Crítica: Buen comienzo de la Euskadiko Orkestra
BUEN COMIENZO
Auditorio Kursaal. San Sebastián. 01.X.2025. Herminie de Hector Berlioz y Daphnis et Chloé de Maurice Ravel. Miren Urbieta-Vega, soprano solista. Coro Landarbaso Abesbatza, Dir: Iñaki Tolaretxipi. Euskadiko Orkestra. Stefan Blunier, director.

Stefan Blunier dirige el inicio de la temporada 2025/26 de la Euskadiko Orkestra
Con albricias ha de celebrarse el inicio de la temporada 2025/2026 de la Euskadiko Orkestra debido a un programa en el que el ars canendi tiene una promitente presencia donde se rinde homenaje al compositor francés Maurice Ravel al cumplirse el 150 aniversario de sus nacimiento en la aquitana localidad de Cibure, y además se llevó al escenario la cantata Herminie de Hector Berlioz.
La programación para este evento de la citada cantata – escasamente interpretada – contó con la participación de la muy importante soprano donostiarra Maite Urbieta-Vega, a quien el autor de estas líneas, ya en el año 1912, auguró el futuro que ahora se está cumpliendo. No será nada extraño que dentro de poco acometiera el tremendo rol de la pucciniana Princesa Turandot.
Herminie (que mana de una parte del poema épico La Gerusalemme liberata del contrarreformista Torcuato Tasso) obtuvo el segundo premio del Prix de Rome, en el mes juliano de 1828. Su primer movimiento -de los siete que tiene- constituirá la trabazón melódica y armónica que, en 1830, tendrá la explosiva Synfonie fantastique.
Urbieta-Vega llevó a cabo un trabajo en verdad encomiable durante los intensos veintitrés minutos que duró esta potente, compleja y muy alambicada obra. Su voz – rica en armónicos – llenó de luz el Auditorio Kursaal con momentos en que tensión fonal estuvo especialmente preñada de seguridad y técnica de administración del fiato, como fueron, a modo de ejemplo, el aria Arrête! Arrête! Cher Tancrède, en tiempo Allegro assai agitato en Fa mayor, y la Oración final Dieu des chretiens, toi que j’ignore. Su entrega no tuvo mácula alguna, a pesar de haber acometido este bélico empeño los dos días anteriores. ¡Soprano spinto habemus!
El coro Landarbaso Abesbatza no tiene el debido marchamo de agrupación sinfónica, sin embargo cumplió sin problema alguno cada una de las vocalizaciones y murmullos que Ravel marca en la synfonia choréographica cual es Daphis el Chloé, dividida en tres cuadros. Estamos ante una obra que siempre ha tenido más predicamento y presencia en el formato de ballet que en meramente instrumental. En ella, para el compositor vascofrancés, el coro tiene un protagonismo muy importante, hasta el punto de causarle un gran disgusto cuando el empresario Diáguilev lo evita al ser presentada en Londres en 1914.
Landarbaso Abesbatza debe mejorar su modo de estar en el palcoscénico. Sobran los movimientos danzantes en los coralistas o la búsqueda de afinación (por otro lado muy lograda) a través de un visible diapasón.
La Euskadiko Orkestra estuvo pletórica durante toda la presentación de las dos obras. Con Berlioz la cuerda mostró un bruñido empaste. Con Ravel, los primeros a quince, la sección de viento – madera y metal – y la percusión dejaron la impronta que marca el exigente caleidoscopio impreso en el papel pautado. Elegantes todas las puntuales presencias de las dos arpas. Como botón de muestra de ese buen hacer es justo señalar la Danza Guerrera del cuadro segundo.
El director suizo Stefan Blunier presentó una expresividad corporal un tanto peculiar, con gestualidades que pueden parecer, incluso, cómicas. En la lectura de las dos obras hubo claroscuros manifiestos, tal así fue el caso de no presentar el adecuado ensamblaje de sonoridad entre orquesta y coro en los momentos de máxima potencia, yendo en detrimento de éste. La valoración de notable le es adecuada.


























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