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Anécdotas entre Tucker y los del Monaco
El curioso caso Zemsky
Por Publicado el: 28/08/2017Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Richard Tucker, in memoriam

Richard Tucker, in memoriam

Tal día como hoy, 28 de agosto pero de 1913, nacía uno de los mejores tenores de la historia: Richard Tucker. Lamentablemente se le escuchó muy poco en España. Cantó en el Liceo en la temporada 1965/66  «Un Ballo in Maschera»  junto a Manuel Ausensi, Amy Shuard e Inés Rivadeneira, bajo dirección de Laszlo Halasz. Volvió dos años después para «Andrea Chenier». Algunos años más tarde tuve ocasión de escucharle y entrevistarle. Era un 14 de diciembre de 1974 y cantó una inolvidable «La Juive», una de esas funciones que permanecen imborrables en mi recuerdo. Tras su aria cosechó la ovación más impresionante que yo haya escuchado en un teatro en en medio de una función: nada menos que quince minutos. Fue algo muy especial para él, puesto que no había logrado que el Met, donde era amo y señor, le permitiese una nueva producción del título y él no deseaba aparecer en una vieja con el papel que adoraba, no en vano era judío. El día de Navidad se ofreció «Carmen» con él como Don José junto a Rosalind Elias, Franco Bordoni y Faye Robinson. Era uno de los cuatro repartos -Domingo, Lavirgen, Py, Obraztsova, Bumbry, Justino Diaz, además de los citados- para celebrar el centenario de «Carmen» del año siguiente. En algún momento traeré a estas páginas la entrevista citada, que publicó RITMO, realizada en un hotel de Las Ramblas en un relajadísimo ambiente. Quién iba a decirle entonces que aquella «Carmen» sería la última función de su vida y que nunca llegaría a cantar «La Juive» que finalmente le preparó el Met para el año siguiente. Moriría el 8 de enero de 1975, en Michigan, ensayando «Pagliacci» junto a su amigo Robert Merrill.

Los ejemplos adjuntados muestran lo que verdaderamente es un TENOR.

De momento les dejo el artículo que escribió mi querido y añorado amigo Gonzalo Bádenes en su libro sobre voces, como recuerdo a ambos, que dice así:

«Hijo de un inmigrante procedente de la Berasabia, nació Reuben Ticker (éste era su verdadero nombre) en Brooklyn (Nueva York) el 20 de agosto de 1913. A la edad de seis años formó parte del coro de una sina­goga Su primer propósito, en el campo de la música, fue el de llegar a ser cantor de sinagoga. Después de estudiar canto con el tenor Paul Althouse, com­pletó su formación con Martino, Borghetti y Wilhousky, siempre en Nueva York

Tucker dio su primer recital público en Nueva York en 1943 y poco después fue contratado por la Compañía de ópera Salmaggi, con la cual hizo su debut escénico cantando el Alfredo de La Traviata en el Teatro Jolson de Nueva York Luego de actuar en una amplia gira por la Unión con dicha compañía, en 1945 se le ofreció la oportunidad de cantar por primera vez en el Metropoli­tan Opera House. Se presentó en ese escenario con el Enzo de La Gioconda. Fue éste el comienzo de una larguísima asociación artística de Tucker con el Met, ya que en ese teatro actuaría de modo prácticamente ininterrumpido du­rante la práctica totalidad de su carrera Para hacernos una idea de lo que Tucker fue para el Met, baste recordar que el tenor interpretó allí treinta papeles diferentes, con 499 representaciones ofrecidas sobre su escenario y otras 225 correspondientes a giras efectuadas como miembro estable de la compañía o como artista invitado.

En el año 1947 Tucker cantó en la Arena de Verona el Enzo junto a la Gioconda de Maria Callas. Fueron unas representaciones triunfales, que le abrie­ron el camino de los grandes teatros. Un año antes se había presentado en la ópera Lírica de Chicago y en el Met neoyorkino había cantado, entre otras obras, La Gioconda con Zinka Milanov y La Traviata con Licia Albanese. Con esta última interpretaría, ya en 1950, La Bo­héme y sería Tamino junto a la Pamina de Eleanor Steber Por otro lado, en 1949 cantó papel de Radamés en una famosa interpretación radiofónica de Aida que fue dirigida por Arturo Tos­canini.

Durante los años cincuenta el Metro­politan fue el principal escenario para Tucker. Entre las muchas memorables funciones que protagonizó en aquel teatro figuran las de Carmen (1954) con Rise Stevens y Victoria de los Ángeles, La Forza del Destino (desde 1952 a 1971), Don Carlo (1952 a 1968), Simon Boccanegra (1950 a 1974), Ballo con Mi­lanov (1955), Tosca con Tebaldi (1956),

https://youtu.be/CzWMJch4DS4

Les contes d Hoffmann dirigida por Pierre Monteux (1955), etc. Pero además del Met Tucker frecuentó los escenarios de la ópera de Chicago (1957-64), la de San Francisco (1954-55), Covent Garden de Londres y Staatsoper de Viena (1957­58). A partir de 1960 cantó también en el Colón de Buenos Aires En 1963 participó en la ceremonia fúnebre en memoria del asesinado presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, cantando el Panis Angelicus de Franck. En 1964 cantó por primera vez, en versión de concierto, el papel de Eleazar, en la ópera de Halévy La juive, uno de los grandes caballos de batalla en el tramo final de su carrera. En 1969 cantó su primer papel en el Teatro alla Scala de Milán (Rodolfo en Luisa Miller). En 1972 interpretó Aida en la Arena de Verona y un año más tarde cumplió uno de sus mayores deseos artístico& cantar sobre la escena La juive Lo hizo en la ópera de Nueva Orleáns y un año más tarde repitió en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona El día 25 de diciembre de aquel 1975 interpretó el Don José de Carmen en Barcelona junto a Rosalind

Elias, en el marco de las funciones conmemorativas del centenario del es­treno de la ópera de Bizet. Poco después regresó a los Estados Unidos y encon­’rándose de viaje por el estado de Michigan falleció repentinamente, víc­tima de un ataque al corazón, el 8 de enero de 1975. Dos días más tarde tuvo lugar en el Met una emocionante cere­monia fúnebre, en la cual dijeron adiós al gran tenor su público y sus amigos. Finalizó así la dilatada trayectoria del más famoso tenor estadounidense de este siglo.

Instrumento claramente tenoril, con agudo fácil y esmaltado en origen, la voz de Tucker y su estilo de canto respondían a una concepción muy ame­ricana de la ópera. Desde un punto de vista técnico, el clásico sonido «de gola» -propio de los cantantes norteamerica­nos- reflejaba más una característica que una carencia de la naturaleza, pero con el tiempo y con la fatiga que una superable por su expresivi­dad y expansión sonora.

https://youtu.be/Un-3pBqR7tM

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