Ópera en Munich

Sencillez inteligente para “Falstaff”

«Falstaff» de Verdi. A.Maestri, F. Vassallo, P. Breslik, K. Conners, R. Botta, A. Anca, V. Gens, E. Siurina, D. Barcellona, D. Pini. Coro y Orquesta de la Opera Bávara. E. Gramss, dirección de escena. A. Fisch, dirección musical. Múnich Staatsoper, 13 de marzo de 2017.

Tenemos un refrán que reza «Ni tanto, ni tan calvo». Me quejaba en mi crítica “Andrea Chenier” de una sobreabundancia escénica que no dejaba claro a donde mirar y que, de hecho, fragmentaba la ópera en una sucesión de pequeños cuadros que disimulaban la carencia teatral. La puesta en escena de «Falstaff» supone justo lo contrario: cómo obligar a que los cantantes actúen a base de un escenario con poquísimos elementos. Sólo hay un círculo giratorio en el suelo, rodeado por una fina tela en forma de ciclorama que cubre todo el espacio posterior. Luego apenas una silla, unos tenderetes con ropa tendida, un biombo y el imprescindible baúl. El resto es vestuario, con muchos aires escoceses por cierto. Tal sencillez tiene la gran ventaja de obligar a que los artistas actúen y ahí radica la inteligente apuesta de Erika Gramss. Hasta la forma de tirar al río el baúl con Falstaff dentro resulta ingeniosa y graciosa.

Lástima que la dirección musical de Asher Fisch se aleje de los conceptos verdianos y que en el reparto existan lagunas. Destaca, con mucho, la experiencia en el papel protagonista de Ambrogio Maestri, con voz poderosa y un dominio completo del personaje. Franco Vasallo no pasa de un rutinario Ford, Verónica Gens se pierde en la grisura como Alice y Daniela Barcellona carece de la vocalidad precisa para Quicly y a ambas cantantes les perjudica el exceso de volumen en el foso. Ekaterina Siurina cumple como Nannetta y Pavol Breslik peca de anodino como Fenton cuando, en teoría, habría de resultar un lujo en el reparto. Javier Camarena y Ewa Podles eran otro cantar cuando se estrenó la producción en el festival de 2013. Gonzalo Alonso

Foto: Wilfried Hösl