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Por Publicado el: 21/09/2020Categorías: En vivo

Crítica: Dudamel en el Teatro Real. Música enmascarada

Gustavo Dudamel dirige la Novena de Beethoven en el Teatro Real

Música enmascarada

Novena Sinfonía de Beethoven. Susana Elmark (soprano), Algul Akhmetschina (contralto), Leonardo Capalbo (tenor) y José Antonio López (barítono). Orfeó Catalá. Cor de Cambra del Palau de la Música de Barcelona. Alumnos de la Escuela de Música Reina Sofía. Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección musical: Gustavo Dudamel. 19 de septiembre

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Gustavo Dudamel

Pocas obras como la Novena Sinfonía de Beethoven pueden tener más sentido en estos días y suponer un bálsamo más eficiente para administrase por vía (dis)tópica. Es un momento extraño donde cada concierto se convierte en una reivindicación mutua: del público hacia el artista, por seguir allí, y del artista hacia el público, por continuar al otro lado. Vaya por delante el agradecimiento por hacer posible que esta utópica música vuelva, en estas condiciones, a subirse a un escenario. Pero esta alegría de vernos no implica necesariamente que todo esté bien en el nivel artístico ni que las medidas aplicadas dejen inalterado el discurso musical.

Dudamel salió al gran escenario del Teatro Real con una distribución inédita. Su concertino a más de seis metros a su izquierda, las trompetas perdidas en el fondo tras los timbales, cada músico en su propio atril y el coro en una deshilachada lejanía. No hay crítica en la distribución, es la que tiene que ser, pero sí consecuencia en el sonido, que no se construye compacto, que no se beneficia del empaste interseccional del viento-madera que da la cercanía de oboe y flauta, que retrasa las articulaciones de la cuerda, que descuadra algunos ataques del metal y, en definitiva, que disemina el flujo sonoro de tal manera que son más setenta músicos tocando a la vez que una orquesta. El sonido resultante es, irónicamente, desvaído como si se hubiera puesto una enorme mascarilla delante.

El primer movimiento tuvo poco de “caos viendo la luz”, y buscó más una serenidad que no acababa de encajar con la rabia de la escritura musical. Dudamel primó al viento madera para intentar un lirismo conseguido solo a medias. El Scherzo fue el único movimiento que tuvo cosas distintas que decir, con aristas indisimuladas, articulación extrema y sombras pertinentes. La distribución tan abierta jugó muy malas pasadas en el Adagio, un movimiento con tendencia a caerse ya de por sí y que anduvo falto de paleta de colores. Coros y solistas se implicaron en el Presto, los primeros levantando ligeramente con el dedo la mascarilla para que no estorbase a la vocalización y los segundos (sin ella) entregados al máximo para transmitir las palabras importantes que les tocan, en particular el barítono José Antonio López, cantante muy querido en el Real.

El efusivo final trajo la emoción -soportada también por el timbalero- de todo lo perdido estos meses. Necesitamos que vuelva la cultura y la música, ojalá que en unas condiciones que permitan que la magia vuelva a pisar el escenario. Mario Muñoz Carrasco

2 Comments

  1. Daniel 21/09/2020 a las 15:03 - Responder

    ¿Es verdad lo del micrófono que sonó? https://www.youtube.com/watch?v=fuLBX53KwhM&feature=youtu.be

    • SpR 21/09/2020 a las 18:34 - Responder

      ¿A qué se refiere?

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