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Por Publicado el: 26/01/2013Categorías: Crítica

TOSCA (G. PUCCINI). Palacio Euskalduna de Bilbao

TOSCA (G. PUCCINI). Palacio Euskalduna de Bilbao. 25 Enero 2013.

En los últimos años parece que Tosca se ha convertido en una ópera poco afortunada para ABAO. De hecho, habría que remontarse al año 1994 para toparnos con el último éxito de esta obra maestra de Puccini en la temporada de ópera de Bilbao. En las dos ocasiones posteriores (2001 y 2006), y ya en el Euskalduna, el éxito no se alcanzó. Tras la representación que ahora nos ocupa, puedo decir que la racha continúa y que esta Tosca ha sido posiblemente la más floja en términos vocales  de cuantas se han visto en Bilbao en muchos años. Tosca sin pasión no tiene sentido y la pasión no existió en ningún momento. En su lugar tuvimos mucha rutina y abundantes trampas.

Hace ya mucho tiempo que en foros operísticos se sabía, basado en informaciones proporcionadas por los propios artistas contratados, que en estas fechas se había programado un Parsifal, ópera nunca representada en las temporadas de ABAO, pero las circunstancias económicas  hicieron que se modificaran los planes iniciales y se sustituyera el previsto Parsifal por una Tosca, supuestamente más amigable en taquilla, reciclando a los artistas contratados, que eran el director y dos de los protagonistas de la Tosca que nos ocupa.  Evidentemente, el reciclaje no es la mejor de las soluciones  y el resultado de la ópera de Puccini se ha visto condicionado por la escasa adecuación de los cantantes reciclados. Se habrá salvado la taquilla, pero se ha caído muy bajo artísticamente.

ABAO ha echado mano de nuevo a una producción propia, que es la que ya se pudo ver en la última ocasión en que se representó Tosca en Bilbao, es decir en Septiembre de 2006. No seré yo quien critique la decisión, ya que los tiempos no están para gastar dinero en producciones, especialmente existiendo otras propias. Así pues, hemos vuelto a ver la producción de Nuria Espert, coproducción del Teatro Real y ABAO, que se estrenara en Madrid en el año 2004.

Nuria Espert es una directora de escena que siempre da su toque personal a lo que hace. Su “originalidad” en esta Tosca consiste en centrarse en las maniobras políticas que encierra el libreto, dando un enorme protagonismo al poder de la Iglesia (lo que no carece de fundamento, en absoluto), para lo que convierte al jefe de policía, el Barón Scarpia, y sus secuaces en clérigos, lo que no deja de ser una genialidad gratuita, que no puede tener apoyo sino en la frase de Cavaradossi al referirse a Scarpia “fa il confessore e il boia”. Nuria Espert es consecuente con su visión y hace un Te Deum verdaderamente espectacular, lleno de riqueza y colorido. En el segundo acto la estancia de Scarpia está dominada por un enorme crucifijo y Tosca no mueve los grandes  candelabros, sino que  apaga los hachones sin perder de vista al Cristo. En el tercer acto la presencia de sacerdotes o esbirros – son la misma cosa – es permanente.

La producción cuenta con una atractiva escenografía (Ezio Frigerio), consistente en un decorado único en forma de un semicírculo con dos niveles de alturas. En el inferior hay una serie de pilares de mármol oscuro, rematados por columnas claras, apareciendo en ambas partes proyecciones a modo de frescos con escenas barrocas del Juicio Final. El tercer acto ofrece un “paredón” salpicado de sangre de víctimas anteriores y unas trampillas por donde se arrojan a los ejecutados y por donde al final se arroja Tosca. No es precisamente un Castell Sant’Angelo, pero funciona. El vestuario (Franca Squarciapino)  resulta adecuado, aunque menos espectacular para la protagonista en el primer acto que en la ocasión anterior. Buena la labor de iluminación de Vinicio Cheli.

La dirección escénica la ha llevado adelante en esta reposición Marco Gandini y no ofrece novedades sobre lo visto en la representación original. El mayor problema ha venido de la falta de vida que los cantantes han dado a la escena, resultando siempre planos, rutinarios y faltos de la más mínima emoción y credibilidad. Tampoco es que el trabajo del director de escena haya sido muy convincente en el movimiento de la cantoría en el primer acto.

La dirección musical estuvo encomendada al francés Bertrand De Billy, cuya categoría es superior a los que habitualmente tenemos en el foso del Euskalduna. Su lectura musical fue buena, también algo corta de emoción, acompañando y cuidando a los cantantes. A sus órdenes la Orquesta Sinfónica de Bilbao tuvo una de las mejores actuaciones que recuerdo de esta formación, especialmente en el sonido de la cuerda. El Coro de Ópera de Bilbao no pasó de la discreción en sus breves intervenciones. El Coro del Conservatorio de la Sociedad Coral de Bilbao estaba formado por niños un tanto talluditos y tampoco brillaron mucho.

El reparto vocal fue francamente deficiente, de lo más flojo que hemos podido ver en Bilbao en bastantes años. Lamentablemente, ninguno estuvo a la altura exigible y en algún caso la falta de profesionalidad fue vergonzosa.

La protagonista, Floria Tosca, fue la lituana Violeta Urmana, que me resultó una poco convincente intérprete, especialmente en términos vocales. Esta supuesta soprano tiene muy poco interés en el personaje de Tosca, con una voz excesivamente metálica en toda la parte superior, teniendo que recurrir a sobreagudos gritados, que hacían daño al oído. Ni tiene la voz ni la figura ni el temperamento para cantar Tosca. Perdimos una gran Kundry para ganar una mediocre Tosca.

 

Máximo Giordano y Violeta Urmana

Massimo Giordano es un Cavaradossi, en el que lo que más destaca es su figura. Vocalmente, tiene muy poco interés, ofreciendo un canto plano y rutinario y una actuación escénica propia de un principiante o de un cantante poco interesado en entregarse al personaje. La voz es eminentemente lírica y su falta de expresividad le convierte en un Cavaradossi a olvidar. Pocas veces he escuchado a un cantante desafinar tanto como lo hizo él en el arranque de Recondita Armonía, que fue premiada con 8 segundos de aplausos, de los que sobraron todos. Hubo abuso de portamentos y de  notas cortadas  y canto sin interés.

El barítono alemán Falk Struckmann ha sido una de las voces wagnerianas más interesantes de los últimos años, pero su adecuación al repertorio italiano es escasa, ya que no lo frecuenta con la excepción de los personajes de Scarpia y Iago.  Fue un Scarpia convincente en escena, pero vocalmente muy problemático. Su voz es indudablemente de barítono, pero las notas altas las ha perdido o están tan resecas como si las hubiera perdido definitivamente. No es de extrañar que en los últimos años esté girando a repertorio de bajo, aunque claramente no lo es. Me sorprendía que cantara personajes como el Rey Heinrich, Gurnemanz o el Landgrave, pero lo entiendo, tras ver su Scarpia. Aunque él pueda creer lo contrario, un barítono no se convierte en bajo al perder los agudos. Durante el primer acto se escapó de cualquier nota elevada con “habilidades” de perro viejo, pero en el segundo acto su actuación vocal fue digna de un tramposo, llegando al extremo de cantar en varias ocasiones una octava más baja, lo que fue especialmente evidente en toda la intervención final, a partir de Se la giurata fede debo tradir. Su falta de profesionalidad me pareció vergonzosa, así como su falta de respeto a un público que había pagado en algunas localidades más de 200 euros. Si a los tramposos no les permiten el acceso a los casinos, habría que hacer lo mismo en los teatros de ópera. No tengo por qué pensar que estaba enfermo, ya que no hubo ningún aviso en este sentido, como parece que sí lo hubo en la función de estreno.

 

Violeta Urmana y Falk Struckmann

Como Angelotti estuvo anunciado Roberto Tagliavini, que dejó un buen recuerdo como Frère Laurent en Romeo et Juliette. ABAO no ha comunicado los motivos de su cancelación, aunque todo parece indicar que no hay otro motivo que el hecho de haber preferido cantar el rol protagonista de Attila en Verona, cuyo  estreno tiene lugar el 3 de Febrero próximo. Su sustituto ha sido Miguel Ángel Zapater, cuyo estado vocal es lamentable. ¡Vaya  cambio!

Valerio Lanchas fue un buen Sacristán, con afán de hacerse escuchar. Correctos en sus respectivos papeles Vicenç Esteve (Spoletta) y José Manuel Díaz (Sciarrone). Sonoro y basto David Aguayo como Carcelero. Leyre Mesa resultó totalmente inaudible en su canción del Pastorcillo, cantada en interno. ¡Con lo fácil que habría sido ponerla en el foso milagroso del Euskalduna!

El Euskalduna ofrecía una entrada de alrededor del 95 % del aforo. El público no mostró entusiasmo con el resultado de la ópera ni a escena abierta ni al final. No hubo bravos para ninguno de los 3 protagonistas. La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 49 minutos, incluyendo dos intermedios de 56 minutos en total. Duración puramente musical de 1 hora y 53 minutos. Los aplausos finales no llegaron a 4 minutos. Me llamó la atención que Angelotti, el Sacristán, Scarpia y el Coro no estuvieran presentes en los saludos finales. Pocas veces se ha visto esto en Bilbao. El precio de la localidad más cara era de 207 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 175 y 141 euros, siendo 86 euros el precio de la localidad más barata. Sobran comentarios. Jose M. Irurzun Fotografias: Cortesía de ABAO. Copyright: Moreno Esquibel

 

 

 

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