Critica: Marvão y su Festival se sumergen en el “Fin del tiempo”
Marvão y su Festival se sumergen en el ‘Fin del tiempo’
XI FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA DE MARVÃO. Cuarteto para el fin del tiempo, de Olivier Messiaen. Christoph Poppen (violín), Aurélien Pascal (violonchelo), Horácio Ferreira (clarinete), Silke Avenhaus (piano). Lugar: Iglesia de São Tiago. Marvão, 24 julio

Festival de Música de Marvão
Paraíso oculto habitado por apenas medio millar de lugareños cuyas casas no precisan cerraduras ni alarmas de seguridad, fue hace ahora once años -en 2014- cuando el violinista y director de orquesta alemán Christoph Poppen y su esposa, la soprano Juliane Banse, tuvieron la ocurrencia de fundar en la pequeña villa de Marvão –“la más alta de Portugal”, presumen los vecinos desde sus 860 metros de altitud- un festival de música de relieve internacional en el que música y naturaleza, quietud y armonía, conviven desde entonces en este enclave panorámico. Un lugar de ensueño, ubicado en el Alentejo portugués, en la provincia de Portalegre, no muy lejos de la localidad cacereña de Valencia de Alcántara, en la cumbre de una sierra desde la que se mire a donde se mire siempre se divisa un océano de encinas y de luz sin más límite que el remoto horizonte.
Un “marco incomparable” de amaneceres y atardeceres de postal, donde conviven un castillo, una extensa fortificación, varias iglesias centenarias y hasta un convento. Es decir, el entorno ideal para escuchar el Cuarteto para el fin del tiempo, obra tan pertinente en estos tiempos de guerras y zozobra en que el mundo se resquebraja tanto como cuando la compuso Messiaen, en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando andaba preso en el campo de concentración alemán de Görlitz. El descarnado cuarteto se ha escuchado en la sexta jornada de esta undécima edición, en una nocturnísima velada -el concierto comenzó a las 23 horas, es decir, cuando en el resto de la península corría ya la madrugada-, y en la intimidad gótica de la iglesia de São Tiago. Artífices de esta obra actual y palpitante, cuatro músicos de primer rango, encabezados por el propio director del festival, Christoph Poppen (Münster, 1956), cuyo violín magistral -el artista alemán ha sido maestro y profesor de destacados virtuosos del violín contemporáneo- se ha aliado con las excelencias e impulsos del violonchelista Aurélien Pascal, el piano rotundo y sutil de Silke Avenhaus y el sortilegio del clarinetista portugués Horácio Ferreira, quien llevó al límite la crudeza emocional del gran soliloquió que es “Abismo de pájaros”, el tercer movimiento del cuarteto.
Fue, en su conjunto, una versión desnuda y sin retóricas. Cuyo sobresaliente nivel instrumental fue soporte de una interpretación empeñada en mostrar el pentagrama, las vivencias y sensibilidades que en él depositó Messiaen, en su más genuina naturaleza. Sus ilusiones, esperanzas e ironías. Sin endulzar o minimizar los acentos sarcásticos e irónicos, casi a lo Prokófiev o Shostakóvich, y centrando en su justo punto las ensoñaciones y elucubraciones -místicas y ornitológicas- del universo messianesco. Al final, como siempre que se escucha una versión genuina de este “fin del tiempo”, tras un silencio que se antojó eterno, en la garganta de todos se fijó un yugo de emoción y rabia. La misma que hoy siente y sufre una humanidad inerte ante la barbarie del tiempo de hoy y de siempre. Luego, como siempre, llegó la vuelta a la realidad. Aplausos, bravos y a seguir el día a día…
No fue este muy noctámbulo concierto el único de esta camerística sexta jornada de un festival plagado de programación, en jornadas maratonianas de hasta tres y cuatro conciertos, aparte de las nutridas actividades paralelas. En la misma tarde se escuchó un monográfico Prokófiev, con obras como la Obertura sobre temas hebreos y las sonatas para flauta y violín, y, en el marco verdaderamente incomparable del Castillo, un programa Brahms en el que el trompista lusitano Abel Pereira –actual solista de la Orquesta Sinfónica Nacional de Washington- hizo valer sus excelencias en una estilizada versión del Trío para trompa, violín y piano opus 40, junto con el violín veterano de Muriel Cantoreggi y el piano radiante de Tae-Hyung Kim. El programa, cargado de diversidad e interés, se completó con una feliz y estupendamente cantada y entendida selección de Liebeslieder-Walzer y una vibrante lectura del Quinteto en si menor, opus 115 (en la versión para dos violas), firmada por el Cuarteto Arod y el violista Adrien La Marca. Mañana, más y más.


























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