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“Becqueriana”, Insólitas frescura e inspiración
'Un avvertimento ai gelosi' en la Maestranza
Por Publicado el: 30/11/2016Categorías: En vivo

Ser lo que son

Ser lo que son

CONCIERTO LÍRICO DE ALUMNOS DEL CENTRE DE PERFECCIONAMENT PLÁCIDO DOMINGO. Programa: Obras de Mozart, Massenet, Bizet, Delibes, Boito y Puccini. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Direc­tor: Ramón Tebar. ­Lu­gar: Palau de les Arts, Teatre Martín i Soler. Entrada: Alrededor de 300 personas. Fecha: Sábado, 26 de noviembre de 2016.

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Ideado, creado y puesto a rodar por Helga Schmidt para formar e impulsar nuevas voces líricas, el Centre de Perfeccionament Plácido Domingo del Palau de les Arts es una de las iniciativas artísticas y pedagógicas más racionales y efectivas surgidas en la Comunidad Valenciana en los últimos lustros. El sábado, quince alumnos del mismo ofrecieron un concierto junto a una imprecisa y distraída Orquestra de la Comunitat Valenciana dirigida con más vehemencia y oficio que inspiración o sutileza por el maestro valenciano Ramón Tebar (1978).

            Como en botica, en el concierto hubo de todo. Destacaron, sobre todo, la mexicana Karen Gardeazábal, soprano ya muy a tener en cuenta y de segura carrera; la mezzo japonesa Nozomi Kato, exquisita mozartiana tanto como Dorabella (Così fan tutte), como Sesto de La clemenza di Tito, y la portuguesa Rita Marques, que hizo alardes con los pirotécnicos sobreagudos de la perversa “Reina de la noche” de La flauta mágica. En la lírica noche del Teatre Martín i Soler brilló también la voz de la mezzo Anna Bichkova, que fue una conmovedora Charlotte wertheriana.

            Gardeazábal comenzó mal su actuación, con el error de meterse en la -para ella- inapropiada vocalidad de la tremenda aria “Come scoglio” del Così fan tutte de Mozart. Sorda en unos graves que debieran ser consistentes y rotundos, salvó la equivocada papeleta con medios, inteligencia y la habilidad de adecuar la partitura a su vocalidad ligera. Luego, en el maravilloso trío “Soave sia il vento” de la misma ópera rozó el cielo con la complicidad de la Dorabella de lujo de Nozomi Kato, artista ya bien cuajada de carrera tan segura como la suya. Ambas volvieron a hacer maravillas en el dúo de Lakmé y Mallika de la ópera Lakmé de Delibes. La Gardeazábal cerró su actuación protagonista con un “Mi chiamano Mimì” de La Bohème cargado de convicción y emoción vocal.

            Menos empaque y calidad tuvieron las intervenciones de las voces masculinas. Ni el tenor Moisés Marín (que cantó el aria de Tamino de La flauta mágica como si se tratara de una romanza de zarzuela) ni el barítono alemán Michael Borth (un Conde de Las bodas de Fígaro ni de andar por casa) lograron superar la discreción. Luego, juntos, cantaron con la mediocre corrección que cabía imaginar el dúo de Nadir y Zurga del primer acto de El pescador de perlas, de Bizet.

            Pobre y pasota prestación, dentro de su elevado nivel, de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. Como si no se tomara en serio estos conciertos que son tan capitales como cualquier otro. La música requiere y exige siempre el mismo respeto y atención. En Valencia, en Berlín y en La Conchinchina. Mozart es Mozart allí y allá. De ahí, de esa falta de atención, y del quizá poco exigente trabajo del maestro Ramón Tebar, que se produjeran desajustes inéditos en una orquesta que nunca debiera de perder el nivelazo que desde su nacimiento en 2006 la ha caracterizado. Los imprecisos pizzicatos de la cuerda, las deficientes intervenciones de las trompetas en la primera parte del programa, o, mismamente, el hecho de abordar todo un Puccini con una reducida sección de cuerda más propia de Mozart o de Haydn son síntomas que delatan los peligros que acechan a la aún gran formación sinfónica.

            Pero el concierto tuvo final feliz. Muy feliz. Se impuso y triunfó la generosa entrega e ilusión que transmitían todas las voces, más allá de sus calidades y cualidades. Tras una muy cursilona puesta en escena para el “Bevo al tuo fresco sorriso” de La rondine, de Puccini, fragmento que cerraba el programa “oficial”, todos se embarcaron en la arriesgada pero luminosa aventura de regalar al público el prodigio de la fuga que culmina el Falstaff de Verdi, “Tutto nel mondo è burla”. Ahí, en ese milagro final de la obra de Verdi y del concierto, en el momento precisamente más comprometido y difícil, fue donde Ramón Tebar y los profesores de la OCV –quizá contagiados también por los cantantes- por fin pusieron la carne en el asador y dieron la impresión de ser lo que son. Justo Romero

Crítica publicada en el diario Levante el 28 de noviembre e 2016

 

2 Comments

  1. Carmen Lozano Baza 30/11/2016 a las 11:30 - Responder

    Como se le nota al ex-dramaturgo que está amargado hasta los tuétanos por no hacer más parte de la plantilla de Les Arts. Se está ganando a pulso el puesto a su colega Atticus. De esta manera se nos hace difícil olvidar al querido y añorado Alfredo Brotons Muñoz. Mejore señor Romero, mejore.

    • Justo Romero 30/11/2016 a las 15:47 - Responder

      Apreciada Sra. Lozano Baza:

      Agradezco sinceramente su interés por lo que escribo. Sí, intentaré «mejorar mejorar». Llevo toda la vida en ello, pero, ya ve, ¡parece que no lo consigo…!

      Comparto plenamente con usted la admiración a mi querido amigo y antecesor, el inolvidable Alfredo Brotons. Saludo afectuoso. Justo Romero.

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