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Por Publicado el: 08/11/2016Categorías: En vivo

Miuras difíciles de roer en el Palau de la Música

Miuras difíciles de roer

ORQUESTA FILARMÓNICA DE LUXEMBURGO. Programa: Obras de Schumann (Concierto para violín) y Bruckner (Séptima sinfonía). Solis­ta: Patricia Kopatchinskaia (violín). Direc­tor: Gustavo Gimeno. ­Lu­gar: Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 1800 personas (lleno). Fecha: Jueves, 3 de noviembre de 2016.

Gustavo Gimeno Photo: Marco Borggreve

El Palau de la Música de Valencia estaba el jueves a tope de público, como en sus mejores tiempos. Había expectación por ver dirigir a Gustavo Gimeno (1976) en su tierra natal tras los éxitos obtenidos en los últimos meses, que le han catapultado a un lugar privilegiado en el ámbito internacional de la dirección de orquesta. Ha vuelto con un programa valiente y verdaderamente comprometido, integrado por dos miuras tan difíciles de roer como el deshilvanado Concierto para violín de Schumann y la monumental Séptima sinfonía de Bruckner. Como era previsible y a pesar de este programa de éxito nada fácil, el director valenciano cosechó al frente de su Filarmónica de Luxemburgo (de la que es titular desde 2015) un triunfo rotundo, coronado con una calurosa ovación final que le obligó a salir a saludar ni se sabe cuántas veces.

         No se equivocaba el aforo con tan entusiasta respuesta. El gesto elegante, preciso y natural de GG –que, efectivamente, recuerda felizmente al de su inolvidable maestro, Claudio Abbado- transmite un concepto interpretativo cargado de conocimiento y sensibilidad. Su batuta, dúctil, segura y de gesto amplio pero jamás grandilocuente, destila ideas claras y criterio riguroso. Del primer al último compás del concierto, se percibía la certeza de tener en el podio a un maestro en plenitud, con la solera artística y técnica necesaria para responder y satisfacer las infinitas exigencias interpretativas del extenso monumento sinfónico bruckneriano, siempre de tan ardua recepción para los públicos alejados de la órbita centroeuropea.

            Fue el suyo un Bruckner de amplias dinámicas y tiempos vivos que supieron serenarse y explayarse en el magistral segundo movimiento, dicho con bien calibradas lentitudes que alcanzaron el paroxismo en el momento culminante, cuando se añaden los discutidos platillos y triángulo. Luego, en el vehemente y reiterativo Scherzo, el solista de trompeta de la Filarmónica de Luxemburgo tuvo ocasión de lucirse, frente a unas manifiestamente mejorables secciones de trompas y tubas wagnerianos que no parecieron tener su día, y que quedaron especialmente deslucidas ante la calidad notable de la nutridísima sección de cuerda de la veterana orquesta luxemburguesa, conjunto creado en 1933 y del Gustavo Gimeno es su octavo director titular.

            Antes, en la primera parte del programa, GG hizo gala de su categoría como director en la nada fácil tarea de acompañar a la particularísima virtuosa del violín Patricia Kopatchinskaia (Chișinău Moldavia, 1977), artista pletórica de ideas y de licencias para hacer lo que le da la real gana con su impresionante virtuosismo. Hizo juegos malabares con el Concierto de Schumann, donde estiró, aceleró, se paró y rubateó empujada por un ímpetu y una creatividad interpretativa verdaderamente excepcional. Admira tanto su perfección instrumental como su heterodoxa capacidad para singularizar las versiones con su sello y marca. Posiblemente Schumann se quedaría tan pasmado por su virtuosismo como por las libertades con que abordó su único concierto para violín.

            Gustavo Gimeno mostró generosidad y tanto virtuosismo como la propia solista para brindarle un acompañamiento excepcional, involucrado y atento a los mil y un pulidos detalles que ella hace brotar de su soberbio violín. Descalza como siempre, la Kopatchinskaia tuvo el detallazo de montarse expresamente como bis para su actuación en el Palau de la Música una obra del compositor valenciano radicado en Suiza Francisco Coll (1985). En un inglés más claro que el agua lo anunció al público: “Estoy feliz de estar en Valencia. Quiero tocar como propina una obra de un joven compositor valenciano. La pieza se llama Hyperludes, y el compositor, que está aquí entre nosotros, se llama Francisco Coll”. Al final, tras una interpretación impecable y cargada de matices, lo buscó entre el público para compartir aplauso. ¡Gran música la de Francisco Coll!, aunque acaso a más de uno tan vanguardistillos minutos le aguaran la velada. Justo Romero

Crítica publicada en el diario LEVANTE, el 5 de noviembre de 2016

 

Un comentario

  1. Antonio Delgado 08/11/2016 a las 13:47 - Responder

    Los miuras son difíciles de torear, no de roer. Los huesos sí son difíciles de roer.

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