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Por Publicado el: 03/06/2025Categorías: En vivo

Crítica: Capitales imperiales (1), Viena (2): espectacular ‘Tannhäuser’ con ciertas sombras

Capitales imperiales (1), Viena (2): espectacular Tannhäuser con ciertas sombras

Tannhäuser, música y libreto, Richard Wagner. Reparto: Clay Hilley, Malin Byström, Günther Groissböck, Martin Gantner, Ekaterina Gubanova, Daniel Jenz, Simon Neal, Lukas Smitdt, Markus Pelz, Ilia Staple Orchester & Bühneorquester der Wiener Staatoper. Chor, Extrachor & Chorakademie der Wiener Staatoper. Komparserie der Wiener Staatoper, figurantes. Artistinnen der Ape Connection, acróbatas. Tanzensemble Tannhäuser, bailarines. Lydia Steier, directora de escena. Thomas Lang, director del coro. Philippe Jordan, director musical. Wiener Staatsoper, Viena, 29 de mayo 2025.

Capitales imperiales (1), Viena (2): espectacular Tannhäuser con ciertas sombrasTannhäuser, música y libreto, Richard Wagner. Reparto: Clay Hilley, Malin Byström, Günther Groissböck, Martin Gantner, Ekaterina Gubanova, Daniel Jenz, Simon Neal, Lukas Smitdt, Markus Pelz, Ilia Staple Orchester & Bühneorquester der Wiener Staatoper. Chor, Extrachor & Chorakademie der Wiener Staatoper. Komparserie der Wiener Staatoper, figurantes. Artistinnen der Ape Connection, acróbatas. Tanzensemble Tannhäuser, bailarines. Lydia Steier, directora de escena. Thomas Lang, director del coro. Philippe Jordan, director musical. Wiener Staatoper, Viena, 29 de mayo 2025.

Imagen de la producción

Richard Wagner, del que ya comentamos Das Rheingold, compuso Tannhäuser como una ópera sobre el conflicto entre el deseo carnal y la redención espiritual, entre el arte y la fe. El protagonista, Tannhäuser, es un trovador dividido entre la sensualidad (y sexualidad) de Venus y la pureza de Elisabeth, en una trama que explora la culpa, la redención y el precio de la libertad individual.

El año pasado ya asistimos a la reposición de la producción de Castellucci en Múnich, que no nos gustó por ser demasiado simbólica, probablemente sólo comprensible para él mismo, y este año vemos la nueva producción para la Wiener Staatsoper de la estadounidense Lydia Steier, bajo la batuta del suizo Philippe Jordan (quien ya dirigió la mencionada Das Rheingold), propone una lectura más apegada a un tiempo más reciente (concretamente al siglo pasado) con, como veremos, sus más y sus menos.

La propuesta escénica de Steier, con escenografía y vídeo de Momme Hinrichs y vestuario de Alfred Mayerhofer, es un despliegue de alta calidad técnica y ciertos mensajes que no acabamos de ver/entender.

Tras la hermosísima obertura, el primer acto sumerge al espectador en un Venusberg inspirado en los cabarets berlineses de los años 20: luces de colores, humo, cuerpos emplumados y semidesnudos, una troupe de malabaristas, columpios, polvo de estrellas y un ambiente de bacanal orgiástica y nebulosa.

El espacio está dominado por una estructura que evoca la bóveda del Wartburg y un gran arco que se repetirá posteriormente como indicando un túnel de tiempo. En este ambiente Tannhäuser pedirá a Venus volver al mundo real. Tras el tira y afloja, Venus acaba cediendo pero esperando su descalabro para verlo volver. Y una vez en su tierra, se encuentra con su colegas bardos que lo informan de la actualidad de Elisabeth, la que fue o pudo ser su enamorada.

Si el derroche técnico del primero acto ya nos impresionó, el montaje del segundo es igualmente espectacular: la Wartburg (con el ‘arco del tiempo’ a la izquierda) se convierte en un local de entretenimiento para burgueses pro-nazis (aunque no se explicita con símbolos) de finales de los 30, con líneas clásicas, vestuario apolíneo muy elegante pero poco diferenciado, en tonos oscuros (salvo el vestido azul intenso que luce Elisabeth), en una atmósfera de orden y racionalidad. Hasta 4 pisos tiene el salón de fiestas, con invitados a las mesas, que serán el enorme coro que acompaña el concurso.

Dejé de contar al acercarme a las 100 personas y aun así entraron después como 20 ó 30 camareros y otros figurantes, además de apariciones de bailarinas llegadas del Monte de Venus para de alguna manera alentar a Tannhäuser en su pelea sobre qué es amor, si algo puro e ideal o algo palpable y sensual. Aparece un teatro dentro del teatro, puesto que los trovadores llegan vestidos de época (época medieval, se entiende, que es cuando Wagner sitúa la ópera). Tannhäuser es maldito por todos y como única redención posible sólo encuentra el partir a Roma con otros peregrinos para suplicar el perdón papal.

Capitales imperiales (1), Viena (2): espectacular Tannhäuser con ciertas sombrasTannhäuser, música y libreto, Richard Wagner. Reparto: Clay Hilley, Malin Byström, Günther Groissböck, Martin Gantner, Ekaterina Gubanova, Daniel Jenz, Simon Neal, Lukas Smitdt, Markus Pelz, Ilia Staple Orchester & Bühneorquester der Wiener Staatoper. Chor, Extrachor & Chorakademie der Wiener Staatoper. Komparserie der Wiener Staatoper, figurantes. Artistinnen der Ape Connection, acróbatas. Tanzensemble Tannhäuser, bailarines. Lydia Steier, directora de escena. Thomas Lang, director del coro. Philippe Jordan, director musical. Wiener Staatoper, Viena, 29 de mayo 2025.

Imagen de la producción

En el tercer acto el escenario casi se vacía, la luz se enfría y domina la desolación. La única referencia visual es un fragmento/puzle de la Virgen María a base de televisores viejos de los 50. Usuarios solitarios mirando pantallas sugiere una sociedad dispersa y alienada. Tannhäuser aparece como un peregrino derrotado tras volver de Roma sin el perdón, sin que el coro de peregrinos, que sí que han sido absueltos, logre contagiar su alegría.

En resumen: si bien hay ciertos anacronismos al traer la historia al siglo XX (los espectadores de ópera estamos acostumbrados a cosas mucho peores, así que lo podemos pasar), con todo lo peor es la especie de sinsentido del acto 3, muy fuera de la estética y mensajes de los primeros actos. Un espectador nuevo puede no percibir ciertos mensajes en el primero y segundo, pero los verá absorto por el gran despliegue técnico, pero dudo que encuentre algo razonable en el último.

Además, la directora propone un trío amoroso Wolfram-Tannhäuser-Elisabeth continuo en el tiempo (aunque no carnal) y pero que sí que acabará incluyendo besos y no precisamente en la frente. No nos ha gustado esa idea, desdibuja la historia sin aportar nada relevante, es como un mal collage.

El estadounidense Clay Hilley, tenor heroico experto en papeles wagnerianos, encarna a Tannhäuser.  Lo hemos visto muy entregado en su papel, capaz de abordar tanto la exuberancia del Venusberg como la desesperación del tercer acto. Su voz se ha mantenido a buen nivel, llegando correctamente a todos los tonos. Se podrá ver en el Liceo a principios de noviembre, en una Valquiria sin escenificación.

La soprano lírica sueca Malin Byström como Elisabeth ha estado técnicamente impecable. Voz profunda, puede pasar por mezzo en tonos bajos. Gran aplauso tras cantar la plegaria del tercer acto. Estilísticamente no le ha favorecido ni el peinado ni el vestuario: se supone que está representando a una doncella (‘Jungfrau’) y no a una señora experimentada.

La mezzo rusa Ekaterina Gubanova presenta a una Venus seductora y poderosa, domina el Venusberg con una presencia escénica magnética y una voz que combina sensualidad y fuerza dramática.

El bajo austríaco Günther Groissböck, que recientemente fue Boris Godunov en Madrid, intepreta al landgrove Hermann. Impone con su bajo cálido y su presencia escénica, oscilando entre la autoridad y el cinismo, no sabemos bien si aprecia o no a Tannhäuser, y ni siquiera es cariñoso con Elisabeth (¡así es esta versión!).

Mencionamos finalmente al barítono alemán Martin Gantner, sustituto del enfermo Ludovic Tézier, que hace un Wolfram competente, acompañando perfectamente cada escena tanto en sus partes solo como allí donde participan otros en la acción.

El coro, preparado por Thomas Lang, brilla especialmente en el segundo acto, incluso más que en el más conocido ‘coro de peregrinos’ del tercero, aportando tanto solemnidad como intensidad dramática.

La orquesta de la Wiener Staatsoper, bajo la dirección de Philippe Jordan en su última gran producción como director musical general, ofrece una lectura detallista y contrastada: la obertura es elegante y poderosa, los clímax están cuidadosamente dosificados y los matices de la partitura wagneriana se exploran con precisión. A diferencia de ayer, con Das Rheingold, la orquesta no pisó ningún momento de la interpretación.

Javier Lillo

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