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The great Bergonzi: Arias para tenor. RCA
Por Publicado el: 03/12/2014Categorías: Discos, DVD's y libros

NETREBKO REJUVENECE A STRAUSS

 

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NETREBKO REJUVENECE A STRAUSS

En su afán de que no le quede nada por grabar, Barenboim ha repetido registro de Vida de Héroe, de Richard Strauus, quizá aprovechando dos cosas: una, que la está tocando muchísimo con su orquesta, la Staatskepelle Berlin;  y dos, que ha tenido a tiro a la Netrebko para poder así completar el disco con otra obra crucial del catálogo straussiano, las Cuatro Últimas Canciones. El resultado es satisfactorio solo a medias.

       No hay nada que discutir a la versión de Vida de Héroe, una de esas partituras de las que a Baremboin le hemos escuchado interpretaciones de variado cuño. No es este señor un individuo que se aburra haciendo música, que monte una obra y, ya está, a echar millas por el mundo. Al contrario, emula cada vez con más determinación las ideas de un Celibidache, al que cada vez me recuerda más: cada momento musical es único e irrepetible. Y distinto. Como sucede en este caso. La grabación (en riguroso directo) es de agosto de este año, es decir de un mes antes  de la que hizo en Madrid, con la misma orquesta. Nada que ver. Frente a la apacibilidad y la confortabilidad de esta última, aquí el argentino mete el dedo en otras llagas, esparciendo luego sulfúrico sobre ellas. Me recuerda mucho a la que para mí es modelo, una grabación de 1977 de Karl Böhm con la Filarmónica de Viena, que ignoro si en los últimos años ha salido ya en cedé en Europa, pues en su momento D.G. solo la publicó en Japón, que es la edición que yo tengo. Como en ella, Barenboim realiza una importante meditación acerca de la creación y los creadores, pero combinando la buena cera con la mejor autocrítica. Es una interpretación  muy expansiva orquestalmente, lo que no quiere decir estruendosa. Los decibelios se reparten y controlan con una equidad casi de juez. O sea, como realización estamos ante un espectáculo de primera. Los músicos de la orquesta, que saben que hay grabación de por medio, se comportan estupendamente, tocan, están atentos y concentrados  (los hemos visto ya demasiadas veces haciendo exactamente lo contrario), y por ello su rendimiento es altísimo.

      La parte discutible del disco es la otra obra. Anna Netrebko ha ensanchado mucho la voz, y su timbre se ha hecho más denso y coloreado. Canta extraordinariamente bien. Pero –y sorprendentemente Barenboim lo acepta, aunque, naturalmente, haciendo de las suyas- interpreta estas canciones como si el compositor las hubiera escrito con 20 años. Las hace transmitiendo una ansiedad que calificaría de carnal, frente al sentimiento terminal y profundamente otoñal que anidan estas milagrosamente hermosas piezas. Es discutible concebirlas así, aunque lo que se escuche, por maravillosamente cantado, sea de un esplendor cegador*. Barenboim, que es un director que cuida muchísimo a los cantantes con los que trabaja, se suma a ese festín de la carne y la belleza sensual, pero deja por aquí y por allá la huella del setentón. Particularmente cuando la orquesta toma el relevo de la cantante para o bien decir algo similar o bien comentar lo ya dicho. Esto sucede bastante a lo largo de la obra, pero de manera definitiva en los últimos compases de la cuarta canción, ´Im Abendrot´: un ascender y descender, en una misma voluntad, ya sin fuerzas y sin esfuerzo; y las flautas, como grandes testigos, observando un mundo ya acabado, tras el agotamiento y la destrucción. Ni mil tratados de historia podrían explicarlo mejor que esta música acongojante y plena en su sencilla belleza. Pedro González Mira

*Por si tienen curiosidad por saber cuáles son mis modelos, les diré que la versión de Elisabeth Schwarzkopf con Szell (EMI) conserva toda su increíble magia, pero si quieren una todavía mejor cantada les recomendaría la de Renée Fleming (en absoluto estado de gracia) con Christoph Eschenbach (RCA).

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