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Por Publicado el: 11/09/2004Categorías: En la prensa

Rostropóvich: a millón el minuto. EL MUNDO 10-09-04

Rostropóvich: a millón el minuto
Justo Romero
CICLO “SEVILLA ES UN PLACER”. Orquesta de Cámara de Praga. Solista: Mstislav Rostropóvich (violonchelo). Programa: Obras de Janáček (Suite para orquesta de cuerda), Dvořák (Serenata para cuerda en Mi mayor, opus 22), Mozart (Sinfonía número 29, en La mayor, K 201) y Haydn (Concierto para violonchelo y orquesta en Do mayor). Entrada: Alrededor de 1700 personas (prácticamente lleno). Fecha: Jueves, 9 de septiembre de 2004.
Calificación: **

Fue un concierto de tercera división, casi regional. Ni siquiera la presencia ya venerable de un Mstislav Rostropóvich que a sus 77 años hoy no es más que pálido reflejo de lo que fue –el gran representante del violonchelo soviético-, pudo animar una actuación anodina, plúmbea y de laxa mediocridad. Protagonista del concierto fue la deficiente Orquesta de Cámara de Praga, que sin director pero con mucha mediocridad aburrió a las musarañas tocando exactamente igual las músicas de Mozart, Haydn y de de su paisano Janáček.
Alguien, en el intermedio del concierto, habló de “tongo”, término boxístico pero que, sin embargo, describe lo que pasó el jueves en el Teatro Maestranza. La anunciada y muy publicitada actuación de Rostropóvich se limitó a la breve presencia del violonchelista en los últimos 25 minutos de programa, lo que, sin embargo, y pese al generalizado descontento, le sirvió para meterse al público en el bolsillo.
Rostropóvich, como algunas otras de estas poco escrupulosas viejas glorias, que también se dedican a estrujar en sus últimos años la gallina de los huevos de oro de unos cachés que en absoluto se corresponden con la categoría artística de lo que ofrecen, desafinó, pasó apuros, cerró suciamente (chapuceramente) pasajes y convirtió el hermoso Concierto en Do mayor de Haydn en mera excusa para sus objetivos crematísticos.
Lamentablemente, no cabe hablar de arte –no lo hubo- ni de concepto estilístico. Sí de que su volátil presencia en el programa apenas sobrepasó los 25 minutos que se prolongan los tres movimientos del concierto. Así a la cuenta de la vieja, sale el minuto a millón de pesetas, dado que el exorbitado caché de la actuación ha ascendido a 150.000 euros, un despilfarro que rebasa con sobrada holgura el caché habitual del músico ex-soviético nacionalizado estadounidense.
Tan óptimas condiciones económicas desembocaron fuera de programa en el bis de siempre: una sarabanda de Bach, en esta ocasión la de la Segunda suite para violonchelo solo, en Re menor. Fue el único momento en el que se produjo algo de interés, en el que afloró ¡por fin! esa capacidad de comunicar tan exclusiva de los grandes maestros. Instantes fugaces en los que reapareció el admirado maestro del violonchelo; rachas en las que la música se convirtió en protagonista exclusiva, incluso a pesar del empeño de Rostropóvich en extremar pianísimos y retardandos más allá de cualquier canon estético.
Alguien del público, al final, soltó un generoso piropo al maestro. Rostropóvich, el gran violonchelista que fue, el gran artista que siempre seguirá siendo, está por encima incluso de espectáculos tan cutres e inconsistentes como el organizado el jueves por el Ayuntamiento dentro de ese ciclo cuyo significativo nombre –“Es un placer Sevilla”- ya da buena cuenta de su tono demagógico. Afecto y respeto al maestro, desde luego, pero también a la música y al erario público.
justoromero@wanadoo.es

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