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Por Publicado el: 13/03/2017Categorías: Entrevistas

Lina Tur Bonet: «Soy un poco obsesiva con el fraseo»

Lina Tur: «Soy un poco obsesiva con el fraseo»

Da la sensación de que Lina Tur Bonet conoce al menos en parte el secreto de la piedra filosofal dentro del complejo mundo discográfico. Tras la excelente acogida tanto de ventas como de crítica de sus últimos discos (Vivaldi y Biber), regresa la violinista ibicenca con su nueva grabación (PAN CLASSICS): las Sonatas para violín, Op. V de Arcangelo Corelli.

P: Últimamente pareces dedicarte de pleno a los hitos de la historia del violín…

R: Bueno, es cierto que desde pequeña me van más las grandes obras (los grandes retos, si quieres verlo así) que las no tan grandes, pero en realidad la propuesta de grabar el Opus V de Corelli provenía del sello, y me llevaba sobrevolando un tiempo. Me costó aceptarlo porque yo no me veía a primera vista en ese paisaje, en parte porque, aunque sea un cliché, venía de grabar al Dionisos por antonomasia (Biber), y Corelli es más un Apolo. Era un salto en todos los sentidos, llevando mi personalidad musical a un lugar que no tenía claro que existiese antes de empezar a trabajar en el disco. Al final descubrí que son dos autores que hablan desde perspectivas distintas de una misma realidad musical: Biber desde su narración religiosa y Corelli desde su experiencia arcadiana, pero con sentimientos si no sinónimos, si en cierto sentido equivalentes.

P: Con todo, las versiones resultantes distan mucho de las anteriores referencias discográficas, hay una forma de afrontar las obras, un enfoque muy distinto.

R: No soy muy consciente de esa diferencia de enfoque, aunque es algo que me dicen con cierta frecuencia. No es buscado. Para mí las partituras son cartas que nos ha dejado alguien que ya no está, y es nuestra responsabilidad darle voz para que esas palabras revivan y transmitan el mensaje último por el que fueron concebidas. Lo siento como una gran responsabilidad. Para dar una voz a la altura de las circunstancias se ha de llegar con todo el conocimiento que acumulado que se pueda, y ver qué la hace mejor a esa carta. Al final es algo muy personal, porque tras la información quien decide en un cruce de caminos musical es la intuición.  No busco innovación ni ruptura. Sólo lo que brote naturalmente… Y, claro está, me nutro de la gente que me rodea. Hay decisiones de grupo, por mucho que yo proponga una instrumentación determinada o busque un color concreto aquí o allá.

P: ¿Cuánto hay de decisión personal y cuánto de grupal durante la grabación del disco?

R: A la hora de liderar cualquier grupo hay que tener muy claro lo que una puede ofrecer y dejar un gran espacio para lo que los demás pueden darte. Así se generan empatías que se mantienen a base de respeto y confianza en las capacidades de cada cual. También hay mucho de sugerencia, de seducción musical de unos a otros. La labor que precisa un ensemble de músicos como el que hay en este disco no es de dirección sino de mutua seducción. Nos enriquecemos los unos de los otros.

P: ¿Ha sido largo tu proceso de preparación para grabar Corelli?

R: Es de los proyectos que más me han hecho trabajar nunca, pero quien más ha ganado, sin duda, he sido yo, que he interiorizado toda una serie de cuestiones musicales que me han hecho crecer mucho. En el caso de Corelli en concreto el proceso de documentación previo comenzó por la Accademia dell’Arcadia, esa agrupación de intelectuales de todas las disciplinas a la que pertenecía Corelli y que, bajo el ideal clásico, luchaban contra el exceso en las artes. Para mi sorpresa todavía hoy existe, estuve allí hace unos días… Tras todo ese aluvión de información llega un proceso de interiorización y lo que resulta de ese cóctel es lo que llevas a la grabación.

Arcangelo Corelli (1653-1713)

P: ¿Hay mucho cambio entre la idea con la que llegas al estudio y lo que finalmente se graba?

R: Desde luego. Cuando estás allí con músicos tan buenos como los que tengo la suerte de que me acompañen, ocurre esa magia en la que te proponen algo que te hace cambiar por completo lo que tenías previsto. Y eso es maravilloso. Te tienes que acostumbrar a pasear por el filo del abismo en ocasiones. Por ponerte un ejemplo, decidimos cambiar algo tan importante como la afinación a propuesta de Marco Testori un día antes de grabarlo, porque descubrimos que así funcionaba mejor. Y aunque era rehacerlo todo, se trata de que la carta, como te decía antes, se lea bien. Y aquello era lo que a nuestro entender necesitaba ese verbo. Y fue un riesgo tremendo que por suerte salió bien. Esa afinación aporta serenidad al disco. Por otro lado también hay un trabajo mastodóntico entre lo intelectual y lo práctico en este caso en concreto que son las ornamentaciones.

P: ¿Esa flexibilidad a la hora de tomar decisiones tiene un punto de humildad?

R: Para nada, no es un concepto en el que me maneje. Cuando te enfrentas día a día a tus limitaciones técnicas y expresivas, continuamente, ensayo tras ensayo… creer que estás en posesión de la verdad absoluta es de una arrogancia inexplicable. La música, cuando es de tanta calidad como la de Corelli, se encarga solita de ponerte en tu sitio. Afortunadamente. La autoexigencia o la inseguridad no son malas a priori porque está bien caminar con unos cuantos interrogantes. Y teniendo claro que Corelli a mí no me necesita. Si acaso, más bien al revés. Me esfuerzo en no perder la perspectiva de que empleo mi vida en lo mejor que ha hecho la humanidad. Tengo el mejor trabajo posible del mundo, y es una maravilla transitar por la vida haciendo esto. Enriquece mucho tu día a día.

P: Tu anterior trabajo, las Sonatas del Rosario de Biber, se manejan con un programa muy claro ¿Te costó para este disco su falta de discurso narrativo o te liberó?

R: Me costó más. Las Sonatas del Rosario parten de un programa muy claro donde la dramaturgia se sustenta en hechos muy concretos. Corelli parte de premisas distintas. ¿Cuáles? Ese es el problema, que no están claras. La Accademia dell’Arcadia me ayudó mucho en la búsqueda de ese hilo conductor, porque se trataba en última instancia de buscar un lenguaje musical más natural, clásico, basado en la armonía y entroncado con lo geométrico (Corelli funciona en lo estructural muy a menudo bajo los designios de la proporción aúrea). Uno de los retos para mí era huir del arquetipo habitual de que la música de Corelli es repetitiva. Bajo una aparente similitud en la arquitectura de las obras, necesitábamos dar variedad, muchos colores. Una vez encontrado eso, sólo necesitas ornamentarlo [RISAS].

P: ¿Sólo?

R: Las ornamentaciones llevaron mucho trabajo extra. Por un lado partíamos de un enfoque intelectual: asociar un afecto, un discurso a cada movimiento. Luego, desde la óptica práctica y con la ayuda de Daniel Espasa, que es un improvisador fantástico, buscábamos qué funcionaba y qué no. Y de esa simbiosis salían las ornamentaciones que son una porcentaje importantísimo de la música de Corelli. Para estructurarlas de forma definitiva recurría a Quintiliano e introducía elementos retóricos. En las sonatas da camera había más danza y más espacio para la improvisación. En las da chiesa hemos de entrar de otra manera, con más gramaje. El público también ayuda, hemos probado muchos de los aspectos del disco en concierto antes, y ahí, frente al patio de butacas, es cuando la oyes de verdad. Pero también te adelanto de que soy un poco obsesiva con el fraseo.

P: La sensación desde fuera es que grabaste un Biber profano en tu anterior disco y que ahora consigues un Corelli místico.

R: De nuevo, no es algo que haya pretendido de forma consciente. La parte sensual, humana, católica de Biber es la que me interesaba resaltar en aquel disco pero aquí también hay una profundidad menos inmediata porque el lenguaje de Corelli es otro, pero no es óbice para que la pasemos por alto. En cualquier caso habrá también mucha gente a la que no le guste este acercamiento. La música es un acto de sinceridad también y yo sólo puedo ser coherente conmigo. Ojalá esa visión guste.

P: Con tanta intensidad en cada grabación, ¿no te cuesta desconectar del repertorio entre disco y disco?

R: No. Me gusta saltar de uno a otro porque me permite perfilar mejor cada personalidad musical, aunque sea por contraposición. Creo que me enriquece esta rutina del cambio. Esta semana hice la Ofrenda de Bach en el Auditorio, pero la pasada estuve dando un concierto con repertorio de Biber, y la anterior estaba en la tumba de Corelli buscando apoyo… Debo ser en lo musical como Don Giovanni, me enamoro de cada compositor en el momento y con la máxima intensidad, pero no me quedo mucho tiempo en el mismo sitio.

P: ¿Qué tal le va a Musica Alchemica como proyecto, más allá de las grabaciones?

R: Muy bien, es un proyecto que cada día tiene más actividad, supongo que por la heterogeneidad del grupo, por su especial sentido de la identidad y porque los proyectos multidisciplinares dan mucho de sí. Yo intento que todo esa carga artística no acabe por sacrificar la música en pos del show. Intentar trasladar el germen de la creatividad a otro lenguaje sin desplazar el centro de gravedad musical es un reto difícil pero muy gratificante…

Mario Muñoz Carrasco

 

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