Crítica: Andrés Orozco-Estrada dirige la Orquesta Sinfónica WDR de Colonia
Andrés Orozco-Estrada dirige la Orquesta Sinfónica WDR de Colonia
Obras de Beethoven, Schumann y Tchaikovsky. Pablo Ferrández, violonchelo. Orquesta Sinfónica WDR de Colonia. Andrés Orozco-Estrada, director. Temporada de conciertos de La Filarmónica. Auditorio Nacional de Música, Madrid. 27 de febrero 2025.

Andrés Orozco-Estrada
Hace poco más de un año que el director colombiano Andrés Orozco-Estrada dirigió en Madrid la orquesta de Stuttgart obteniendo un éxito rotundo y ahora vuelve a repetir su presencia en el mismo ciclo de conciertos de La Filarmónica, pero esta vez con el conjunto de la Orquesta Sinfónica de la WDR de Colonia con un programa totalmente romántico.
La orquesta ha demostrado el por qué se la considera una de las mejores orquestas de Alemania. Con un sonido brillante y redondo que el maestro supo extraer en la vibrante obertura que Beethoven dedicó al héroe que murió por la libertad de los Países Bajos sacando todo el carácter dramático y heroico de la pieza, sabiendo pasar de la introducción lenta y sombría al tema principal enérgico y apasionado donde el metal lució todo su potencial y concluyendo con el brillante allegro simbolizando el espíritu del héroe.
Tenemos un nuevo genio del violonchelo, es madrileño y posee todo lo necesario para ser un ídolo en su instrumento. Si además toca un Stradivarius de 1689 con ese espíritu y esa técnica no podemos menos de quedarnos extasiados ante tal maravilloso sonido. Si el concierto para violonchelo en la menor de Schumann no es de los más interpretados y queda en un segundo lugar después de su concierto para piano, no será por el extraordinario Langsam del concierto que nos dejó para la memoria este excepcional interprete que tuvo que ofrecernos una pieza más de Bach.
La brillantez y el sonido tan rotundo y a veces excesivo de la orquesta tuvo su expresión en la no menos popular Quinta sinfonía de Tchaikovski. Entre la excelencia de todas las secciones de la orquesta brilló especialmente el viento y entre ellos la trompa en su difícil particella del andante cantábile.
No podía terminar la sinfonía de otra forma sino con una estruendosa aclamación por parte del público después del majestuoso, triunfal y apoteósico final. Orozco supo dotar a la orquesta de una grandilocuencia que encandila a los auditorios. Quizás por esa tremenda energía desplegada en la sinfonía el director nos ofreció una propina de música más calmada con la “Amorosa” de las Diez melodías vascas de Guridi. Éxito pleno.


























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