Crítica: Emocionada timidez. La Orquestra de València en el día de su Comunidad
Emocionada timidez
CONCIERTO EXTRAORDINARIO: DÍA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA. Programa: Obras de Martín i Soler (obertura de El árbol de Diana), Palau (Concierto Levantino, para guitarra y orquesta), y Ravel (La Valse. Dafnis y Cloé, segunda suite). Orquestra de València. Solista: Ausiàs Parejo (guitarra). Director: Alexander Liebreich. Lugar: Palau de les Arts (Sala principal). Entrada: Alrededor de 1.490 espectadores (lleno). Fecha: jueves, 9 de octubre de 2025.

La Orquestra de València buscó la complicidad del público
Cumplió un año más la Orquestra de València su compromiso con el Dia de la Comunitat. En esta ocasión, con un programa que agrupaba composiciones de los valencianos Martín i Soler (obertura de El árbol de Diana) y Manuel Palau (Concierto Levantino, para guitarra y orquesta), con dos obras maestras de Ravel tan señaladas como el poema sinfónico La Valse y la segunda suite del ballet Dafnis y Cloé.
Como de costumbre y como marca la tradición, el programa se cerró con ese himno magistral y sin parangón que es el de la Comunitat Valenciana, compuesto por el gran zarzuelista suecano José Serrano y entonado por el público que abarrotó el Auditori del Palau de Les Arts en una exitosa jornada de festivo sabor popular marcada por el saber y buen hacer de una orquesta y maestro -su titular, Alexander Liebreich- que volcaron alma, talento y profesionalidad en tan redondo “concierto extraordinario”.
Después de una pulida y transparente lectura de la genial obertura de El árbol de Diana, bien enclavada por Liebreich en su naturaleza clásica, volvió a los atriles de la Orquesta de València el Concierto Levantino de Manuel Palau, que ya había sido interpretado por la misma orquesta en abril de 2022, entonces con José Luis Ruiz del Puerto como solista y la batuta de Ramón Tebar. Nada que ver aquella versión con la ahora escuchada, de muchos más quilates técnicos y artísticos.
El muy joven solista Ausiàs Parejo, de apenas 19 años, lució tablas, aptitudes, plenitud y criterio, y sacó oro de un obra que acaso solo atesore plata. La excesiva amplificación de la guitarra mermó magia y encanto a una interpretación en cualquier sobresaliente. Liebreich se implicó con generosidad y convicción en un acompañamiento cómplice y empático.
Luego, en la segunda parte, toda ella dedicada a Ravel, La Valse encontró una lectura más correcta que seductora. Faltó vuelo, fantasía, sensualidad y flexibilidad; sobró métrica y rigor. Bastante mejor resultó la versión escuchada de la segunda suite de Dafnis y Cloé, en la que orquesta y maestro dieron lo mejor. Desde los primer compases, con un Amanecer cargado de sugestiones y referencias onomatopéyicas, a la fastuosa Danza general final.
En medio, una sobresaliente recreación de la Pantomima y muchas destacadas intervenciones solistas, con los solos de flauta de Salvador Martínez a la cabeza. Gran concierto, con un Himno de la Comunitat coreado por el público con emocionada timidez. A veces, pasa.
(Publicada en el diario LEVANTE-EMV, el 10 de octubre)

























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