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Ante Salzburgo
Por Publicado el: 25/07/2004Categorías: En la prensa

Todo sobre Parsifal en Bayreuth

Richard Wagner : Parsifal
25 jul 2004; 03, 06, 15(GV), 18, 26 ago 2004 Director Pierre Boulez
Director de escena Christoph Schlingensief
Escenógrafo Daniel Angermayr, Thomas George
Vestuario Tabea Braun
~
Amfortas Alexander Marco-Buhrmester
Titurel Kwangchul Youn
Gurnemanz Robert Holl
Parsifal Endrik Wottrich
Klingsor John Wegner
Kundry Michelle DeYoung
1. Gralsritter Tomislav Muzek
2. Gralsritter Samuel Youn
1. Knappe Julia Borchert
2. Knappe Atala Schöck
3. Knappe Norbert Ernst
4. Knappe Miljenko Turk
Klingsors Zaubermädchen Julia Borchert, Martina Rüping, Carola Guber
Klingsors Zaubermädchen Anna Korondi, Jutta Maria Böhnert, Atala Schöck
Altsolo Simone Schröder

Contenido:
27/07/04 EL PAIS (Vela del Campo) Boulez encuentra el Grial
27/07/04 LA RAZON (Sans Rivière) «Parsifal» abre Bayreuth entre abucheos
27/07/04 EL MUNDO (Silvia Román) Un ‘Parsilal’ muy desconcertante
27/07/04 ABC (Ovidio García) Un «Parsifal» multicultural y sin escándalo
27/07/04 ABC Wolfgang Wagner: «Aún no estoy esclerotizado»

25/07/04 ABC (O.García) Boulez regresa a Bayreuth después de tres décadas con un polémico «Parsifal»
25/07/04 EL PERIODICO Schlingensief abre Bayreuth con su polémico ‘Parsifal’
22/07/04 EL MUNDO EL CULTURAL (Justo Romero) Festivales sin rumbo

Boulez encuentra el Grial
La puesta en escena de ‘Parsifal’ provoca una encendida división de opirúones
J A. VEÍA DEL CAMPO, Bayreuth ENVIADO ESPECIAL EL PAIS 2004-07-27
Wolfgang Wagner; director del Festival de Bayreuth, siempre ha tenido una fijación especial con Parsfal De hecho ha estado al frente de la dirección escénica y la escenografia del drama sacro desde 1975 a 1981 y desde 1989 a 2001. Wolfgang heredaba en 1975 el cuarto de siglo de hegemonía de su hermano Wieland, emblema del Nuevo Bayreuth de la posguerra y cabeza unificadora de una auténtica edad de oro en el teatro de la verde colina con los Kna, Krauss y otros.
Pierre Boulez debutó en Bay-reuth en 1966 con Parsfal en la puesta en escena de Wieland Wagner. Estuvo hasta 1968 y re-pitió en 1970, antes de tomar las riendas con Chereau, de la aventura desmitificadora de el Anillo en su centenano.
Parsifal con Wolfgang Wagner no convencía a casi nadie por su conservadurismo conceptual y estético, siendo rematado año tras año con sonoros abucheos. El nietisimo del gran compositor se resistía a dejar a otro la joya más preciada y simbólica de la corona en Bayreuth. La decisión de escoger como heredero a un enfant terrible de la escena alemana como Christoph Schlingensief de 43 años, era una bomba de relojería y la mayor parte de la prensa alemana lo consideró como el principio del apocalipsis. Ni siquiera la frustrada (por ahora) operación de encargar el nuevo Anillo de 2006 al cineasta Lars von Trier causó semejante revuelo. Y es que Schlingensief tenia una trayectoria no precisamente convencional, con provocadores montajes, de los cuales el más conocido en España es seguramente su sarcástica parodia del Gran Hermano televisivo metiendo en cubos de basura en el centro de Viena a una docena de extranjeros que habían solicitado asilo en Austria. Pero tiene otras muchas lindezas en su currículo. Por ello ha sido muy oportuno el ciclo de proyecciones sobre su historial que se ha organizado en Bayreuth y, en otro sentido, la fantástica e ilustrativa exposición en el Ayuntamiento sobre Parsifal con maquetas de todos los montajes desde 1882 hasta la actualidad y una documentación de lo más sabrosona.
Para echar más leña al fuego discutieron en el periodo final de los ensayos Schlingensief y Wolfgang Wagner y un día antes del estreno el tenor que encarna a Parsifal se distanció del montaje declarando a los periódicos su desilusión y anunciando que no volvería a canta el próximo año. Las alarmas rojas se habían encendido en la cultura wagneriana. ¿Cómo iba a reaccionar la clientela?
La mayoría de los espectadores (políticos y vipss aparte) ya estaba en las puertas del teatro más de una hora antes del inicio de la representación (cuatro de la tarde), con centenares de curiosos flanqueando la entrada al teatro y un despliegue policial apabullante en cada rincón. Las pancartas al pie de la colina únicamente reivindicaban un Parsifal para todos. Luego había personajes curiosos deambulando, como una señora llevando atado por el cuello a un hombre de torso desnudo y, en fin, las docenas de aspirantes a que a alguien le sobrase a última hora una entrada.
¿Llegó la sangre al río? Pues no. Fundamentalmente porque Schlingensief realizó un trabajo de gran nivel técnico sostenido en el juego de proyecciones, una disposición abigarrada de la escena giratoria y una gran originalidad narrativa, con posibilidad de varias lecturas entre el nacimiento y la muerte, tanto desde el arte como desde la dispersión geográfica. Quiso decir demasiadas cosas y hacer infinidad de asociaciones, desde la verde pradera transformada en espacio de tumbas y ruinas, a cementerios del arte en los que estaban desde La Gioconda a la lata Campbell, con un tratamiento de la materia artística en continua transformación. Su planteamiento explora la obra desde los mitos más primitivos (el escenario de Bayreuth lleno de asiáticos y africanos, qué cosa: ¿se acuerdan de las protestas cuando el cantante negro Simon Estes hizo el personaje principal de El holandés errante?) hasta la estructura de los cuentos clásicos con una línea más o menos posmoderna. Las alambradas alternan con una reivindicación ecológica de las focas (vida y muerte, siempre) y así un montón de imágenes y de posibles asociaciones, con lo que uno no acaba de enterarse de la misa a la media. El despliegue lingüístico es sugerente. La aportación al conocimiento de Parsifal es más dudosa. El montaje es seguramente fallido, pero tiene el mérito de apostar por el riesgo en un territorio muy complicado.
La gran bronca se preveía y empezó nada más bajarse el telón, pero sorprendentemente el montaje tuvo también sus defensores encendidos y a los 15 minutos de enfrentamiento, en los que el director de escena y su equipo salieron al menos a saludar cuatro veces, los partidarios empezaron a neutralizar y hasta a superar a los detractores. La ópera sigue levantando pasiones.
El gran triunfador de la jornada fue Boulez, con una lectura orquestal de una claridad meridiana y rebosante de matices, aplicando a la perfección su propia afirmación de 1970 cuando en el programa de mano de Bayreuth escribía que «en Parsifal el romanticismo es interior». El coro estuvo excepcional y los actores cumplieron sobradamente (Wottrich, De Young, Holí), destacando John Wegner en el personaje de Klingson
– Turbulento Bayreuth
A la espera de la nueva producción de Tristán e Isolda que abordará el año próximo Christoph Marthaler, el Festival de Bayreuth tiene en su programa de este año la última posibilidad de ver el Anillo de Flimm, con dirección musical de Adam Fischer. Unicamente Parsifal es montaje nuevo este año y tanto El holandés errante como Tännhauser son reposiciones.
Wolfgang Wagner ha emprendido una huida hacia adelante de carácter vanguardista en la política de nuevos directores teatrales, pero siempre hay sitio para la saga familiar y así, en 2007, su hija Katharina (de su actual mujer; Gudrun) debuta como directora escénica en Bayreuth con una obra como Los maestros cantores, teniendo como director musical a Sebastian Weigle, responsable en esta faceta del Liceo de Barcelona a partir de septiembre. Con unos u otros, el Festival de Bayreuth sigue ejerciendo un atractivo irresistible. Por la música de Wagner pero también por el espacio donde se escuchan las óperas, ese sueño de Wagner hecho realidad.

«Parsifal» abre Bayreuth entre abucheos
La propuesta escénica de Christoph Schlingensief no alcanzó la grandiosidad mística de Wagner
«Parsifal» De Wagner. Director: Pierre Boulez. Direc. de escena: Christoph Schlingensief. Bayreuth. 25-VII-04.
Fernando SANS RIVIÉRE LA RAZON 2004-07-27
La vuelta de Pierre Boulez al Festival de Bayreuth tras casi un cuarto de siglo de ausencia no ha pasado desapercibida en Alemania porque había un gran interés por escuchar a uno de los músicos más prestigiosos de nuestra época. A pesar de ello, más que la excelente dirección del francés, este «Parsifal» quedará marcado por la caótica puesta en escena del joven director de escena alemán Christoph Schlingensief. Pierre Boulez debutó en Bayreuth con «Parsifal» (1966) y su «Tetralogía» (1976-80) que, junto a Patrice Chéreau, marcó una clara apertura hacia la modernidad escenográfica del certamen.
El director francés, que no había vuelto a dirigir la obra desde entonces, ha ofrecido una lectura de la obra póstuma de Richard Wagner de enorme luminosidad y transparencia no exenta del ritmo y la vitalidad de tan rica partitura gracias, qué duda cabe, a la magnífica Orquesta del Festival, pero le ha faltado alcanzar ese grado de grandiosidad mística y religiosidad que aflora en cada nota de la inmensa partitura wagneriana. La puesta en escena diseñada por Christoph Schlingensief, acorde con la lectura desmitificadora de Boulez, ofrece una enorme superposición de planos y lecturas; desde los mensajes escritos sobre edificaciones, pancartas, muros o tiendas de campaña, hasta el innumerable conjunto de espacios escénicos, construcciones, anda- miajes, alambradas, pantallas y objetos de todo tipo y época que inundan hasta des- bordar el escenario, tanto que incluso Parsifal estuvo a punto de caer por los suelos o que llevan a Klingsor a desaparecer en el espacio en un cohete. Todo ello utilizando una gran tarima circular que iba dando vueltas a conveniencia y mientras se va modificando la escenografía a vista del espectador sin ningún pudor o tacto y con numerosos fallos en el funcionamiento. Finalmente, para acabar de aturdir al público se ofrecen hasta tres proyecciones simultáneas en blanco y negro que presentan imágenes de soledad, muerte, posesiones diabólicas o el interior del cuerpo humano. El multicultural y feo vestuario de Tabea Braun acaba por descolocar al espectador con personajes caracterizados de tribus oceánicas o amazónicas, incluido el propio Klin- dsor, hasta militares de to-das las guerras del siglo XX y XXI. Schlingensief pretende descubrir en «Parsifal» una obra póstuma de Richard Wagner, una obra de muerte, de soledad y de confusión e indefinición religiosa tendente a enfatizar los rituales primitivos de las culturas ancestrales.
El reparto vocal se movió por unos derroteros completamente opuestos, con una serie de voces de excelente calidad empezando por el impactante Parsifal de Endrik Wottrich y el espectacular y expresivo Gurnemanz de Robert Holl, los dos triunfadores de ésta solemne inauguración del festival wagneriano. El Amfortas de Alexander Marco-Buhrmester mantuvo en todo momento la trascendencia de su personaje así como la Kundry de Michelle de Young, una soprano de gran peso dramático capaz de superar el enorme rol wagneriano y de proyectar su voz con gran eficacia a pesar de presentar algunas estridencias en los agudos. Correcto el resto del eficaz reparto con especial mención del breve papel de Kwanchul Youn como Titurel. Bien el trabajo del coro y agresiva y patética iluminación. Una producción que acaba por aturdir y aburrir a un espectador, al que no se le permite disfrutar de la trama ideada por Wagner y que fue recibida por grandes dosis de abucheos y en menor medida aplausos, que generó principalmente una enorme indife- rencia e incomprensión entre el público.

Un ‘Parsilal’ muy desconcertante
El siempre polémico escenógrafo alemán Christoph Schlingensief provoca el ‘shock’ en el arranque de la cita dedicada a Wagner
El Festival de Bayreuth ya se ha puesto en marcha. Su edición número 93 arrancó en la noche del pasado domingo con una singular versión de ‘Parsifal’ a cargo de Christoph Schlinqensíef. Y con Pierre Boulez en la dirección musical.
SILVIA ROMAN EL MUNDO 2004-07-27
Subió a un grupo de desempleados a unos postes de madera para ver quién aguantaba más y ganaba una jugosa recompensa. Paseó por las calles varias carrozas con altavoces que irradiaban piezas operísticas para que el pueblo disfrutara directamente del bel canto. Christoph Schlingensief se ha ganado a pulso el calificativo de nuevo enfant terrible de la dramaturgia alemana.
Sus piezas teatrales y performances en cualquier rincón o escenario son siempre motivo de discusión, asombro y polémica. Por ello, el pasado domingo por la noche, en la colina verde donde cada año se celebra el selecto Festival de Opera de Bayreuth, se pensaba que Schligensief iba a aprovechar la ocasión de poner en escena Parsifal para alzarse con el apelativo final de rey del escándalo. Sin embargo, no hubo alboroto alguno, sino que todo fue inteligente desconcierto, choqué visual y un trabajo muy bien elaborado. Schligensief, una vez más, volvió a descolocar.
«Ha sido una experiencia al borde de la muerte, pero ahora me siento relajado y contento», declaró ayer el director, de 43 años, durante la rueda de prensa que se celebró en la pequeña localidad bávara donde se celebra el festival dedicado en exclusiva a las óperas de Wagner.
La escenificación de Schlingensief fue bien acogida en Bayreuth, ya fuera porque, a la caída del telón, los atónitos espectadores instintivamente aplaudieron sin pensar («he visto tantas úosas que aún no puedo opinar, sino sólo reflexionar», alegó el prernier bávaro, Edmund Stoiber) o bien porque hasta las mentes más conservadoras o ancianas adoran el aire fresco y la innováción («para mí, es un éxito, gracias a la libertad artística», apuntó el octogenario Wolfgang Wagner, director del festival y nieto del compositor).
El Parsifal de Schligensief fue un derroche visual Las proyecciones de diferentes imágenes en la escena impactaron por su estética y asiduidad. El personaje de Wágner que busca su perdón a través de la muerte está rodeado de elementos pertenecientes a los mitos nacionales y de ilustraciones de culturas africanas. Los caballeros del Santo Grial son representantes de todas las iglesias y el budismo está a la orden del día. “Queríamos dar otra visión de Bayreuth y mi equipo y yo lo hemos conseguido. Además, yo me he quedado enganchado al mundo de la ópera», apuntó Schlingensief tras celebrar toda la noche su aprobado (pues hubo también abucheos) en el templo de los wagnerianos. Los aplausos que más retumbaron fueron los dedicados a los cantantes.
– Famoso en la escena alemana gracias al recurso de la polémica y los montajes excéntricos, el director catalán Calixto Bieito es uno de los candidatos para poner en escena el ‘Anillo de los Nibelungos’ en el Festival de Opera de Bayreuth de 2006. Según una información publicada en el rotativo germano ‘Die Welt am Sonntag’, Bieito podría recoger el testigo arrojado por el director de cine LarsvonTrier.
– Bieito, candidato a llevar a escena el ‘Anillo’
El cineasta danés anunció recientemente que rompía su contrato con el Festival de Bayreuth, debido a que «la dimensión y requerimientos que la representación del ‘Anillo’ exige» superaba su capacidad de trabajo y no lograría satisfacer sus propias «ambiciones» Y las del Festival. Von Trier llevaba dos años trabajando en la compleja tetralogía de Wagner cuando decidió seguir dedicándose a la pantalla grande y no ahogarse en el desconocido y complicado mundo de la ópera wagneriana. El autor de películas como ‘Rompiendo las olas’ se había comprometido a presentar un nuevo ‘Anillo’, totalmente alejado de las representaciones clásicas y estáticas y más cerca del ‘aire nuevo’ que el Festival quiere imprimir a sus representaciones.
«La postura de Von Trier ha sido una auténtica sorpresa y disgusto», se reprodujo en un comunicado del Festival, anunciando sin embargo que los lazos entre Bayreuth y el realizador seguirían unidos y que un equipo estaba ya a la búsqueda desesperada de un nuevo director. ¿Se tratará de Bieito?

Un «Parsifal» multicultural y sin escándalo
OVIDIO GARCÍA PRADA/BAYREUTH. ABC 2004-07-27
El rechazo iba dirigido netamente contra la puesta en escena de Christoph Schlingensief, tal vez el activista artístico-cineasta-hombre de teatro más provocador, polarizador y polémico de Alemania en estos momentos. Aplausos y ovaciones, en cambio, para los intérpretes y, principalmente, para Pierre Boulez, el director musical que regresaba al foso invisible de la orquesta después de 24 años. Las semanas de ensayos habían discurrido en medio de continuas controversias y divergencias de Schlingensief con la dirección del festival. Durante la víspera temía incluso la posibilidad de sabotaje. «Bild Zeitung», el diario sensacionalista de mayor tirada de Europa, pronosticó que correría sangre, tal vez incluso entre el público.
Pero, como suele suceder, la sangre no llegó al río. La mayoría del público optó por abandonar pronto la sala o callar. Diez minutos después del final sólo batía palmas vacilantes media docena larga de incondicionales. Así, en tono menor, se cerraba el esperado espectáculo cultural-mediático del verano. La ausencia del temido escándalo significaba un triunfo para Schlingensief, que aliviado declaró: «Ésta es desde hace seis semanas la primera noche en que podré dormir tranquilo». Hombre extrovertido e hiperkinético ideó para la sacra y meditativa obra wagneriana una puesta en escena iconográficamente trepidante, con un incesante bombardeo videográfico de la escena, que culmina en la proyección de una secuencia con el simbólico conejo-liebre en descomposición (el «Goldhase» de su mentor y padre espiritual Joseph Beuys) a todo lo largo y ancho del proscenio.
El decorado del primer y segundo acto es idéntico: una especie de castillo-presidio-campamento militar, sobre una plataforma giratoria central para facilitar diversas estaciones y funciones escénicas polivantes. El tercero lo conforman cuatro endebles tribunas. Una avalancha permanente de imágenes de diapositivas y vídeos con material figurativo y amorfo, proyectadas en distintas superficies y planos, así como haces de luz colorista que envuelven a las figuras en hornacinas de luz, ambientan la escenografía. Éste es el caleidoscópico crisol sincretista de religiones y culturas, con preponderancia de rituales nepaleses y africanos vudú, ideado por el católico «enfant terrible» para ilustrar el tema de la vivencia de la muerte y la salvación en el caótico mundo de hoy.
En este diluvio cromático-visual el casi octogenario Boulez aseguró el esplendor musical. Con una lectura mucho más breve de lo usual fue labrando con la orquesta, bien dispuesta y concentrada, una sonoridad transparente y cristalina. En el apartado vocal destacaron un vigoroso Robert Holl (Gurnemanz), un tonante John Wegner (Klingsor) y la expresividad doliente de A. Marco-Buhrmester (Amfortas). No logró convencer, a la postre, Endrik Wottrich, decaído en el tercer acto, y menos aún la debutante Michelle de Young (Kundry), propensa a la emisión estridente, sobre todo en el segundo acto. El coro, como siempre, impoluto.

Wolfgang Wagner: «Aún no estoy esclerotizado»
ABC 2004-07-27
Wolfgang Wagner, que dirige desde hace más de cinco decenios el Festival de Bayreuth, expuso ayer los futuros planes. El nieto del compositor Richard Wagner, acusado de anquilosamiento artístico y rigidez mental, hizo a sus casi 85 años gala de viveza y comentó irónicamente con autosatisfacción: «Como ven, todavía no estoy esclerotizado». Aliviado por el desenlace de la temida velada inaugural, recalcó que había respetado la libertad artística de Schlingensief y que Boulez dirigirá también el «Parsifal» en 2005. Anunció que al finalizar el festival podría decir el nombre del director escénico de la tetralogía de «El Anillo del Nibelungo» de 2006 en sustitución de Lars von Trier. Habrá sorpresas, dijo.

Boulez regresa a Bayreuth después de tres décadas con un polémico «Parsifal»
OVIDIO GARCÍA PRADA/BAYREUTH. ABC 2004-07-25
El nuevo montaje de «Parsifal» lo firma el controvertido y provocador activista artístico alemán Christoph Schlingensief (Oberhausen,1960), con dirección musical del icono musical francés Pierre Boulez. El elenco vocal se ha reclutado entre la cantera bayreuthiana. Desde el 25 de julio al 28 de agosto habrá un total de 30 representaciones de 7 de las 10 obras escénico-musicales «canónicas» wagnerianas. Conforme al principio de mantener los montajes 5 años en programa, se repondrán los presentados ya en la edición anterior.
En la insulsa colorista versión escénica de «Tannhäuser», del francés Philippe Arlaud y dirección musical de Christian Thielemann hay un cambio en el papel principal: el tenor norteamericano Stepehen Gould, debutante en Bayreuth, sustituye al australiano Glenn Winslade. Por segunda vez está en cartel «El holandés errante», con la alabada puesta en escena psicologizante de Claus Guth y dirección musical de Marc Albrecht, sin grandes cambios en la parte vocal. Finalmente, cumple su ciclo quinquenal la muy trabajada versión de la tetralogía de «El anillo del Nibelungo», del alemán Jürgen Flimm, laureada prematuramente en su día como el «Anillo del 2000». Un sólido Ivan Fischer volverá a comandar desde el foso. Alan Titus (Wotan), Evelyn Herlitzius (Brünnhilde) y Hartmut Welker (Alberich) aportan consistencia canora a la empresa, pero se mantiene endeble el papel de Hagen (Peter Klaveness) y el de Siegfried: Christian Franz y Wolfgang Schmidt vuelven a compartirlo.
La principal novedad musical, esperada con enorme interés, es el retorno del compositor-director Pierre Boulez para dirigir «Parsifal», tres décadas después. Schlingensief dice que no pretende plantear «provocaciones chabacanas», ni tampoco revolucionar la interpretación escénica wagneriana, pero él mismo presiente que habrá un estentóreo abucheo. En torno a su escenografía se sabe ya que habrá proyecciones (diapositivas y vídeos). También, que quiso deportar a los cantantes al foso de la orquesta e incluir un conejo en la atávica tríada simbólica, junto a la lanza y al santo grial. Igualmente, que habrá una comparsa en cueros, la más gorda que fue posible contratar. Schlingensief admite compromisos en casi todo, menos en el cuadro final: una especie de túnel por el que camina Parsifal hacia la luz, la muerte. Su «Parsifal» es un imponente funeral, una pasión tipo vudú pletórica de dolor. Parsifal tiene que morir, asegura él, pues «sólo la muerte -no la lanza o el grial, ni tampoco el arte- es la salvación del salvador». La fiel comunidad wagnerian prorrumpirá en gritos…, pero ¿de júbilo o indignación?

Novicios y controversias
ABC 2004-07-25
La escenificación de «El anillo del Nibelungo» (que dura 15 horas), de Richard Wagner, es el mayor desafío del repertorio operístico para un director. Queriendo atajar las persistentes críticas de anquilosamiento escénico, Wolfgang Wagner atrajo a la «verde colina» a directores vanguardistas, tremendistas incluso. Por ejemplo, al cineasta danés Lars von Trier y al activista artístico alemán Christoph Schlingensief. Ninguno de los dos había escenificado antes una obra wagneriana, ni siquiera una ópera. El autor de «Dogville» confesó incluso no haber asistido nunca a una representación operística. Ese afán de barnizado modernista del Festival provocó hace semanas una situación muy delicada. Lars von Trier depuso su compromiso para escenificar su versión del «Anillo», pues «las dimensiones y exigencias superaban netamente sus fuerzas». El provocador teatral Schlingensief, enfrascado en una controversia con la dirección, dio la «espantá», poniendo en entredicho el estreno, esperado ya como el acontecimiento medial-cultural del verano.

Schlingensief abre Bayreuth con su polémico ‘Parsifal’
• El director, elegido por su ignorancia de la obra de Wagner, califica su adaptación de «personal»
EL PERIÓDICO BERLÍN 2004-07-25
El festival de ópera de Bayreuth inicia hoy su 93ª edición con polémica. La obra que lo abre es una escenificación de Parsifal, de Richard Wagner, a cargo del discutido director teatral alemán Christoph Schlingensief. El responsable del festival y nieto del compositor, Wofgang Wagner, dice haberlo contratado por su total ignorancia de la producción operística, su confesada animadversión por la música de Wagner y su concepción provocadora del teatro.
La expectación por ver su Parsifal es enorme, equivalente a la que despierta el retorno a Bayreuth del maestro francés Pierre Boulez, ausente del festival desde 1980, tras el mítico Anillo del centenario, de Patrice Chereau. Durante los últimos meses, Schlingensief ha tenido sus tiras y aflojas con el festival en presunta defensa de la «libertad de creación e interpretación».
El director teatral, que asegura tener un gran respeto por «el viejo», en referencia al longevo Wolfgang Wagner, adelantó que su Parsifal no será tan provocador como algunos esperan, pero sí «muy personal». Tanto, que aseguró: «Finalmente yo soy Kundry», en referencia al papel femenino de la obra. Aunque, al mismo tiempo, ha añadido: «No habrá provocación y tampoco he destrozado esta ópera. Ya no me divierte que me contraten para que siembre el escándalo».
CRÍTICAS DE OPORTUNISMO
Las opiniones contrarias a la contratación de Schlingensief se han hecho escuchar. Claus Peymann, director de la Berliner Ensemble, el mítico teatro de Bertolt Brecht, arremetió recientemente contra «la política que premia el oportunismo y la especulación que se está extendiendo como una enfermedad por el mundo del teatro» y otros campos de la cultura, como la ópera.
«Que el señor Wagner haya encargado a Christoph Schlingensief una nueva producción de Parsifal es llamativo. Pero que lo haya hecho precisamente porque quería a alguien que no tuviera ni idea de ópera es perversión. Sí, eso se llama perversión», declaró Peymann.
Schlingesief y Boulez contarán en escena con un reparto de lujo que incluye al tenor alemán Endrik Wottrich (Parsifal), la mezzosoprano Michelle de Young (Kundry) y el barítono suizo Alexander Marco Buhrmester (Amfortas).

Festivales sin rumbo
Crisis de identidad en Bayreuth y Salzburgo
Justo Romero EL MUNDO EL CULTURAL 2004-07-22
Comienzan los dos festivales por excelencia: Bayreuth (del 25-7 al 28-8) y Salzburgo (del 24-7 al 31-8). Sus presupuestos son excepcionales, lo mismo que su capacidad de convocatoria. Sin embargo, viven momentos críticos. Bayreuth, dedicado íntegramente a Wagner, es gobernado por su nieto, Wolfgang, un luchador ya octogenario, que vive en pleno fragor de las batallas intestinas habidas entre los diferentes clanes de la familia Wagner por el trono. Su gestión ha sido enjuiciada ante los recientes enfrentamientos con Christoph Schlingensief, responsable del Parsifal que abre mañana esta edición, y por la espantada de Lars von Trier, retirado del proyecto de la Tetralogía para 2006. Por su parte, en Salzburgo, su director Peter Ruzicka anuncia que se va. Frente al mediático Mortier, el modelo planteado por Ruzicka hace aguas y se inicia una carrera entre los posibles sucesores. El Cultural le toma el pulso a la situación de ambos eventos y desgrana su programación.
Ver artículo «… A la incertidumbre de Salzburgo».
De la rebelión en Bayreuth…
El wagneriano Festival de Bayreuth comienza con mal pie. El domingo, cuando se descubra el inmenso telón del Festspielhaus tras el preludio de Parsifal, la expectación generada por el esperado retorno de Pierre Boulez para dirigir la nueva producción del festival “sacro escénico” diseñada por Christoph Schlingensief, habrá quedado emborronada por el escándalo que ha supuesto la inesperada partida, pocas semanas antes del estreno, del polémico enfant terrible de la escena germana. Ha sido precisa la mediación del propio Wolfgang Wagner, nieto del compositor y director del festival, para que Schlingensief accediera a volver a Bayreuth y ultimar su trabajo.
La inesperada deserción de Schlingensief obedeció precisamente al desencuentro con Wolfgang Wagner, quien desde 1951 regenta el festival. La bandera artística de Schlingensief es introducir el arte en la vida diaria, “buscar el conflicto entre política, arte y vida”. Sus trabajos han estado siempre envueltos en polémica. Suyas son declaraciones tan controvertidas como “Fuera extranjeros” (“Ausländer raus!”, en alemán) o el programa televisivo con el curioso título “Mata a Helmut Köhl”.
Proyecciones de vídeo
“Me ponen todo tipo de obstáculos. Así no se puede trabajar”, llegó a confesar el berlinés Schlingensief, que a sus 44 años ha chocado con el anciano Wagner a causa de la negativa de éste a aceptar unas proyecciones de vídeo durante las funciones. “En Bayreuth existe un rechazo extremo contra las proyecciones”, se lamenta el cineasta antes de garantizar que su puesta en escena en absoluto es una “tosca provocación”. “Por el contrario”, agrega, “me he esforzado para que entre los cantantes, el coro y la orquesta surja un verdadero cuerpo orgánico”. Aunque admite que no es experto en ópera, Schlingensief sí había visitado anteriormente Bayreuth como espectador. “De Wagner me interesa más su pensamiento político y el intento de bajar de lo divino a lo terrenal”. Lo que no le impide reconocer que ha sido la música la única instancia que ha seguido a la hora de poner en escena Parsifal: “Es la música la que provoca que las imágenes que [Parsifal] lleva en su interior puedan aflorar. Sería una ocasión perdida si sólo aprovechara está oportunidad para provocar a algunos”.
A pesar de las aludidas razones de corte artístico, otras fuentes aseguran que la partida de Schlingensief respondió a problemas de salud. La revista Focus incluso llegó a informar de que el director “puede permanecer ausente por largo tiempo al estar en tratamiento psiquiátrico”. En cualquier caso, lo que sí es seguro es que antes de distanciarse de Wolfgang Wagner, Schlingensief no dudó en salir en defensa de quien precisamente le abrió las puertas del legendario Festspielhaus: “Alemania tiene muy mala memoria. Unos cuantos despistados nos venden a Lars von Trier (quien debía de dirigir el nuevo montaje de la Tetralogía que se estrenará en 2006) y a mí como algo nuevo. Pero Wolfgang Wagner siempre ha traído a gente que, a primera vista, no encaja, como Patrice Chéreau o Heiner Müller”. Este sentido común ha prevalecido y ha propiciado que, tras recibir garantías del propio Wolfgang Wagner de que podría desarrollar con plena libertad su idea escénica, las turbulentas aguas vuelvan a su cauce.
Casi nadie del universo wagneriano pensaba que el polémico y revolucionador Christopf Schlingensief fuera a encajar en el Bayreuth de Wolfgang Wagner, donde el nietísimo impone con fuerza su ley bajo el imperio poderoso del apellido. De hecho, cuando hace un par de años Bayreuth anunció que Parsifal iba a retornar al Festspielhaus de la mano de Schlingensief (tras rechazar el director Martin Kusej la invitación del festival, también por diferencias de concepción), muchos pensaron que era un auténtico disparate. Incluso el semanario Der Spiegel llegó a preguntarse: “¿Está loco el señor Wagner?”.
Lejos de la locura
Pero el heredero de Richard Wagner puede ser cualquier cosa menos un loco. Lo ha demostrado durante los 53 largos años que lleva como director del festival que fundara su abuelo en 1876 en la localidad bávara de Bayreuth. Durante todo este tiempo, y al margen de criterios estéticos, el festival ha funcionado como un reloj suizo, con perfecta organización administrativa y artística. La respuesta del público y la imagen del Festival no han parado de acrecentarse. Bayreuth sigue siendo la Meca a la que miran y peregrinan wagnerianos de todo el mundo, a pesar de que la lista de espera para conseguir una entrada es de siete años. Sólo en las últimas ediciones, tras la partida de estrellas como Barenboim y Levine, y la muerte de Sinopoli, ha comenzado a resquebrajarse la sólida estructura artística del festival. Para colmo, la virulenta pugna entre diversos clanes de la familia Wagner para dirigir los destinos del festival ha terminado por debilitar la figura todopoderosa de Wolfgang Wagner.
Hace sólo unos días, el periódico Die Welt denunciaba que “Bayreuth atraviesa actualmente su más grave crisis desde los tiempos en que era dirigido por Winifred Wagner” [viuda de Siegfried Wagner y madre de Wolfgang, que dirigió el festival entre 1931 y 1944]. Ciertamente las cosas nunca habían llegado al extremo actual. Wolfgang Wagner, célebre por su habilidad para capear crisis, no parece a sus 84 años tener energías para superar los problemas que le surgen. El nieto de Wagner y bisnieto de Liszt tiene ante sí otro gravísimo reto: el no menos famoso director de cine danés Lars von Trier ha abandonado el proyecto de dirigir la nueva producción de El anillo prevista para el 2006 aduciendo su “imposibilidad para abordar un trabajo tan inmenso”. Sin embargo, fuentes cercanas a Bayreuth aseguran que la verdadera razón de su marcha son exactamente las mismas de Schlingensief: las diferencias con Wolfgang Wagner. Ahora, éste se encuentra en el brete de encontrar, a sólo dos años vista, un director de escena y un equipo capaz de montar toda una Tetralogía en poco más de un año, y que, además, cuente con el beneplácito de Christian Thielemann, responsable musical del proyecto.
Sin embargo, Wolfgang Wagner no se amilana ante nada y tira para adelante con la tozuda decisión que siempre le ha caracterizado. Quien ha hecho frente al Presidente de Baviera y al ministro de Cultura no tiembla ahora ante estos avatares “domésticos”. Genio y figura hasta la sepultura, Wagner ha impuesto a su hija Katharina, de 25 años de edad y fruto de su matrimonio con la ambiciosa Gudrun Mack, como directora de escena de la producción de Los maestros cantores que se estrenará en 2007, y que será dirigida desde el foso por Sebastian Weigle, el nuevo director musical del Liceu de Barcelona. Con esta decisión polémica, Wolfgang Wagner da un nuevo paso en su intento de marcar la línea sucesoria en la dirección del festival, por la que también han luchado Eva Wagner-Pasquier, hija de su primer matrimonio y con quien ya no mantiene relación, y su sobrina Nike Wagner, hija del fallecido Wieland Wagner.
Precisamente será el tenor Endrik Wottrich, casado con la joven Katharina Wagner, y por lo tanto yerno de Wolfgang Wagner, quien dará vida al personaje de Parsifal en la producción que el domingo inaugura esta nueva edición. El mayor interés del montaje, además de las expectativas generadas por lo que haya podido hacer –o dejado de hacer- Schlingensief con el místico Parsifal, se basa en la vuelta de Boulez, quien a sus 79 años de edad retorna con una obra que ya dirigió en la Colina Sagrada –a tiempos inusitadamente vivos– entre 1966 y 1970. Ahora, casi 40 años después, cabe imaginar que las vivacidades de entonces habrán dado paso a un concepto más sosegado.
El reparto vocal es muy diferente al que tuvo entonces. Frente al Parsifal familiar de Wottrich, la mezzo Michelle DeYoung dará vida a una Kundry ante cuyos encantos vocales será difícil no sucumbir. El cada día más wagneriano Robert Holl dará vida a Gurnemanz, mientras que Alexander Marco-Buhrmester asumirá el rol de Amfortas. Kwangchul Youn (Titurel) y John Wegner (Klingsor) figuran también en el elenco.
El resto de los títulos que integran esta nueva edición, que se prolongará hasta el 28 de agosto, incluye el enigmático montaje de El holandés errante concebido por Claus Guth (dirección musical del joven triunfador Marc Albrecht); el coloreado Tannhäuser de Philippe Arlaud (con la batuta aclamada de Thielemann, el nuevo mesías de Bayreuth) y el ya veterano Anillo firmado por el tándem Jürgen Flimm (escena) y Erich Wonder (escenografía). En el foso, la batuta honesta y eficaz de Adam Fischer. Sobre el escenario cantarán, entre otros, Alan Titus (Wotan), Hartmut Welker (Alberich), Robert Dean Smith (Siegmund), Philip Kang (Hunding), Eva Johansson (Siegliende) o Christian Franz y Wolfgang Schmidt (Siegfried).
Como de costumbre, Radio Clásica de Radio Nacional de España transmitirá en directo las primeras funciones de cada título.
Justo ROMERO

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