La Sinfónica de San Francisco encuentra la paz
La Sinfónica de San Francisco encuentra la paz
Músicos y dirección firman un acuerdo de supervivencia
En las últimas semanas se ha hablado y escrito con indignación y hasta crispación acerca de las polémicas y “disparatadas” reivindicaciones laborales y amenazas de huelga de los músicos de la Orquesta Sinfónica de San Francisco, una formación legendaria, que desde su fundación en 1911 ha sido titularizada por maestros como Pierre Monteux (1935-1952), Josef Krips, (1963-1970), Seiji Ozawa (1970-1976), Edo de Waart (1977-1985), Herbert Blomstedt (1985-1995), Michael Tilson Thomas (1995-2020), Esa-Pekka Salonen (2021-2025) o el donostiarra Enrique Jordá, quien fue su director musical entre 1954 y 1963.

Esa Pekka Salonen abandonó San Francisco por los conflicto laborales de su orquesta
Tras haber alcanzado un acuerdo de última hora la pasada semana, los profesores de la Sinfónica de San Francisco percibirán a partir de ahora un salario neto anual de 205.920 dólares (175.382 €). Una cifra astronómica desde la perspectiva europea, pero no si se considera que San Francisco es una de las ciudades más caras del planeta, que los impuestos en California son igualmente astronómicos, y que en Estados Unidos no existen prestaciones sanitarias ni salario de jubilación.
Tomarse una mísera cerveza en la pausa de un concierto en las sede de la Orquesta -el espacioso Davies Symphony Hall, con 2.743 localidades- cuesta la friolera de 16 dólares. Comer en un restorán, un ojo de la cara. Y así, todo. San Francisco es una ruina, y eso pese a que el dólar de Trump anda por los suelos. El salario medio de un policía local es 123.698 dólares.
Sin embargo, nada de esta crisis laboral -quizá cerrada en falso- asomó el viernes en el concierto que interpretó la orquesta de la mano del español Gustavo Gimeno y Javier Perianes como solista del Concierto para piano y orquesta de Grieg. La inmensa sala estaba casi repleta en el primero de los tres conciertos ofrecidos por los dos artistas españoles este fin de semana (3-5 octubre), con un programa que, además del Concierto de Grieg y el estreno absoluto de Market Street, 1920s, de Timothy Higgins (trombón solista de la propia orquesta, y de la Sinfónica de Chicago desde el pasado septiembre), incluía la Quinta sinfonía de Chaikovski.
A tenor de como sonó el viernes la orquesta y la entrega que se percibía en cada profesor, la calma se ha impuesto al conflicto tras la marejada reivindicativa. La muy renovada orquesta -en los tres últimos años se han incorporado 16 nuevos músicos- respira y transpira un ambiente propicio para recuperar y fortalecer la calidad artística que siempre ha marcado la que es una de las orquestas estadounidenses de mayor abolengo, con poco o nada que envidiar en este sentido a las “Big Five” (Nueva York, Boston, Chicago, Filadelfia y Cleveland).
Este acuerdo ha sido cuestionado sotto voce por determinados gestores estadounidenses, que lo consideran “inviable” económicamente a medio plazo en un sistema en el que la financiación de las orquestas es exclusivamente privada, basada únicamente en los ingresos de taquilla y en donaciones particulares.
En cualquier caso, ha supuesto el final del conflicto y disputa laboral que en los últimos años -desde la Pandemia del COVID-19- ha marcado el día a día de la Sinfónica de San Francisco, escenario de una prolongada y visible disputa laboral que ha puesto en carne viva no solo los retos financieros de las instituciones culturales en Estados Unidos tras la pandemia, sino también las aspiraciones de los músicos por recuperar condiciones que ellos consideran justas y dignas.
El conflicto arranca de los recortes sufridos durante la pandemia para “sostener la operatividad del organismo” y posteriores promesas no cumplidas por parte de la gerencia de la orquesta. Los músicos aceptaron entonces significativas reducciones salariales. Sin embargo, una vez superada la etapa más crítica, los salarios no han sido completamente restaurados al nivel pre-pandemia. A todo ello se sumó el hecho de que el convenio colectivo que regulaba las condiciones de los músicos expiró el 26 de noviembre de 2022.
Desde entonces, se han desarrollado largas y tensas negociaciones entre los representantes de los músicos (la poderosa American Federation of Musicians) y la dirección de la orquesta. El desacuerdo abarcaba también cuestiones como las pagas de beneficio, el liderazgo institucional, la programación artística y transparencia financiera. Los músicos también denunciaban que, a diferencia de los de ellos, los salarios del personal administrativo de la orquesta sí se han recuperado, “lo que para nosotros constituye una evidente discriminación”.
Este conflicto es un oscuro lugar común en la brillante pero precaria vida sinfónica de Estados Unidos, donde orquestas tan destacadas como Detroit, San Diego, Pittsburgh, Baltimore y hasta la del Metropolitan de Nueva York han visto amenazada su supervivencia por la falta absoluta de financiación pública. Esta orfandad del “papá-Estado” (o municipal o comunitario) late como soga en el cuello en la privadísima vida cultural -no solo musical- de los Estados Unidos.
Naturalmente, tan prolongado conflicto laboral también ha afectado al día a día artístico de la orquesta. De hecho, la partida de Esa-Pekka Salonen de la titularidad, en la temporada 2024-2025, no es ajena a la borrascosa situación que ha sufrido la orquesta en los últimos años. Un vacío que hoy urge cubrir, y para el que aún no se vislumbra candidato o “novio”. Ninguno de los que se han barajado hasta ahora ha llegado a cuajar.
Ahora, apaciguado (¿definitivamente?) el temporal, y con la orquesta rejuvenecida y estimulada por el acuerdo alcanzado, se hace imprescindible encontrar un titular que afronte este tiempo nuevo en la más que centenaria orquesta. Un acuerdo que se prolongará hasta noviembre de 2027, y que contempla un importante incremento salarial del 15 %, con revisiones bianuales, significativas mejoras en el plan de pensiones y beneficios en el seguro privado de salud, además de garantizar diez semanas de vacaciones retribuidas cada año.
En este laborioso acuerdo cogido con alfileres, la dirección de la orquesta reconoce que los músicos son “el corazón vivo de la organización artística”, mientras que para estos, “nuestra situación ejemplifica muchos de los retos que enfrentan las grandes instituciones culturales hoy en día: equilibrio entre preservación artística, justicia laboral y viabilidad económica”. “Lo logrado hasta ahora”, rematan, “representa un reconocimiento de muchas de nuestras reclamaciones, pero también deja claro que en escenarios de crisis los compromisos deben ir acompañados de transparencia, planificación y liderazgo claro”.
Mientras, la temporada 2025-2026 sigue su rumbo ajena a toda, armada con una retahíla de grandes nombres que da cuenta de la tradición y del presente de la Sinfónica sanfranciscana: Blomstedt, Canellakis, Gaffigan, Honeck, Măcelaru, Orozco Estrada, Runnicles, Van Zweden y Simone Young entre los directores, y solistas como Bronfman, Fujita, Gautier Capuçon, Seong-Jin Cho, Hamelin, Perlman, Thibaudet, Yuja Wang o Zukerman. Definitivamente, la crisis ha pasado. Por ahora…
A modo de coda, y para dar una idea de por dónde anda el multimillonario mercado de la música sinfónica en Estados Unidos, no está de más repasar el cachet de algunos de los grandes directores que allí dirigen. Gustavo Dudamel cobró en el 2020 en la Filarmónica de Los Ángeles la friolera de 3.010.589 dólares; Muti en la Sinfónica de Chicago, 2.716.488; Tilson Thomas en San Francisco, 2.492.623; Jaap van Zweden en la Sinfónica de Dallas, 2.206.908; Alan Gilbert en la Filarmonica de Nueva York, 1.645.865; Yannick Nezet-Seguin en la Orquesta de Filadelfia, 1.424.000; Andris Nelsons en la Sinfónica de Boston, 1.395.161, y Franz Welser Möst, 1.319.353 en la Orquesta de Cleveland.
En España, David Afkham llegó a cobrar 850.000 euros por temporada en la Orquesta Nacional. Una cifra a todas luces desorbitada en el mercado europeo, pero sí razonable en el estadounidense. Más proporcionado es el cachet en València de Mark Elder, el flamante director musical del Palau de Les Arts, quien percibirá 223.125 euros por temporada.


























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