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Por Publicado el: 20/11/2014Categorías: Entrevistas

Ruggero Raimondi:»La ópera no es sólo exhibición vocal»

 

 

 

Foto©Polícrates

 

 

 

  • Desde la otra parte, dejo de mirar las óperas como intérprete
  • No modernizo las producciones porque no veo la necesidad
  • También conozco bien óperas que no he cantado nunca
  • La dirección escénica es tan importante como la musical

 

 

En los días en que se cumple medio siglo desde que la ópera de Roma catapultaba al estrellato a Ruggero Raimondi, vencedor meses antes del concurso de Spoleto, el barítono boloñés regresa a Bilbao. Esta vez abriendo el sábado en calidad de director artístico la nueva temporada de la ABAO, testigo de sus primeros pasos en nuestro país a final de la década de los sesenta. El título elegido para su début español en la nueva faceta ha sido Attila, la ópera verdiana que protagonizó en el mismo foro en 1977, cuando las funciones se celebraban en el Coliseo Albia. Tengo un recorte del periódico El Correo de entonces en el que se decía que las coristas y las mujeres de figuración estaban encantadas con las piernas tan bonitas que tenía Ruggero, que salía “semidesnudo”, comenta divertida Isabel, su esposa, también bilbaina, presente en la distendida charla cerca del domicilio madrileño que alternan con su residencia en Mónaco. Al encuentro se une por un momento su hijo Rodrigo, de quien se sienten orgullosos por el éxito en su reciente estreno actoral madrileño junto a Concha Velasco y a las órdenes de José Carlos Plaza.

P. Buena cosecha vocal la del 41. En ese año nacen Plácido Domingo y usted, ambos en activo y diversificando riesgos: él en el foso y usted en la escena. ¿Desde cuándo?

R. Hace más de veinte años. Nuestro hijo Rodrigo no había nacido aún. A finales de los 80 dirigí en Nancy dos producciones: Don Giovanni y Barbiere di Siviglia, a las que siguió un Don Carlo en Mónaco. Don Giovanni volví a hacerlo en Atenas como cantante y director en 1996, en fechas próximas al Jago de Otello que canté en Salzburgo.

P. En España hizo un guiño como regista en 2011

R. Me imagino que esa referencia es por las Bodas de Fígaro de Valencia. Pero aquel fue un trabajo mínimo, prácticamente sin medios, para los alumnos de la escuela del Palau de les Arts. En gran formato será esta mi presentación.

 P. ¿Cuántos títulos ha abordado desde el cometido escénico?

R. Siete u ocho nada más, porque mi actividad como cantante todavía me mantiene ocupado.

P. ¿Hay alguno a punto de caer?

R. Para cantar, un Barbero de Sevilla en la Scala, donde volveré a ser Don Basilio en 2015 y, como director, una Damnation de Faust que me ha pedido para la Ópera de Lieja el intendente, que es mi buen amigo Stefano Mazzonis.

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P. Allí, de donde procede el Attila, parece haber fijado su taller de experimentación..

R. Es que me lo paso muy bien, porque se crea un ambiente muy simpático con aquella compañía de gente tan joven. En Lieja me brindan la posibilidad de hacer todo lo que quiero, siempre dentro de unos límites. Porque en estos días, como en todas partes, se recortan presupuestos por la crisis. Lo que implica pensarse las cosas muy bien para no plantear producciones muy costosas.

P. Y ya puestos, saltando con red. Apostando por óperas que ha cantado.

R. Prácticamente siempre: Don Giovanni, Don Carlo, Barbiere.. y ahora la Damnation, que también había hecho.

P. Esa familiaridad ¿ayuda, o es un handicap a superar?

R. Ayuda, aunque estando en la otra parte, dejo de mirar esas óperas como intérprete. Pero también conozco bien otras óperas que no he cantado nunca. Y si lo de saltar con red significa que no modernizo las producciones trayendo a esta época personajes de hace dos siglos, es porque no veo la necesidad de hacerlo. Lo importante para mi es lograr transmitir a través de la interpretación que una espada de entonces hoy podría ser un fusil, y la alabarda una metralleta. ¿de qué sirve cambiar y poner fusiles y metralletas?. Para mí la ópera no es sólo exhibición vocal. Es un mundo en el que los jóvenes pueden interesarse por lo que pasó hace quinientos o mil años, para comprender viendo aquello cuál ha sido la evolución hasta nuestros días. Porque todo lo que tenemos hoy, viene del pasado.

 P. ¿Le da más importancia ahora al trabajo del director escénico o le parece que no es para tanto?

R. Para mí siempre ha sido importante el trabajo de la escena. He tenido la fortuna de trabajar con los más grandes del momento. Strehler, Faggioni, Ronconi, Günther Rennert… De este modo pude percibir que la dirección escénica es tan importante como la musical.

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P. En alguna ocasión ha declarado que el espectáculo es del director escénico

R. En cierto sentido si. Pero lo mejor es cuando surge la comunión entre los directores musical y escénico. Si se ponen de acuerdo y deciden afrontar juntos el espectáculo, la magia florece antes incluso de que los ensayos comiencen. Cuando pisas el escenario, notas que la música está llena de inspiración. Es ahí cuando se pone a prueba la sensibilidad del regista, siendo capaz de aportar cosas nuevas.

 P. Además del Don Basilio en su agenda inmediata hay un Scarpia en Lieja. ¿Cuántos personajes se reserva, además del Boris, que quiere mantener hasta el final?

R. Algunos quedan, como el Don Pasquale, que voy a cantar en marzo en Oman, un país que, curiosamente, se ha interesado a fondo por el hecho musical. Me gusta ir a esos lugares en los que uno se lo puede pasar bien. Por eso me apetece tanto ir a Muscat, donde cuentan con un teatro que, por lo visto, es estupendo. Nos lo contó Claudio Abbado, a quien íbamos a haber acompañado cuando dirigió allí, pero al final no pudimos.

P. ¿Qué teatros tiene como referenciales?

R. Me siento muy bien en Zurich, donde he estado cantando muchos años. Y hay otros teatros que también me parecen interesantes. Lo que más me importa es que cuenten con una buena acústica. Y, claro está, la relación con los intendentes. Trabajar en Zurich con Pereira fue una gozada, como en alguna medida ocurre en Lieja por la amistad que comentaba con Mazzonis.

 P. La distribución de repartos, ¿las hace conjuntamente con el director musical?

R. No siempre porque, en el fondo, son pocos quienes pueden cantar las óperas que yo dirijo, porque exigen una vocalidad muy especial. Attila, sin ir más lejos, es una ópera extremadamente difícil

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P. ¿Es similar la satisfacción de quien está sobre el escenario y quien le marca los movimientos?

R. Es un placer distinto, pero también muy grande. Y son similares cuando existe verdadera colaboración entre cantante y director.

 P. ¿Y el riesgo. En qué caso es mayor?

R. Como director. Yo debo tener claro qué hay que hacer, pero si alguien no me sigue y hace cosas que no tienen nada que ver con lo que debería, el público de hoy, que no está nunca satisfecho si no se le presenta el personaje con verdadera fuerza dramática, me atribuirá a mí los fallos. Por eso digo que el riesgo es más grande.

P. Como cantante ¿Ha sido obediente?

R. Cuando me proponían hacer cosas justas, si. Si consideraba que algo era injusto, no lo hacía. En ese caso se producían grandes peleas (risas), ¡y bien que he luchado!.  [En ese punto ataca Isabel: “No es verdad. Es superobediente: la persona más humilde y respetuosa en el mundo del teatro que he conocido. Incluso yendo contra sus intereses; aunque sepa que se va a encontrar mal. Tiene que ocurrir algo muy grave para que se enfade”]

Foto©Polícrates

P. Cuando dirige ¿sabe ser justo?

R. Intento serlo.

 P. ¿Exige respeto?

R. Si, lo exijo. Aunque no se trata de respeto a mi persona. Recuerdo algunos directores a los que les decías que no a algo seguían adelante y ya está. Pero sé por experiencia que si el cantante confía en ti y piensa que está en buenas manos, es la persona más feliz sobre la Tierra. Yo debo sugerir por qué deben cantar de esta o aquella manera. O dar esos pasos, bajar y subir, mirar, arrodillarse… Explicarles por qué la mecánica impone eso. Estoy en contra de aquellos que obligan a hacer cosas abstrusas, fuera de la norma, simplemente por conseguir que, bien o mal, se hable de ellos.

 P. ¿Qué recuerdos guarda de Bilbao?

R. Muy bonitos. Allí prácticamente inicié mi carrera. Hablo del Bilbao de finales de los años sesenta y a lo largo de los setenta. Allí he cantado La forza del destino, Ernani, Don Carlo, Faust, Attila…. Tantos títulos, que ya ni los recuerdo. Hasta que me empezó a faltar tiempo, cuando cada septiembre me tocaba abrir la temporada del Metropolitan, y aquello me demandaba mucho tiempo.

 P. También Leo Nucci asegura haber echado los dientes como cantante en la ABAO

R. Porque siempre ha sido una temporada estupenda.

 P. Este Attila procede de la Ópera de Valonia, donde la estrenó el pasado año

R. Se estrenó en efecto en Lieja, con unos decorados muy sencillos firmados por Daniel Bianco, un escenógrafo estupendo y muy valiente.

 P. ¿Se ha visto en algún otro teatro?

R. No. La ópera de Lieja fue la primera y después de pasar por Bilbao la volveré a dirigir en Montecarlo. Tal vez haya algún otro teatro interesado, pero aun no puedo asegurarlo.

 P. ¿Cambia el concepto según el lugar?

R. El concepto, no. Pero si la disposición del escenario, que en el caso de Bélgica, al ser un teatro antiguo, es más pequeño. Pero cuento con el mismo iluminador, y eso ayuda. A Bilbao esta ópera llega muy trabajada después de un mes largo de ensayos en aquella ocasión, además de todos los que hemos hecho ahora. Aunque han sido menos, no me lamento. Comprendo que en este momento, como todo cuesta tanto dinero, no es posible continuar con aquellos largos periodos de preparación que en otros tiempos tuvimos por ejemplo en la Staatsoper de Viena, moviéndonos sobre el escenario mismo o en un gran espacio con todos los elementos posibles. O en el Met, que en la planta de abajo cuenta con un espacio idéntico al de la sala principal.

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P. En Madrid lo veremos pronto en el concierto de la Fundación Prodis

R. Si de aquí a entonces no me ocurre nada (sonríe) volveré para ese concierto, que hago cada año.

 P. Como un compromiso personal.

R. Y no sólo personal. Como agradecimiento a todo lo que hacen desde esa Institución que es de verdad impresionante. Nunca he visto un mal gesto. Son estupendos. Porque no se limitan a buscar trabajo para los jóvenes adscritos. También les instruyen para ingresar en una universidad, obviamente preparada para ellos. Nadie puede imaginarse lo que significa para un chaval con Down decir ¡estoy yendo a la Universidad!. Es ponerle el mundo en sus manos; darle una seguridad y transmitirles sensación de orgullo. Quiero mostrar mi admiración por España, donde se ha establecido una relación excelente con estos niños.

P. ¿Dirigirá algún día a su hijo Rodrigo en teatro de prosa?

R. ¡Quien sabe!. El mundo da muchas vueltas. Nunca se puede decir que no. Pero he visto como ha trabajado con él José Carlos Plaza, y cómo se entrega Concha Velasco, esa gran dama del teatro. Los dos han tratado a Rodrigo como a un auténtico profesional de la escena.

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P. Con Plácido Domingo usted compartió escenario y plató en distintas ocasiones

R. Cantamos juntos durante un largo periodo de tiempo, pero desde entonces no nos hemos vuelto a ver.

P. ¿Sus relaciones fueron buenas?

R. Mi relación con Plácido sobre el escenario siempre fue óptima

P. ¿Le ha dirigido alguna vez?

R. En una ocasión. Creo que fue una Lucrecia Borgia con un reparto en el que estaban Renée Fleming y Vittorio Grigolo. Y Plácido estuvo bien: muy bien.

P. ¿Le gustaría dirigirlo escénicamente?

R. Si. Podría ser una experiencia interesante

P. ¿Qué título le gustaría?

R. El que él quisiera

                                                                                                              Juan Antonio Llorente

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