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Comentarios en la prensa: ‘La traviata’ en el Teatro Real
Por Publicado el: 23/09/2025Categorías: Diálogos de besugos

Comentarios en la prensa: ‘Otello’, en el Teatro Real

Comentarios en la prensa: Otello, en el Teatro Real

Otello de Verdi. Brian Jagde, Gabriele Viviani. Airam Hernández, Albert Casals, In Sung Sim, Fernando Radó, Asmik Grigorian, Enkelejda Shko. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Pequeños Cantores de la ORCAM. David Alden, dirección escénica. Nicola Luisotti, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 19 de septiembre de 2025.

Comentarios en la prensa: Otello, en el Teatro RealOtello de Verdi. Brian Jagde, Gabriele Viviani. Airam Hernández, Albert Casals, In Sung Sim, Fernando Radó, Asmik Grigorian, Enkelejda Shko. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Pequeños Cantores de la ORCAM. David Alden, dirección escénica. Nicola Luisotti, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 19 de septiembre de 2025.

Escena Foto: Javier del Real

El Teatro Real de Madrid ha inaugurado su temporada 2025/26 con la reposición de la producción de Otello dirigida por David Alden que pudo verse en el año 2016. Al igual que ocurrió entonces, la crítica ha atendido especialmente a la puesta en escena, llena de sobriedad, lo que ha conducido a muchos a tildarla de “pobre”.

Sin embargo, es en lo musical donde este estreno sale victorioso, con un Luisotti que es bien conocedor de la partirura y una Asmik Grigorian sobresaliente. Sin embargo, el rol protagonista interpretado por Brian Jadge no convenció del todo al público, indicando que le faltan tablas, siendo en Madrid su debut en este papel.

ABC (19/06/2025)

(Selección)

Asmik Grigorian salva en el último minuto un ‘Otello’ sin techo

Hace tiempo que el Teatro Real aminoró la importancia artística y social de la primera función de temporada. (…) En 2016, el año previo a la euforia del artificioso 200º aniversario de su fundación, surgió la idea de ‘instituir en el inicio de todas sus temporadas una Fiesta de la Cultura que trascienda por su significado, la correspondiente representación operística’. (…)

Lo social se diluyó pronto, y a la invitación que se hizo entonces para que se asistiera al estreno con traje largo, esmoquin o traje oscuro, la sociedad civil dio la callada por respuesta, por mucho que, como es lógico, el prurito tenga todavía valor. (…) Queda lo artístico, que se desveló en cuanto se levantó el telón y la producción firmada por el americano David Alden comenzó a diluirse en una sensación general de escasez, provocada por su corta mirada, sus limitaciones espaciales, su entristecida evolución, sus torpes movimientos y sus forzadas escenas.

Que el Teatro Real abra ahora la nueva temporada con la misma producción de Otello que ya se probó en 2016 es un hecho capaz de desanimar al más pintado, al margen de los interrogantes que deja en el aire. (…). En lo que a la propuesta se refiere no funcionó entonces, a pesar del prestigio de Alden, y sigue sin funcionar por su mala arquitectura y su escasa aplicación. Volver a ella es un absurdo incomprensible. Siendo condescendientes puede decirse que es un acicate muy poco estimulante. (…)

Tres repartos protagonistas y dos directores musicales se combinarán a lo largo de doce representaciones tratando de poner a salvo este Otello. Tanto es así que anoche fue la soprano lituana Asmik Grigorian la que ayer vino a rescatarlo en el último minuto. (…) En el suplicante final del tercer acto, había demostrado que también es cantante de coraje. (…)

La evolución del personaje quedó en el aire, igual que le sucedió al Otello del tenor americano Brian Jagde, debutante en el papel y todavía con margen para insertarse en su muy sutil sicología. Se apoyó en la robustez del odio y la venganza, lució medios y, a cambio en los extremos se achicó: penetró de manera elemental en el aguerrido general del primer acto y dejó sin consistencia el penetrante ‘Niun mi tema’ de cierre.

Junto a ellos cabe citar el Yago del barítono italiano Gabriele Viviani, no tan perverso como desearía, de timbre claro, corto en el grave, aunque siempre honesto. (…) Nicola Luisotti.  Músico con experiencia, muy seguro ante la partitura y extraordinariamente habilidoso a la hora de remarcar los puntos culminantes. Gestionó bien el esfuerzo, entregándose en las escenas finales en sintonía con la orquesta (…).

A todo ello se unió el coro con empaste y sabiendo darle al grito consistencia. El Real dedica las funciones de ‘Otello’ a Mario Vargas Llosa, vinculado al teatro durante dos décadas, alcanzando a ser patrono de honor y presidente de honor de su consejo asesor.

Alberto González Lapuente

Comentarios en la prensa: Otello, en el Teatro RealOtello de Verdi. Brian Jagde, Gabriele Viviani. Airam Hernández, Albert Casals, In Sung Sim, Fernando Radó, Asmik Grigorian, Enkelejda Shko. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Pequeños Cantores de la ORCAM. David Alden, dirección escénica. Nicola Luisotti, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 19 de septiembre de 2025.

Jadge y Grigorian

El País (20/09/2025)

Asmik Grigorian realza la grandeza de Desdémona sobre el escenario del Teatro Real

Desdémona lleva en su etimología la semilla del infortunio (…). Es el único nombre propio del relato de Giovan Battista Giraldi Cinthio que sirvió de base a William Shakespeare para The Tragedy of Othello, the Moor of Venice. Arrigo Boito la convirtió para Giuseppe Verdi en una figura pura e inocente, mientras que el compositor le asignó un registro de soprano lírica, flexible y de gran cantabilidad (…)

Asmik Grigorian propone su propia visión del personaje. Deja a un lado la ingenuidad y busca encarnar a una víctima reconocible de la violencia machista y del feminicidio, tanto en el presente como en un pasado cercano. Se reconoce en Desdémona y subraya sus gestos de grandeza (…). Pero también desplaza el papel hacia un perfil levemente más dramático, como demostró en el dúo del tercer acto frente a Otello y, especialmente, en su monólogo Esterrefatta (…).

La soprano lituana fue lo más destacado ayer viernes, 19 de septiembre, sobre el escenario del Teatro Real. La inauguración de la temporada 25/26 recuperaba (…) la producción de David Alden de la penúltima ópera de Verdi, estrenada en 2009 en la English National Opera. Grigorian elevó el cuarto acto con una admirable Canción del sauce, en la que incluso en las medias voces se percibía la sombra de tensión de quien espera la llegada de su asesino (…).

Nada de ello habría sido posible sin un director como Nicola Luisotti, que irradia musicalidad e italianidad desde el foso. Su concertación del cuarto acto fue modélica, al igual que la gestión de las complejas escenas de conjunto (…). La calidad del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real hizo el resto, con una masa densa y compacta de voces y una cuerda corpórea y nítida, sostenida por metales seguros y maderas exquisitas (…).

Pero Grigorian no contó con un Otello a su altura. No hay duda de que Brian Jagde cantó con aplomo y audacia en su debut como el general moro, uno de los papeles más exigentes y expuestos del repertorio italiano, una suerte de Tristán verdiano. Sin embargo, el personaje quedó desdibujado. Fue un Otello correctamente cantado, pero sin autoridad escénica (…).

La condición vocal del tenor estadounidense resulta admirable, especialmente considerando que se recuperó durante el verano de una operación de diverticulitis. (…) Tras el descanso mejoró en los actos tercero y cuarto, aunque sin alcanzar un momento musical verdaderamente memorable.

Lo mismo puede decirse del Yago de Gabriele Viviani, sustituto del inicialmente anunciado Igor Golovatenko. El barítono de Lucca se inscribe en la tradición vagamente diabólica e histriónica del villano verdiano, lejos de la hondura psicológica que probablemente habría aportado el ruso. (…) Su personaje, que según reconoció Verdi a Boito en una carta famosa “salvo algunos estallidos, podría cantarse íntegramente a media voz”, quedó teñido de cierta monotonía. Entre los secundarios, sobresalió el buen Cassio del tenor canario Airam Hernández.

El bajo nivel teatral de esta producción de Otello está directamente relacionado con la fría y distante dirección escénica de David Alden. El prestigioso régisseur estadounidense no logra aquí la intensa teatralidad que ya había mostrado en el Teatro Real con sus producciones de Alcina de Handel o Lucia di Lammermoor de Donizetti.

Su propuesta de situar la acción en la época en que Verdi y Boito compusieron la ópera, con un vestuario y una escenografía austera de Jon Morrell, no resulta desacertada, como tampoco lo es la opresiva iluminación de Adam Silverman, que proyecta sombras desmesuradas (…). La separación espacial acaba convirtiéndose en un lastre, y sus habituales provocaciones no superan lo anecdótico (…).

Pablo L. Rodríguez

Comentarios en la prensa: Otello, en el Teatro RealOtello de Verdi. Brian Jagde, Gabriele Viviani. Airam Hernández, Albert Casals, In Sung Sim, Fernando Radó, Asmik Grigorian, Enkelejda Shko. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Pequeños Cantores de la ORCAM. David Alden, dirección escénica. Nicola Luisotti, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 19 de septiembre de 2025.

Escena Otello. Foto: Javier del Real

El Debate (20/09/2025)

¿Qué necesidad había de repetir ahora este Otello?

Hace ya de cuatro décadas, las mismas que bastarían para labrarse lo sustancial de una biografía humana, La Scala inauguró una de sus temporadas con Otello, una de las obras más importantes de Giuseppe Verdi. Para esa gran ocasión, se estrenó un nuevo montaje de Franco Zeffirelli, con el director Carlos Kleiber en el foso y tres de las mayores estrellas vocales del momento: Plácido Domingo, Mirella Freni y Piero Cappuccilli.

El éxito fue tan arrollador que el teatro milanés intentó repetirlo al cabo de unos pocos años, volviendo a proponer lo mismo, salvo por una pequeña modificación: el barítono Renato Bruson, más joven, sustituyó entonces a Piero Cappuccilli.

La acogida fue de nuevo triunfal, aunque las críticas resaltaron que Bruson no era Cappuccilli. Imagínense el nivel, sobre todo quienes hace unos veinte años aún pudieron disfrutar en el Real del Jago de Renato Bruson (entonces ya algo mayor), que ofreció aquí una de las últimas lecciones de auténtico canto verdiano que se hayan podido disfrutar en este escenario madrileño.

Pues bien, ahora, el coliseo capitalino, que no debe considerarse menos que el italiano, también ha repetido la jugada, pero con los recursos de un equipo de una menor división.

Si hace solo siete años, la nueva producción de David Alden para Otello ya fue recibida con un intenso pateo del público, no había especial interés en volver a ofrecérsela como una reposición que carece a todas luces (escasas en la escena de esta tenebrista, más bien lúgubre versión) del lustre que debe tener la relevante cita de una apertura de temporada, más allá de las alfombras rojas con invitados de bastante escaso relieve.

El público, en este segundo intento, se ha mostrado algo más indulgente con la propuesta del director británico, pero en los saludos finales, Alden se ha llevado unos cuantos sonoros abucheos, como parecía lógico.

Por el lado del reparto tampoco el Real había dispuesto para este inopinado regreso juntar, en esta ocasión, a tres astros de la lírica («es que ahora no los hay», decía un aficionado en el entreacto) y, de modo algo sorprendente, ha hecho girar toda la publicidad sobre el elemento más frágil del mismo.

Y no porque Asmik Grigorian sea una cantante desconocida o del montón (al contrario, ella es la verdadera «estrella» de estas funciones, sobre todo por personalidad y carisma), sino porque el personaje femenino, en esta ópera, es el menos sustancioso. Téngase en cuenta, por ejemplo, que el autor, Verdi, mantuvo sus dudas con el título casi hasta el final: no sabía si nombrarla Otello o Jago, dada la preponderancia que los vértices masculinos de este triángulo dramático reflejan en todo el desarrollo de la ópera.

(…)

Alden renuncia a presentar a Otello como lo que es: un negro que, renunciando a sus orígenes, y a pesar de poner todo su talento al servicio de su nueva patria, no ha superado los prejuicios de la raza. Un héroe trágico atormentado por la maldición de su suegro (algo que se encuentra en Shakespeare, no en Verdi, pero que se supone que todo el mundo conoce porque ha leído al primero) al anunciarle la duplicidad de Desdémona, capaz de engañar con embustes al ser más querido.

Por el contrario, el director de escena nos los presenta como ese hombre vulgar que, en realidad, seríamos todos. Y para ello se vale de recursos tan zafios y absurdos como que, en medio de la definitiva discusión con su esposa, el prócer se acomode sobre el respaldo de una butaca como si fuera un mono.

No es despojando al vencedor del fiero enemigo musulmán de la grandeza de sus gestos (ya se llegará a eso cuando pierda definitivamente la razón en la escena de la delegación veneciana), vulgarizándolo, como empatizaremos con él: al contrario, son las contradicciones que afloran desde lo más recóndito de su alma noble, atormentada, con la gallardía externa, la fortaleza inexpugnable pero elegante, el arrojo de esa virilidad que sedujo a su joven y hermosa compañera, lo que hace aflorar su descarnada humanidad.

Ni tampoco aportan nada las apelaciones a ese simbolismo vacuo, como el del cuadro de una Madonna que aparece reiteradamente hasta concluir sirviendo como diana para solaz del lanzador de dardos, Jago (recurso pueril para reflejar la naturaleza de su instinto depravado), en una obra de un rigor en la construcción dramática que si de algo no precisa, precisamente, es de sugerencias o apuntes: aplicar todo el talento en resaltar las relaciones entre los personajes principales, y los secundarios, revelando la intensidad del drama, ya sería más que suficiente.

La ausencia de ideas interesantes en el montaje de Alden perjudica a la concepción de los personajes principales, algo que también se instaura negativamente en un canto extrovertido pero carente de matices, como es obvio en el caso de los intérpretes escogidos para Jago y Otello.

Gabriele Viviani, dotado de un noble timbre baritonal, recio y viril, pero sin demasiada variedad de colores, se empeña en sugerir a un Jago odioso desde el primer instante: ciertamente lo es, pero no por mostrarlo como sinónimo de la máxima encarnación de un ser repugnante a través de vulgares tics exteriores testimonio de su bajeza.

El catalizador de la acción es un taimado aristócrata del mal, que refina el odio para lograr su objetivo mediante detalles de una extrema sutileza, como revela la estratagema del pañuelo que llegaría a admirar hasta el barón Scarpia: «Yago tenía un pañuelo, yo un abanico…», dirá años más tarde.

Avaro en la expresión se mostró, también el tenor, debutante en el tremendo rol principal (quizá no era el teatro para abordar por primera vez este empeño, salvo que el Real se muestre al nivel de un teatro italiano de provincias).

Brian Jadge posee la voz: extensa, potente, bien proyectada… le falta todo lo demás, o sea, lo esencial: solo un actor de parvulario se finge ya borracho antes incluso de descorchar la botella. Pero lo peor viene de la expresión: una precaria dicción en italiano, un fraseo elemental, de principiante.

Basta un ejemplo para retratarlo: Otello tiene en su aria (arioso, monólogo, como se quiera) fundamental del tercer acto, «Dio, mi potevi scagliare», una piedra miliar de su compleja encarnación, desde la piedad hasta la desesperación.

El discurso debe cincelarse desde el inicio otorgándole el justo sentido a cada palabra, en una suerte de declamado para luego ir ganando en intensidad hasta el estallido final (en eso Gregory Kunde, el anterior Otello en esta producción, se revelaba como un maestro, forjado en el belcantismo).

A Jadge parece sobrarle ese inicio, en el que hay que paladear cada nota, sirviéndose de los acentos, para precipitarse hacia la conclusión que le permita lucir toda la potencia de su juvenil instrumento. Error típico de quien lo fía todo al fácil deslumbramiento de lo estentóreo.

Un estupendo material de partida le debería permitir profundizar mucho más en el texto, la adecuada expresión para llegar a encarnar, quizá algún día, a un sobresaliente Otello. De momento no es el caso, su superficial caracterización se encuentra prendida con alfileres. Falta estudio, penetración, paciencia…

Con mimbres tan frágiles todo parecía resuelto desde el inicio para lograr aquello con lo que el teatro parece conformarse, el triunfo de Desdémona, tercera en discordia. El público así lo certificó en los aplausos, otorgándole los mayores (dentro de una representación que transcurrió bastante fría hasta el final) a Asmik Grigorian, la señalada por la promoción.

Tampoco la soprano lituana es un dechado de dicción italiana: las palabras se le atragantan en ocasiones, pero al contrario que sus colegas masculinos ella intenta escapar de la trampa de Alden, el precipicio de la vulgaridad, para mostrar a una heroína vulnerable y frágil, pero plenamente consciente de la injusticia que la conducirá hasta su trágico desenlace, lo que le permite una cierta rebeldía que nunca vulnera ni sobrepasa los límites de la exquisita prestancia de una dama de su tiempo.

Grigorian aporta su timbre de suficiente belleza, el carisma, su absoluto dominio de la expresión corporal y algunos filados de buena cosecha para redondear una destacada Desdémona, dese luego nada que ver con las grandes de otro tiempo, digamos una Freni, una Dessì y hasta una Frittoli.

La suya es una merecida victoria que se verifica, en gran medida, ante la incomparecencia del rival. Aunque también se puede intuir que, si continúa profundizando en el rol, con otros aliados, llegará a reverdecer, quizá con más causa, los laureles de este previsible éxito.

El coro resultó muy adecuado en todas sus intervenciones, desde esa peliaguda inmersión en las procelosas aguas del inicio hasta el vibrante final del acto tercero. Y los secundarios brillaron a un óptimo nivel: el de Cassio es un rol ingrato que Airam Hernández resolvió sin apuros, como Casals, Sim, Radó y Skhoza en sus partes respectivas.

Al director musical, Nicola Luisotti, el «simple» público del Real (la expresión es de la propia Asmik Grigorian, que quizá quiso decir algo así como naïve, más que poco instruido) le tiene un gran afecto. Y así se lo demuestra siempre en los entreactos y saludos. El italiano no es ni un artista (Kleiber) ni un intelectual (Abbado), pero resulta un hábil concertador, un bien muy preciado en estos tiempos. Sabe perfectamente cómo conducir la nave del alado león a buen puerto, frente a las posibles tempestades.

Aquí, Luisotti, al frente de una apreciable Sinfónica de Madrid, se exhibió, como suele ser habitual en él, más entonado en el fragor orquestal de la tormenta que a la hora de revelar los remansos de lirismo que también se hallan entre las explosiones destinadas a asegurarle a Verdi un puesto de honor entre los sinfonistas.

Mantuvo en todo tiempo el control entre foso y escena; manejó con habilidad y rigor los complicados contrastes dinámicos en esta obra; acompañó con mimo a los cantantes y respetó, sobre todo, la fluidez del discurso en esta suerte de río caudaloso que desemboca finalmente en el mar, testimonio de la evolución de un autor que tuvo siempre muy claro hacia donde se encaminaba: un revolucionario a largo plazo que jamás renunció a incorporar en sus obras lo mejor de la tradición italiana.

César Wonenburger

Comentarios en la prensa: Otello, en el Teatro RealOtello de Verdi. Brian Jagde, Gabriele Viviani. Airam Hernández, Albert Casals, In Sung Sim, Fernando Radó, Asmik Grigorian, Enkelejda Shko. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Pequeños Cantores de la ORCAM. David Alden, dirección escénica. Nicola Luisotti, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 19 de septiembre de 2025.

Asmik Grigorian fue la gran triunfadora

La Razón (20/09/2025)

Otello, pobre reposición para abrir temporada en el Teatro Real

Un teatro que se precie debería abrir temporada con una producción propia o una coproducción. No cabe duda que el Teatro Real se precia y que  las temporadas de Joan Matabosch se encuentran entre las mejores de su segunda historia. Y el Real ha abierto con una coproducción… pero de 2016, con la que también abrió temporada y, no precisamente con buenas críticas. Escribí entonces “permítaseme ser desconfiado, porque se anuncia como nueva coproducción con la English National Opera y Estocolmo, pero en el primer sitio se estrenó en 2014 y en el segundo en 2015.

Difícilmente pudo tener tiempo el actual director artístico, desde su nombramiento a finales de 2013, para negociar una coproducción con ambos teatros. Huele mucho más a una posterior incorporación en la que se pone dinero pero no ideas”. De mi opinión sobre su presentación escénica no hay cambios: “resulta pequeña y pobre para un teatro como el Real, lo que también apunta a lo anterior. Está bien para la ENO, mucho más pequeña. Presenta un único escenario en una espacio público, un patio amurallado de pesante mampostería grisácea y ambiente lúgubre y claustrofóbico, en el que se desarrolla todo con cambios mínimos.

Tan pocos que hasta en ese patio ha de morir Desdémona, sin cama obviamente y sin la menor emoción. No hay por tanto lugar para la intimidad y ésta existe en “Otello”. Hay bastantes puntos discutibles, como la “blancura” del personaje, convertido en un musulmán converso al cristianismo sin que la escena revele el motivo. Yago, en el texto verdiano, lo califica como “moro”, que es algo bien distinto, pero ya estamos habituado –también hartos- a que nos cambien las cosas.

Que Yago y Otello se hagan hermanos de sangre, pase. Menos que se convierta a Roderigo en una especie de paseante en cortes. “El imperio musulmán yace sepultado en el mar” anuncia Otello en su primera aparición, pero la acción se desarrolla ahora entre las dos guerras del siglo pasado y lo que parece sepultado es el poderío veneciano. Escena pobre y provinciana”. Si el Real ha vuelto a acudir a ella, ¿podría ser porque las Administraciones Públicas hayan reducido aportaciones? En otra ocasión les contaré los líos del INAEM con el Auditorio Nacional y la Zarzuela.

Sin embargo, musicalmente es otra cosa desde el acorde inicial, de sonoridad atronadora, con una orquesta y un coro que Verdi habría ovacionado. Nicola Luisotti volvió a demostrar sus tablas líricas sabiendo crear ambientes, contrastando y apoyando a los cantantes. Foso y coros, que por cierto apenas cabían en el reducido escenario de la producción, irreprochables.

Brian Jagde, que venía de cancelar representaciones previas por el mundo, debuta como Otello y se nota. Le falta interpretar vocalmente, que las notas sean algo más que notas y, en consecuencia, transmitir. Posee caudal y proyecta los agudos, pero el centro y, sobre todo, los graves no tienen el mismo nivel. Por ello convence en el “Esultate” inicial, no puede con la gravedad de “Già il mio cor fremebondo  s’ammansa in quest’amplesso e si rinsensa.   Tuoni la guerra e s’inabissi il mondo”.

¡Qué contraste con el inmediato lirismo de “Se dopo l’ira inmensa, vien quest’immenso amor!”. Y tanto el “Dio mi potevi scagliar” como el “Ni un mi tema” final quedan faltos de emoción. Algunos colegas críticos se quejaban mucho, pero ¿quién puede hoy con el personaje? No llegué a escuchar al siempre referido del Monaco, pero sí a Jon Vickers, Plácido Domingo, Carlo Cossutta, Jonas Kaufmann, Gregory Kunde, etc. y a todos les faltó algo. ¡Lástima que Franco Corelli nunca lo abordó!

Totalmente ajustado y convincente el barítono italiano Gabriele Viviani, verdadero protagonista escénico en esta producción. Asmik Grigorian es una de las sopranos más cotizadas de la actualidad y demostró las razones tanto en su dúo inicial con el tenor, como en el “A terra! Si…” y, sobre todo, en la “Canción del sauce” y el “Ave María”, que fueron lo mejor de la noche y hasta en algunas frases y filados hicieron recordar a quien mejor ha cantado estas piezas: Montserrat Caballé.

Cumplieron los demás personajes, especialmente Airam Hernández como Cassio, Enkelejda Shkoza como Emilia e In Sung Sim como Lodovico. Todos aplaudidos con ovación de gala para Grigorian. Me dice alguien que estuvo en ensayos que no me debo perder a Maria Agresta. Les contaré.

Gonzalo Alonso

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