Crítica: Lorenzo Viotti con la OCNE, positivas confirmaciones
Positivas confirmaciones
Obras de Escaich, Strauss y Ravel. Gautier Capuçon, chelo. OCNE, Orquesta y Coro Nacionales de España. Lorenzo Viotti, director. Auditorio Nacional, 24 de octubre de 2025.

Lorenzo Viotti se presentó con el chelista Gautier Capuçon
Alto, enhiesto, elástico, bien conformado, Lorenzo Viotti (Lausana, 1990), hijo del también director Marcello Viotti (1954-2005), se mueve elegantemente, con gestos claros y armoniosos. Sus ademanes son sinuosos y ágiles y circula por la tarima con libertad. Brazos amplios y abarcadores que marcan, indican, sugieren y acompañan.
Una gestualidad diáfana y precisa que, impulsada por un criterio musical firme y lógico, logra conectar con la orquesta sin problemas, lo que facilita que el mensaje musical llegue sin dificultades a los instrumentistas y pueda ser percibido por el público.
No tuvo problemas Viotti en construir los meandros, idas y venidas, de la compleja composición de Thierry Escaich, que consta de tres movimientos enlazados entre sí. Se inicia con una rumorosa ondulación orquestal que recuerda al hermoso fluir del río Moldava que abre el poema sinfónico del mismo título de Smetana. Pero luego las cosas van por muy otro camino, como es lógico.
Siguiendo un lenguaje muy libre, contrastado, centelleante por momentos, con ráfagas y chisporroteos constantes, en los que participa desde dentro el solista, la partitura va creciendo sin dejar de lado algún que otro pasaje meditativo muy profundo.
Cabalgadas, sinuosidades, pasajes de extrema delicadeza se suceden, siempre en torno al protagonismo del solista, que contribuye a marcar caminos y a sondear la contraposición entre la luz y la oscuridad. Parentescos bartokianos, siniestros pasajes, contraposiciones tímbricas. Un rico y ameno tejido por el que se movió como pez en el agua Capuçon, certero, afinado, dominador de las más variadas dinámicas. Nos ayudaron a seguir y a entender esta música las estupendas notas al programa firmadas por Clara Sánchez.
Grandes aplausos para el compositor, presente en la sala y, naturalmente, para el solista, que nos obsequió al final con el solo de chelo de El Cisne de Saint-Saëns acompañado por la sutil arpa de Coline-Marie Orlac, instrumentista de la Nacional.
Quedaba la segunda parte en la que se contraponían valses de distinto signo: los bonancibles y nostálgicos contenidos en la Suite de El caballero de la rosa de Richard Strauss, en el arreglo de Artur Rodzinski, y el cliché negativo creado por Ravel en el poema coreográfico La Valse. Un mismo ritmo observado desde perspectivas históricas muy diferentes que en la interpretación que se reseña tuvieron adecuadas y por momentos muy logradas interpretaciones. Viotti conoce bien el entramado straussiano, pues no en vano hace años que está en contacto con Viena; y su Filarmónica.
El director, apoyado en su atractiva gestualidad, logró comunicarse con los músicos y extraer de ellos lo mejor, tanto en los momentos más espectaculares, así el de la presentación de la rosa, como en los más tiernamente líricos, el amoroso dúo Octavian-Sophie entre ellos.
Y se dejó mecer en el curso de los valses que evocan la figura del más bien ridículo barón Ochs. Algunos pasajes en fortísimo podrían haber tenido una mayor clarificación. Algo que echamos de menos también en la negativa pintura valsística de Ravel. Ese complejo entramado, esas constantes contraposiciones lumínicas, ese cierre rompedor y truculento quedaron un tanto borrosos. En todo caso, un buen concierto: confirmación de un director, conocimiento de un buen compositor vivo y actuación sobresaliente de un chelista.


























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