmente al título de una canción popular que inmortalizaron Los Panchos: «Alma, corazón y vida». El concierto de Madrid ayer estaría asociado al tercero, el de la vida, pero se sustenta y en cierto modo es una consecuencia de los dos primeros. El alma ven­dría de su trabajo permanente co­mo titular de la Sinfónica de Chicago, la orquesta de la perfec­ción, donde Muti realiza un trabajo profundo y pleno de inteligen­cia en el gran repertorio orques­tal. El pasado enero se comprobó en el Festival de Canarias. Cuando Muti llegó a Chicago una de las primeras decisiones que to­mó fue precisamente la graba­ción del Réquiem, de Verdi. Fue premiado con varios grammy. El corazón viene de su vinculación con la Opera de Roma. Es el mun­do de su país natal, el de la lírica y, en particular, el de Verdi, pero también el de Rossini o Puccini. Sin ir más lejos el mes pasado Muti hizo una lectura asombrosa de Manon Lescaut, con Anna Netrebko de protagonista. La or­questa y el coro del teatro romano han adquirido un nivel de cali­dad importante en los últimos años. La pasión de Muti ha dado sus frutos.

El tercer registro, el de la vida, viene de la componente didáctica natural que Muti posee y se mani­fiesta en su trabajo con la orquesta juvenil Cherubini, con sus charlas universitarias y, en esta ocasión, con ponerse al frente de varias agrupaciones para él no habituales desde la orquesta y co­ro del Real hasta el coro de la Comunidad de Madrid. Pocos directores de la talla de Muti, si es que hay alguno, se atreven a un reto semejante. Y con todas las imperfecciones técnicas que se quiera, la dirección de Muti se notó ayer. Su Verdí rezumó vida por todos los costados.

Fue recibido con «bravos». Na­tural. La identificación de Muti con Verdi es milagrosa. En par­ticular su sentido de la dinámica o la tensión teatral son asombro­sas, pero también el diálogo en­tre familias sonoras, o entre vo­ces y orquesta. Todo está contras­tado, todo tiene un sello de verdad musical. Los cuatro cantantes de ayer están familiarizados con el estilo de Mutí y eso se per­cibe con nitidez. Los coros mati­zaron mucho más que en otras ocasiones y las dos orquestas que convivían, la de la casa y la Cheru­bini, se compenetraron y consi­guieron juntas un sonido, valga la expresión, verdiano. La «vida» a la que se hacía alusión, se bene­ficiaba del «alma» y del «cora­zón». Gran dirección, gran ver­sión del Réquiem. Verdi es muy grande, así interpretado.

El concierto estaba dedicado a Gerard Mortier. Esta vez con to­do acierto. De Mortier y Muti fue la idea de este desafío. Además, Verdi era un buen terreno de jue­go. Es el compositor de cabecera de Muti y Mortier le admiraba  mucho más de lo que demostró en Madrid. El recuerdo de los fa­llecimientos de Manzoni o Rossi­ni, que tanto afectaron a Verdi en la composición del Réquiem, se ve complementado por otra «liberación de la muerte eterna», tal y como canta al final de la obra. J. Á. VELA DEL CAMPO

muti

La voluntad de un ideólogo

ABC, 15/04/2014

«RÉQUIEM» DE VERDI ****

Intérpretes: Tatjana Serjan. Ekaterina Gubanova, Francesco Meli e Ildar Abdrazakov. Orquesta y Coro Titular del Teatro Real. Orchestra Giovanile Luigi Cherubini. Coro de la Comunidad de Madrid. Dir. musical: Riccardo Muti. Lugar: Teatro Real. Fecha: 14-1V—2014

Por fin, Riccardo Muti ha mostrado su verdadera faz en el Teatro Real. Se le había visto al lado de Mercadante e «I due Figaro», de Donizetti y «Don Pas­quale», interpretaciones que por mu­cho que se elogiaran en su momento, no pasaron de ser trabajos menores para un director de referencia que ha protagonizado grandes empresas al lado de músicas de mucha mayor enjundia. Había, por tanto, expectación ante la visita a Madrid junto a Verdi y la «Messa da Requiem». Las entradas agotadas desde hace tiempo, en con­tra de lo que está siendo habitual esta temporada, era un primer síntoma de curiosidad; la rotunda ovación con la que anoche se recibió la interpreta­ción de la obra ha sido la definitiva cul­minación de un viejo deseo. Muti mos­tró ayer la razón de su prestigio, de ahí los muchos aplausos que se le dedicaron y que él evitó recibir en solitario, compartiéndolos, una tras otra salida, con los solistas, el Coro de la Comuni­dad de Madrid. el Coro y Orquesta Ti­tulares del Teatro Real, y los miembros de la Orchestra Giovanile Luigi Che­rubini.

Pero no sólo el prestigio antecedía Muti. Además de hacer música, al director le gusta explicarla y son mu­chos los lugares donde ha procurado describir lo que representa Verdi en su trayectoria artística. En colabora­ción con Armando Torno firmó hace dos años el libro «Verdi, l’italiano» del que merecería la pena hacer una edi­ción en castellano. Allí recorre la «Mes­sa da Requiem» negando la mayor ante una partitura que dice sentir de forma reflexiva y tan llena de trampas, tan peligrosa, que «se sabe como co­mienza pero nunca como acabará». Esta es una frase brillante, entresacada de entre muchas que demuestran que Muti puede ser genial, hablando y dirigiendo: desde el mismo comien­zo en el que se coloca en el atril y sin aparente esfuerzo convierte el arran­que del «Réquiem» en una sugerencia, tan sutil, tan exacta en el fraseo y en los silencios, que de inmediato surge una tensión ambiental que sólo alguien como él es capaz de mantener hasta el final.

Entre medias, muchas cosas y bue­nas pasaron anoche en el transcurso de la interpretación y no todas en co­rrespondencia con la teoría. Por ejem­plo la elección de un cuarteto solista particularmente robusto, resistente y con autoridad: ya sea la soprano Tatja­na Serjan, dramática en el carácter y espesa en el timbre; el fornido tenor Francesco Meli, colorista en la emi­sión y más cercano a lo heroico que a lo lírico; el bajo Ildar Abdrazakov, de presencia más mesurada, y la mezzo Ekaterina Gubanova de estupenda lí­nea y calidad. Con esta colaboración el «Réquiem» bordeó lo atlético, lo rotundo y lo definitivo, alcanzando mo­mentos grandiosos y apabullantes. Y junto a ellos algunos particularmen­te expresivos, a la cabeza el «Lacrimo­sa» con el «tempo» curiosamente retenido y la cuerda articulando de for­ma jadeante. Profundidad de concepto, pero muy particular pues Muti es siem­pre director que prefiere el rigor a la fantasía, lo firme a lo balanceado… la reciedumbre con la que es capaz de construir un «Réquiem» como el es­cuchado anoche.. ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE.

Riccardo-Muti

 

Muti con “Requiem” en olor de multitudes

La Razón

“Misa de Requiem” de Verdi. Tatajana Serjan, Ekaterina Gubanova, Francesco Meli, Ildar Abdrazakov. Coro Titular del Teatro Real, Coro de la Comunidad de Madrid. Orquesta Titular del teatro Real y Orchestra Giovanile Luigi Cherubini. Riccardo Muti, director. Teatro Real, 14 de abril. Madrid.

Si expectación causó Muti en Toledo, no menos levantó en Madrid. Todas las entradas agotadas, tal y como se informaba en la web de compras por Internet del teatro, rediseñada para reducir transparencia, favorecer oscurantismo y entorpecer la venta. Se dice que la página de compras no debe ser informativa. ¿Qué entonces? Escribiré próximamente al respecto. Pero no sólo agotadas las entradas, sino muchos carteles en la puerta pidiendo si sobraba alguna localidad. Como en la época de Karajan. La entusiasta ovación de bienvenida marcaba otra diferencia, como después los vítores durante casi quince minutos.

¿Justificado? Pues sí. Muti se ha quedado con la herencia del testimonio verdiano a través de Toscanini y Votto. De hecho hasta ha publicado un libro, “Verdi, el italiano”, aún pendiente de traducción aquí. Son muchas las lecturas escuchadas a lo largo de una dilatada vida crítica. Resaltaré las de Karajan, con voces de las que ya no existen y el más bello sonido, Abbado, Giulini –quizá la más equilibrada-, Mehta, la del mismo Muti en Salzburgo hace años y una de especial recuerdo: la de Maazel con la RTVE en la que gocé del inmenso placer de estar encerrado en un camerino con los cuatro solistas y el maestro mientras éste les “machacaba”. Eso implica que uno tiene su propia visión de la obra y no tiene por qué coincidir exactamente con ninguna de las anteriores. La de Muti es coherente desde unos acordes iniciales en los que ya las dos orquestas unidas mostraron calidad y compenetración. Magnífico empiece. Para él se trata de una obra religiosa, pero a la manera que los mediterráneos concebimos la religión y sin olvidar que Verdi, por mucho que quisiera honrar con ella primero a Rossini y luego a Manzoni, tenía que hacerlo empleando las armas en las que era ducho, es decir, las operísticas. De ahí la tremenda respuesta del “Dies Irae” a la petición de clemencia del cuarteto y el coro en el número inmediatamente anterior. De ahí la exigencia, potente, de la soprano en su primer “Líbrame Señor de la muerte eterna” para acabar resignada en la tercera. Todo ello lo plasma Muti perfectamente, de forma realista, quizá sin la espiritualidad de Giulini a cambio de solidez. Y, como Muti domina Verdi, se lanza con un “Lacrimosa” –ese que aparece en la versión francesa de “Don Carlo”- de marcada teatralidad en tempo y expresión. A uno quizá le hubieran gustado algunos otros matices, como vocalidad más entrecortada, en musitado staccato, en las frases “Quantus tremor est futurus…” del “Dies Irae”, pero no me voy a comportar como ese técnico del ayuntamiento madrileño que le dibujó un garabato en sus planos a Norman Foster, porque seguro que Muti tiene su justificación para todo.

Contó con un buen cuarteto solista, en el que sobresalió claramente el timbre y la línea italiana de Francesco Meli en un exacto “Ingemisco” y un “Hostias” de claro diseño de Muti, a quien obviamente se debió la compenetración y homogeneidad de concepto de todos. Los cuerpos estables del teatro, a los que se unieron los coros de la Comunidad de Madrid y los jóvenes de la Cherubini merecen una sincera felicitación. Termino con la esperanza de que Muti vuelva al Real para dirigir una ópera seria, una vez comprobado que dispone aquí de los medios adecuados sin tener que importarlos. No estaría mal que el Real tomase el relevo a una Roma en problemas. Gonzalo Alonso

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