Anna Netrebko, heroína en el escenario y repudiada en la calle

El regreso de la célebre soprano rusa al Reino Unido se ha saldado con un triunfo artístico y varias protestas, en un clima de creciente crispación para la música con episodios como la reciente cancelación del director israelí Lahav Shani, en Bélgica.

Anna Netrebko como Tosca junto a Freddie de Tommasso

La diva operística de nuestros días, Anna Netrebko, volvió el pasado jueves a pisar el escenario de la ROH, Covent Garden, en Londres, una vez levantado el veto que el primer teatro lírico del Reino Unido le había impuesto, hace tres años, por su supuesta simpatía hacia Vladimir Putin y sus políticas, sobre todo en lo concerniente a la guerra de Ucrania.

Como también ha ocurrido las últimas veces en que ha actuado en el Teatro Real de Madrid (donde su presencia siempre ha sido bienvenida en todo momento y circunstancia), la actuación de la conocida soprano, esta vez, en una nueva producción de Tosca de Puccini (prácticamente concebida para festejar su regreso artístico a la isla), ha tenido dos acogidas bien diferentes.

En la sala de la capital londinense, el caluroso público británico tributó a la artista las mayores ovaciones de todo el elenco, según las crónicas de los principales diarios de ese país, como “The Times”.

Mientras, fuera del edificio, casi un ciento de ruidosos manifestantes, con banderas de Ucrania desplegadas y algún megáfono portador de consignas como: “¡Hay sangre por todo el suelo de la Royal Opera House esta noche!, o “¡Mientras ella canta, Ucrania sangra”, afeaban a los sonrientes aficionados que, en algunos casos, habían pagado más de 200 euros por la localidad, su presencia en este controvertido inicio de temporada.

El triunfo sobre el escenario recayó mayormente en la célebre soprano y, en menor medida, en sus dos compañeros principales, el joven tenor Freddie de Tomasso (algo “chillón”, según las reseñas) y el veterano barítono de la casa Gerald Finley (buen actor pero con “una dicción en italiano deficiente”, de acuerdo con algunos de los principales comentarios de esta función inaugural).

Sobre el nuevo montaje para la ópera de Puccini, que en su día pudo verse en este mismo teatro en otra propuesta histórica, debida a Franco Zeffirelli, con Maria Callas como protagonista, el crítico Alastair Macaulay se pregunta: “Oliver Mears ha dirigido ópera en Covent Garden durante (exactamente) nueve años: ¿por qué?”. La gran apuesta de este director teatral parece haber sido escenificar, esta vez, el título pucciniano (uno de los preferidos del público desde su estreno), en la Italia de la posguerra: una gran novedad.

Más éxito ha tenido el nuevo responsable musical de la ROH, el director de orquesta moravo Jakob Hrusa, quien facilitó la vuelta de Anna Netrebko a Covent Garden al señalar que sus comunicados, en los que condenaba la guerra (aunque sin realizar ninguna mención expresa a Putin), la exonerarían de cualquier complicidad con los dirigentes de su país. Las protestas contra la presencia de Anna Netrebko en la ROH comenzaron hace ya varias semanas, con varios manifiestos públicos y algunas manifestaciones callejeras, el pasado día siete.

Entre los primeros, se encuentra una petición firmada en “The Guardian” por varios diputados laboristas y conservadores, la ex primera ministra de Australia y el filósofo francés Bernard-Henri Levy. Los opositores a la presencia de la cantante en Londres alegaron que, con ello, se estaba auspiciando la propaganda del régimen de Putin.

La última controversia de la artista llega en un momento especialmente delicado para el mundo musical, en pie de guerra estos días por los distintos conflictos internacionales. La pasada semana, el Festival de Flandes, en Gante, canceló la participación de la Filarmónica de Múnich en ese certamen musical en protesta por la presencia, como director del conjunto, del músico israelí Lahav Shani.

La dirección del festival belga manifestó que la postura de Shani sobre el conflicto de Gaza “no era suficientemente clara”. La decisión de suspender la actuación ha provocado numerosas protestas de instituciones como la filarmónica de Rotterdam, el director Simon Rattle, la pianista Martha Argerich y otros destacados músicos y el ministro de Cultura alemán, Wolfram Weimer, que calificó esta medida de “vergüenza para Europa, un boicot cultural bajo la pretendida crítica a Israel”. El propio primer ministro de Bélgica ha lamentado la decisión, y acudió a un concierto de Shani con la Filarmónica de Múnich, en Essen.