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Por Publicado el: 23/09/2016Categorías: En vivo

ORCAM: Novedades para empezar

 NOVEDADES PARA EMPEZAR

            Ruiz. “Shibboleth”. Mahler: “Das Klagende Lied”. Orquestas senior y junior y Coro de la Comunidad de Madrid, Coro de la RTVE. Solistas: Belén Roig, Iris Vermillion, Lothar Odinius, Sebastià Peris. Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional, Madrid. 20 de septiembre de 2016.

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            Por distintos conceptos este primer encuentro de la temporada con los conjuntos de la Comunidad de Madrid, en este caso acompañados del Coro de la RTVE, era de lo más atractivo. Se interpretaba una obra rara, de juventud, de Mahler, y se presentaba una nueva composición, firmada por el canario Juan Manuel Ruiz. Por lo que respecta a esta última, que ilustra unos poemas surrealistas de Daniel Valverde Villena, hay que decir que, desde un lenguaje de raíz expresionista, revela una buena mano constructora, una muy meditada disposición de elementos, adecuadamente ensamblados y ordenados, una notable imaginación y una práctica administración de efectos, en los que participa el órgano.

            El autor, que confiesa estar influido por maestros como Bruckner, Mahler, Ligeti o Marco, recoge del primero su amor por los grandes bloques sonoros, del segundo, las encendidas frases líricas, del tercero, las atmósferas y los delicados encajes tímbricos, y del cuarto, la fantasía para el uso de las amplias dinámicas. Todo aparece aglutinado con mano hábil, aunque en exceso repetitiva. Hay quizá un exceso de “crescendi”, de pedales, de imitaciones, de “parlati”, de repeticiones y “glisandi”. La parte final se abre a una salvaje marcha (“Esa la clave que me abre mi puerta”) y permite a las sopranos ascender a una nota muy aguda, que ilumina un paisaje decididamente expresionista.

            Mucho ha debido de trabajar Víctor Pablo Pérez para dar forma a una composición de tan notable amplitud como es esta “Canción del lamento”, que tiene como principal base literaria el cuento “El hueso cantor” de los hermanos Grimm, nacida en 1880 y sometida luego a continuas revisiones. Aquí se ha ofrecido la definitiva y completa, con sus tres partes: “Waldmarchen” (“Cuento del bosque”), “Der Spielmann” (“El trovador”) y “Hochszeitsstück” (“Pieza nupcial”), en las que aparecen ya temas, giros armónicos y personalidad tímbrica muy propios del Mahler maduro. La interpretación ha sido muy solvente, aunque en ella haya habido algunos desajustes, pasajes que pedirían una mayor depuración sonora y ciertas desigualdades de planificación y dinámica.

            En todo caso, se nos ofrecieron magníficas y generosas frases, buena ejecución de las típicas cabalgadas del compositor, cantilenas bien elaboradas, progresiones construidas con tino, la solicitada expresividad y acentuación conturbada en la repetida exclamación “O Leide”! (“¡Oh dolor!”). La mano rectora supo otorgar el carácter preciso a cada episodio y acertó, por ejemplo, a diseñar con galantería y con el conveniente aire risueño los fragmentos más espirituosos, en particular aquellos en los que es protagonista el juglar, y a revestir de trascendente lirismo aquellos otros que lo demandan: “¿Por qué está el rey tan pálido y callado?”, por ejemplo, en cuyos aledaños el coro alcanzó uno de sus mejores momentos con un pianísimo escalofriante.

            Pérez acertó con el aire fulgurante, dramático, cortante del momento en el que se lamenta la muerte del hermano, donde las sopranos ascendieron a su nota más elevada, un si. Hubo temperatura y el cierre, en ppp, quedó estupendamente dibujado con las intervenciones de tenor y soprano solistas. Las cuatro voces, de potencia no muy grande, quedaron en ocasiones algo oscurecidas por la marea orquestal. Destacó, en su breve cometido, el barítono Perís, de voz lírica y noble, de tinte muy grato, algo oscurecido por una emisión no del todo franca y redonda en la parte superior. De muy pequeño estuche, la muy ligera y vibrátil soprano Roig, algo descolorida ya la mezzo Vermillion, que construyó trabajosamente su parte, y de instrumento envejecido y poco estimulante el tenor Odinius. Arturo Reverter

 

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