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Por Publicado el: 15/06/2010Categorías: Crítica

LA ÓPERA QUE INSPIRÓ A HITCHCOCK

LA ÓPERA QUE INSPIRÓ A HITCHCOCK

Teatro Real
KORNGOLD: Die tote Stadt (La ciudad muerta). Klaus Florian Vogt (paul), Manuela Uhl (Marietta/Marie), Lucs meachem (Frank/Fritz), Nadine Weissmann (Brigitta). Coro de la Comunidad de Madrid, Orquesta Sinfónica de Madrid. Dirección de escena: Willy Decker. Dirección musical: Pinchas Steinberg. Teatro Real, 14 de junio de 2010.
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Los tercios de Flandes dieron a Bruges el nombre de “Brujas” porque a tal cosa les sonaba el nombre de la ciudad belga. Pero no iban muy descaminados, por lo que sugiere el título de la novela de 1892 de Georges Rodenbach, “Bruges-la-Morte”. De la novela saldría la ópera de Erich Wolfgang Korngold (Brno, 1897 – Los Ángeles, 1957), estrenada conjuntamente en 1920 en Hamburgo por Egon Pollack y en Colonia por Otto Klemperer. Paul Schott, el supuesto autor del libreto, no eran sino el propio Erich y su padre, el (temido) crítico vienés Julius Korngold. La novela de Rodenbach y, lo que es más sorprendente, la propia ópera de Korngold, que gozó en la Europa de entre guerras de justa fama, inspiraron otra novela, “D’entre les morts”, de los franceses Pierre Boileau y Thomas Narcejac, de 1954, y de tal “De entre los muertos” combinado con (“Schwindel”) (“Vertigo”) del germano W. Maximilian Sebald saldría “Vértigo”, la película de 1958 de Alfred Hitchcok. Korngold murió un año antes de la realización del film, y no tuvo ocasión de contarles ni a su vecino Hitchcock ni al músico fílmico Bernard Herrmann que algo, o mucho, de las desventuras de Scotty y Madeleine tenían que ver con él y con su papá.
Sumida la ópera en el olvido por prescripción nazi –“arte degenerado”, ya se sabe- su resurrección comenzó de la mano del disco, con la, todavía hoy, extraordinaria grabación de 1975 de Erich Leinsdorf, con René Kollo, Carol Neblett y Hermann Prey como protagonistas. Y ahora, por fin, le ha tocado a Madrid el turno de estrenar una obra que igualmente ha llegado a Francia hace bien poco, y en una producción de Willy Decker que empieza a ser un clásico, vista ya en Barcelona, Viena y Salzburgo, y que potencia tanto los elementos claustrofóbicos de la pieza como su recurrencia a lo sobrenatural o para-religioso. Pinchas Steinberg, desde el foso, fue el dueño de la noche, consiguiendo una de las más redondas actuaciones que se recuerdan de la Sinfónica de Madrid. Klaus Florian Vogt luchó a agudo partido con la endiablada tesitura de su personaje, y otro tanto hizo Manuela Uhl en la no menos inmisericorde ‘particella’ que le corresponde. Todo el reparto, junto con el Coro de la Comunidad de Madrid, mostraron un nivel más que notable en una obra de fabulosa escritura, vocal y orquestal, pero difícil y comprometida del primer al último compás. Un gran triunfo. José Luis Pérez de Arteaga

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