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Por Publicado el: 13/08/2025Categorías: En vivo

Festival de Bayreuth: Cachondeíto fino para “Los maestros cantores”

Festival de Bayreuth. Wagner: Los maestros cantores de Núremberg. Georg Zeppenfeld (Hans Sachs), Michail Nagy (Sixtus Beckmesser), Jongmin Park (Veit Pogner¬), Michael Spyres (Walther), Matthias Stier (David), Christina Nilsson (Eva), Christa Mayer (Magdalene), etcétera. Dirección de escena: Matthias Davids. Escenografía: Andrew D. Edwards.Vestuario: Susanne Hubrich. Iluminación: Fabrice Kebour. Coro y Orquesta titulares del Festival de Bayreuth. Dirección de coro: Thomas Eitler de Lint. Di¬rec¬ción musical: Daniele Gatti. Lugar: Festspielhaus de Bayreuth. Entrada: 1.974 espectadores (lleno). Fecha: 11 agosto 2025.

Festival de Bayreuth, Maestros cantores

La colorista nueva producción deleitó al público de esta función

Divertidos y maravillosos. Quizá sean estos dos adjetivos los que mejor definan los nuevos Maestros cantores de Núremberg estrenados en la actual edición del Festival de Bayreuth. Aliado con la batuta indagadora, involucrada y detallista de Daniele Gatti, el director de escena alemán Matthias Davids (Münster, 1962) ha embadurnado la “comedia” de bandera de Wagner con humor, imaginación, saber teatral, color y un atrevimiento que es cualquier cosa menos irreverente.

A diferencia del genial montaje anterior, en el que Barrie Kosky emplazaba a los Maestros en la mismísima Villa Wahnfried -la casa de los Wagner en Bayreuth, que hoy es museo-, éste, en absoluto menos genial, se mueve en las antípodas estéticas y conceptuales, y explora una visión bienhumorada, que enfatiza y reivindica el carácter de “colosal comedia” que siempre revindicó el propio compositor de una ópera que conjuga esta naturaleza con su condición de “drama musical”.

La retahíla de detalles, gags y hasta morcillas que se suceden es incontable. Desde la primera escena (incluso antes de levantarse el telón, con esas manos que saludan y asoman desde su base) hasta el espectacular final, adornado con una gigantesca vaca hinchable convertida en gigantesca cúpula de la policroma y multitudinaria escena del concurso y la entrada de las diversas cofradías, la función -que comenzó a las cuatro de la tarde y se prolongó hasta pasadas las diez y media de la noche- transcurre en un santiamén de cachondeíto fino animado por una divertida y aguda chispa escénica siempre cómplice de la música y sus lógicas.

El iluminado laúd de Beckmesser, en forma de corazón; la escalera infinita culminada con una casita en las alturas que acaba explotando; los continuos guiños a la música -y de esta a la escena, como los portamentos de los violines cuando Beckmesser afina su electrolítico laúd-, y mil cosas más convierten la función y sus largas horas en un rato tan subyugante musicalmente como divertido y ameno.

Drama y música, humor y teatro, aliados hasta el final. Para los ortodoxos de la “liturgia” wagneriana, acaso estos coloreados y chisposos Maestros cantores resulten irreverentes. Pero la realidad es que, el lunes, en el santuario sacrosante de Bayreuth y su Festspielhaus, el público se rio de lo lindo con evidente unanimidad, se lo pasó y al final aplaudió con ganas y hasta entusiasmo.

Claro que la escena, tan involucrada con la música, encontró el apoyo cómplice de una versión sin apenas fisuras, liderada por un Daniele Gatti que concertó con maestría y verdadero lenguaje wagneriano, de texturas tan claras como la coloreada escena, que hacían brillar el fabuloso tejido contrapuntístico que traza Wagner y cantar a orquesta y coro con la misma belleza vocal que alcanza Walther en su fabuloso aprendizaje de la “Canción del premio”.

La genialidad de escena y música confluyeron y se elevaron en el quinteto del acto III, en el que la temperatura emocional se alzó por encima incluso de la vaca de marras. De principio a fin, Orquesta y Coro titulares del Festival sonaron, de la mano concertadora y clarificadora de Gatti, implicadas en un discurso musical fresco, matizado, caleidoscópico y cargado de intención, que no decayó en un solo de los mil y un instantes que se suceden a lo largo de los tres actos y seis horas y media (con dos intermedios) que se prolongó la representación.

Acorde con el sustrato coral de Los maestros, el enorme reparto vocal ha sido casi redondo, con apenas lunares. A la cabeza el Hans Sachs vibrante y encendido del bajo estrella del actual Bayreuth, Georg Zeppenfeld, quien fue Veit Pogner en la anterior producción de Barrie Kosky (estrenada en 2017 y dirigida musicalmente por Philippe Jordan). El escurridizo Sixtus Beckmesser fue defendido con socarronería, humor y fuelle vocal por el muy ascendente barítono Martin Gantner, que actualiza su estupendo trabajo en la anterior producción. Brilló con su torrente de voz y de expresión el bajo surcoreano Jongmin Park como Veit Pogner.

Estupenda la pareja de “tortolitos” de Eva y Walther. La primera delineada fidedignamente por la soprano sueca Christina Nilsson (¡imagínense, con ese apellido!), y el segundo por el tenor de moda Michael Spyres, que recaló visiblemente cansado al final de la función después de una tarde de alto nivel y entrega. La veterana mezzo Christa Mayer cumplió y reiteró por enésima mil vez su rodada Magdalene, y el tenor Matthias Stier -quizá el único lunar vocal de la noche- salvó como pudo un apurado David.

Cum laude para la escenografía valiente, implicada y atrevida de Andrew D. Edwards y el vestuario ad hoc de Susanne Hubrich. En definitiva, noche redonda de ópera con tres claros triunfadores a la cabeza: los geniales Matthias Davids y Daniele Gatti, y, sobre todo y como siempre, el eterno y en esta ocasión también divertido Richard Wagner. Seguro que hubiera alucinado en colores disfrutando esta maravilla.

Justo Romero

 

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