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Espectacular el Orfeón Donostiarra en la Quincena
Por Publicado el: 04/09/2015Categorías: Crítica

Quincena Musical Donostiarra: un buen colofón

LXXVI QUINCENA MUSICAL DONOSTIARRA. Obras de Bartók, Bruckner, Brahms y Tchaikovsky. Kristof Baráti, Vilde Frang, violinistas. Orquesta Sinfónica de la WDR de Colonia. Orfeón Donostiarra. Orquesta Filarmónica de Oslo. Directores: Jukka-Pekka Saraste, Vasily Petrenko. San Sebastián, Auditorio Kursaal, 26, 28 y 30–VIII–2015.

  • La Sinfónica de la Radio de Colonia y la Filarmónica de Oslo ponen punto final a una brillante edición de la Quincena Musical Donostiarra
  • Jukka-Pekka Saraste y Vasily Petrenko se reafirman como dos de los maestros más interesantes de sus respectivas generaciones

La Orquesta Sinfónica de la Radio de Colonia (WDR), bien conocida por estos pagos, volvió a reafirmarse como un equipo sólido, sin fisuras en todas sus familias, con una cuerda compacta y un metal preciso, virtudes éstas que quedaron plenamente de relieve en unaSéptima Sinfonía de Anton Bruckner admirablemente expuesta por la batuta de su titular, Jukka-Pekka Saraste (Lahti, 1956), un maestro de gesto claro y firme, en una lectura bien planteada pero sin caer en falsos misticismos. Antes, la agrupación alemana había servido de perfecto acompañamiento al volinista húngaro Kristof Baráti (Budapest, 1979), que mostró su calidad y el hermoso timbre de su Stradivarius en el Primer Concierto de Béla Bartók, mucho menos programado que su hermano el Segundo, pero con un halo romántico y postimpresionista que evoca un amor de juventud. El segundo programa estuvo ocupado íntegramente por el Réquiem alemán de Johannes Brahms, y el director finlandés optó, con mucha inteligencia, por dejar al coro el protagonismo absoluto de la obra. El Orfeón Donostiarra, esta vez al completo, volvió a demostrar que se trata de una de ‘sus’ obras, por el perfecto empaste entre las voces, desde los más imponentes ‘fortes’ hasta el más delicado susurro, y su recreación hasta en los menores matices del bellísimo texto de Martín Lutero, sin perder en ningún momento la cuadratura en tan compleja partitura. Vibrante el joven -y altísimo- barítono, oriundo de Taiwan, aunque educado en Munich, Tareq Nazmi, y simplemente correcta la soprano germana Sophia Brommer.

La sesión de clausura estuvo a cargo de un conjunto de poderío, la Filarmónica de Oslo, una de los más venerables orquestas nórdicas (fue fundada por Edvard Grieg en los años 70 del siglo XIX). La guapa virtuosa, igualmente noruega, Vilde Frang (Oslo, 1986), ofreció un exquisito Concierto para violín de Brahms, lleno de momentos personales y con un precioso, más que voluminoso, sonido -toca asimismo un magnífico instrumento de 1864-, antes de que el ruso Vasily Petrenko (San Petersburgo, 1976) desplegara todas las posibilidades de sus huestes en una Cuarta Sinfonía de Tchaikovsky poderosa y enérgica, que contrastó con la delicadeza de la Mañanade Peer Gynt ofrecida como propina, y que sirvió para mostrar las cualidades líricas del conjunto, que también las posee en abundancia. Rafael Banús

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