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Por Publicado el: 26/08/2025Categorías: En vivo

Crítica: Festín wagneriano de la Filarmónica de Viena con Nézet-Séguin en Salzburgo

Festín wagneriano de la Filarmónica de Viena con Nézet-Séguin

FESTIVAL DE SALZBURGO 2025. Wagner: Lohengrin (Preludio primer acto). El idilio de Sigfrido. La Valquiria (Primer acto).  Elza van den Heever (Sieglinde), Stanislas de Barbeyrac (Siegmund), John Relyea (Hunding). Orquesta Filarmónica de Viena. Dirección musical: Yannick Nézet-Séguin. Lugar: Salzburgo, Grosses Festspielhaus. Entrada: 2.179 espectadores (lleno). Fecha: 23 agosto 2025

Festín wagneriano de la Filarmónica de Viena con Nézet-SéguinFESTIVAL DE SALZBURGO 2025. Wagner: Lohengrin (Preludio primer acto). El idilio de Sigfrido. La Valquiria (Primer acto).  Elza van den Heever (Sieglinde), Stanislas de Barbeyrac (Siegmund), John Relyea (Hunding). Orquesta Filarmónica de Viena. Dirección musical: Yannick Nézet-Séguin. Lugar: Salzburgo, Grosses Festspielhaus. Entrada: 2.179 espectadores (lleno). Fecha: 23 agosto 2025

Yannick Nézet-Séguin triunfó al frente de la Filarmónica de Viena con un repertorio plenamente wagneriano en Salzburgo © SF/Marco Borrelli

Yannick Nézet-Séguin, el personalísimo director musical del Metropolitan de Nueva York, nacido en Montreal en 1975, ha vuelto un año más a ponerse al frente de la Filarmónica de Viena en el Festival de Salzburgo. Si en 2024 fue con una locuaz y contundente versión de la Sinfonía Fantástica de Berlioz y el primer Concierto para piano de Beethoven con Daniil Trifonov, en esta ocasión lo ha hecho con un monográfico Wagner cargado de efusión, lirismo y fondo, que transitó desde la quietud hipnótica del preludio del primer acto de Lohengrin a un primer acto de La Valquiria pleno de elocuencia y sentido dramático. En medio, la delicadeza casi camerística del Idilio de Sigfrido.

En definitiva, una sobredosis wagneriana cuyo calado haría levitar hasta al menos wagneriano de los mortales. Por la música del creador del Ring, claro, pero también, por la excelencia sinfónica de los vieneses y por el incandescente entendimiento del director norteamericano, cuyo Wagner anchuroso, poético y apasionadamente enunciado recuerda, curiosamente, al de su antecesor en el podio metropolitano, James Levine.

Como Levine, Nézet-Séguin se explaya en los amplios diseños fraseológicos; flexibiliza y detiene el tempo y se emborracha del hilvanado tejido sinfónico y contrapuntístico, de sus motivos y leitmoven. También de los colores, registros y armonías de una escritura que indaga en ellos tanto como Berlioz y luego los impresionistas con Debussy a la cabeza. Una exploración sonora acaso solo posible con una orquesta del calado de la de los filarmónicos vieneses, o en un espacio acústico tan sugerente como Bayreuth.

No cabe imaginar mayor sutileza, más perfección en la materialización del pianísimo ideal que pide Wagner en el comienzo mágico del preludio del primer acto de Lohengrin. Un ideal que orquesta y maestro lograron hacer realidad desde, paradójicamente, la sugestión de la fantasía del universo irreal de la leyenda del cisne y el “caballero del Grial” Lohengrin, el hijo de Parsifal

Después de este comienzo de otro mundo, en el que se aliaron la alcurnia wagneriana de los vieneses y el sentir y pulso dramático de Nézet-Séguin, el escueto, conciso y entrañable Idilio de Sigfrido llegó expresado con la ternura y sofisticada sencillez que invitan y requieren sus pentagramas. Coloreado hasta el impresionismo, cantado con afectuosa calidez. Excepcional el canto del oboe, tanto con la trompa y todos los demás instrumentistas de este idilio tan cercano a lo ideal.

Tras la pausa, el primer acto de La Valquiria, con sus tres grandes y únicos protagonistas vocales, en esta ocasión encarnado por un trío desigual, en el que destacó el bajo profundo y poderoso del canadiense John Relyea, un Hunding de evidentes quilates. Estremecedor y rudo, como requiere el personaje.

Festín wagneriano de la Filarmónica de Viena con Nézet-SéguinFESTIVAL DE SALZBURGO 2025. Wagner: Lohengrin (Preludio primer acto). El idilio de Sigfrido. La Valquiria (Primer acto).  Elza van den Heever (Sieglinde), Stanislas de Barbeyrac (Siegmund), John Relyea (Hunding). Orquesta Filarmónica de Viena. Dirección musical: Yannick Nézet-Séguin. Lugar: Salzburgo, Grosses Festspielhaus. Entrada: 2.179 espectadores (lleno). Fecha: 23 agosto 2025

Saludos finales del concierto © SF/Marco Borrelli

Frente a él, el Siegmund lírico, de bellísimo timbre y fina línea de canto del polaco-francés Stanislas de Barbeyrac, tenor de particular carrera cuya voz ya pudo disfrutarse en España en el papel de Erik (El holandés errante), que encarnó en el Palau de Les Arts el pasado mes de marzo. Armado en esas cualidades y un canto airoso y natural, y tras unos “Wälse!” firmes y bien prolongados, se volcó en una fraseada canción de la primavera de expansivo aliento romántico.

Imposible omitir en la crónica de este primer acto de La Valquiria el siempre esperado y en esta ocasión maravillosamente tocado solo de violonchelo, pasaje que abandera el cúmulo de virtudes desplegado el sábado por la músicos-artistas de una Filarmónica de Viena que casi desde sus comienzos (1842) cohabita con la música sin tiempo ni límites de Wagner.

El único pero o bache del festín wagneriano radicó en la soprano sudafricana Elza van den Heever, una Sieglinde de voz desigual, sin fuelle en los graves y radiante en los agudos, pero que en su deslucido registro medio pierde brillo, expresión y color, a lo que se añade un modo de canto antiguo que en ocasiones roza una ñoñería que ni siquiera pudo disimular el coloreado vestido que llevaba, más propio de la caribeña Cecilia Valdés que de la desdichada heroína wagneriana. Fue exactamente, la misma impresión que dejó en su reciente y casi tocaya Elsa bayreuthiana, cantada apenas hace unos días bajo la dirección de Thielemann.

Al final, transcurridas más de dos horas del festín matinal -comenzó a las 11 de la mañana- se produjo la vibrante apoteosis que siempre provoca una gran interpretación wagneriana. Y esta, soprano aparte, ¡lo fue como la que más!

Justo Romero

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