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Por Publicado el: 04/02/2021Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

El peligro de “Siegfried” en el Teatro Real

“Siegfried” en el Teatro Real

No resulta cómodo escribir este artículo. No lo es porque es admirable el esfuerzo que está realizando desde hace meses el Teatro Real para sobre imponerse a la pandemia. Valerosamente se atrevió a volver a la actividad el pasado verano con “Traviata” y ha continuado después con “Ballo in maschera”, “Rusalka”, “Don Giovanni” o “Marie” en la Abadia cuando los teatros de toda Europa estaban cerrados a cal y canto, ofreciendo sólo streamings. Sin duda algo digno de admiración y por lo que se habla de España en todo el mundo musical.

Sin embargo, el caso de “Siegfried” es distinto y merece una consideración especial. Estoy seguro que en el equipo delSiegfried-Realteatro no ha sucedido lo que a Elena Salgado con el “Parsifal” con el que quiso reabrir el Real en 1997. Yo, que figuraba entonces en la comisión ejecutiva de la fundación, le pregunté si se había percatado de su inadecuada duración para una ocasión que iba a ser un acontecimiento social presidido por los Reyes. Me contestó que naturalmente que sí, que era sólo algo más de hora y media. “Eso es lo que dura el primer acto, le respondí. No se reinauguró con “Parsifal”. Eso ahora no ha pasado, pero creo que quizá no se ha valorado bien la duración, sólo de música, de las cuatro horas de la tercera jornada del “Anillo” wagneriano. A ellas hay que añadir dos descansos. Casi cinco horas es demasiado tiempo para estar sentados o deambulando por el teatro. No ya por la incomodidad de las mascarillas, porque hay mucha gente que se ve obligada a llevarlas en sus profesiones, aunque también es cierto que no es algo a lo que esté acostumbrado el público que habitualmente acude al Real. Además, habrá que tener previsto el cambio de mascarillas a las tres horas para quienes lleven las higiénicas, porque la ópera dura más que las mascarillas. Con todo ello cabe en lo posible que ese público se retraiga y no acuda. Vendrá entonces el asunto de la devolución del importe de las localidades, algo que el teatro aún no tiene totalmente resuelto. También supone un peligro para los músicos .

Pero el problema es otro: ¿realmente no es demasiado arriesgado mantener encerrados a los espectadores y a los músicos tanto tiempo? ¿Merece la pena? ¿No hay otras alternativas? Yo, desde luego, no asumiría tal responsabilidad.

Pienso que sí hay alternativas y se me ocurren al menos dos al margen de aquella por la que han adoptado muchos teatros realizando las representaciones, pero a puerta cerrada y ofreciéndolas por streaming. La primera sería programar una selección de la ópera y no completa. La segunda, dividirla en tres, programando en días sucesivos cada uno de sus actos. En ciudades como Munich se ha hecho algo así con “Tristan e Isolda”, incluso sin existir pandemias. El calendario podría ajustarse, el público y los artistas lo entenderían y aumentaría la seguridad. Por cierto, no olvidemos que el Palau de les Arts, tras replantearselo, acaba de anunciar la cancelación de su “Tristán”.

El día 13 es la primera de las representaciones. Merece una reflexión y hay tiempo para ella. Gonzalo Alonso

2 Comments

  1. serval21 05/02/2021 a las 09:37 - Responder

    Si Wagner levantara la cabeza y leyese este artículo…Ya me parece de traca sugerir que no se debió de inaugurar con Parsifal en el 97 «para que nuestros reyes no se agobien porque es muy larga», siendo un pedazo de obra maestra y pudiendo los reyes disfrutar de un súper palco con todas las comodidades que ya quisiéramos muchos… Yo le sugeriría al autor que fuese a Bayreuth y probase las «comodidades» de las sillas en el precioso teatro de la Colina Verde sin aire acondicionado en agosto. Y la gente está horas sin moverse un ápice y disfrutando del espectáculo wagneriano. Sugiérale Ud. a esa gente lo de poner en varios días Sigfrido…O se hace entera en un día, o no se hace. Todo lo demás es un disparate

    • SpR 08/02/2021 a las 20:53 - Responder

      Nadie discute la calidad de Parsifal, pero cualquier buen programador sabe que hay otras cuestiones a tener en cuenta para una reinauguración de un teatro. Por cierto, yo he estado sentado no en una de las duras butacas de Bayreuth sino en la escalera lateral derecha durante todo un Ocaso y con los bomberos echando agua sobre el tejado para refrescarlo.

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