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Por Publicado el: 03/12/2016Categorías: Noticias y maldades

Lo no contado del nuevo piano de Barenboim

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Lo no contado del nuevo piano de Barenboim

Que si Liszt tocó uno igual, que si las cuerdas dispuestas en paralelo en vez de contrapuestas, que si el sonido es más transparente… Lo que Barenboim no ha contado y los críticos tampoco en sus reseñas es la que puede ser razón fundamental para tener un nuevo piano: que sus teclas son ligeramente más estrechas que las normales y ello le hace más fácil tocar con unas manos que no son grandes y a las que cada vez le resulta más difícil la octava. Esto, dicho sea de paso, tampoco es tan nuevo y Justo Romero lo contaba en su estupendo libro sobre «El piano 52+36».

Józef Hofmann fue un pianista al que Anton Rubinstein animó a tocar cuando le escuchó con nueve años. «Hofmann era un virtuoso dotado de una técnica perfecta, que se movió siempre en el repertorio romántico. Entre sus discípulos se encuentran Jean Behrend, Abram Chasins, Harry Kaufman, Ezra Rachlin, Nadia Reisenberg, Shura Sherkaski y Abbey Simon. Hofmann, que era de muy baja estatura y también sus manos eran pequeñas, y apenas alcanzaban la octava. Como muchas décadas después también hizo Daniel Barenboim, encargó a Steinway construir expresamente un piano con teclas de anchura ligeramente más reducida».

«La anchura de las teclas se sujeta a unas medidas estándar que en los inicios del instrumento eran algo más reducidas. Normalmente, la mano de un pianista abarca sin esfuerzo la dis- tancia de una octava. Sin embargo, y de modo muy excepcional, algunos célebres concertistas de mano no muy grande (o no muy flexible)8 se han hecho construir teclados especiales con teclas algo más estrechas, al objeto de poder abordar los acordes con mayor facilidad. Es el caso de Daniel Ba- renboim, quien en 2007 encargó a Steinway un piano diseñado por Angelo Fabbrini —el célebre técnico de Pescara, colaborador estrecho de Maurizio Pollini y antes de Arturo Benedetti Michelangeli— provisto de un teclado más pequeño. Algo que ya había hecho bastantes años antes otro gigante del piano de manos pequeñas, el ruso Josef Lhévinne (1874-1944), quien también pidió a Steinway que le construyera un piano de teclas más reduci- das y ligeras, que le permitiera poder hacer con su técnica prodigiosa cosas tan inverosímiles como tocar en glissando las temibles octavas de las Varia- tionen über ein Thema von Paganini, opus 35, de Brahms. Arturo Benedetti Michelangeli, Glenn Gould o Krystian Zimerman son pianistas que tam- bién encargaron a sus fabricantes favoritos instrumentos personalizados con características que se adaptaran a sus particulares modos de tocar. Otros pianistas, con dedos excesivamente gruesos, tienen problemas al to- car las teclas blancas en la más estrecha zona interior, entre las teclas negras. Es el caso de Robert Casadesus, que se las veía y deseaba para encajar sus regordetes dedos en esa ajustada franja».

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