Crítica: Marina Rebeka en el Teatro de la Zarzuela, el acero no siempre es oro en el lied
Marina Rebeka en el Teatro de la Zarzuela, el acero no siempre es oro en el lied
Obras de Verdi, Tosti, Respighi, Cui, Chaikovski y Rachmaninov. Marina Rebeka, soprano; Marcos Madrigal, piano. XXXII Ciclo de Lied del CNDM y el Teatro de la Zarzuela. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 15 de diciembre de 2025.
Resulta sintomático de los tiempos que corren que una artista de la envergadura de Marina Rebeka, soprano a la que se le presupone una inquietud artística acorde a su estatus, decida presentarse en el ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela con el mismo programa que ya desgranó en el Palau de les Arts valenciano hace dos años.

Marina Rebeka en el Ciclo de Lied del CNDM Foto: Rafa Martín
Reciente su muy buena interpretación de “Lucrecia Borgia” en el Maestranza sevillano, comentada muy positivamente en estas páginas, quien escribe se sintió defraudado en esta ocasión. Bien es cierto que a los críticos nos sucede lo que a los artistas y, a veces, no tenemos nuestro día. Posiblemente fuera éste mi caso.
La excelencia vocal de la soprano letona se impuso con contundencia, pero la emoción brilló por su ausencia, sepultada bajo la técnica. Posee un instrumento de notable firmeza y homogeneidad; un timbre peculiar y una voz que corre por la sala casi insultantemente. Incluso me atrevería a calificar de agresivamente. Aunque su registro agudo no presenta problemas, la zona baja de su tesitura sí desigualdades y los graves resultan algo opacos. El lied se requieren mil matices de color en una sola frase y Rebeka tiende a confiar todo en su hermoso legato, pero a veces le faltó esa variedad que tienen los cantantes dedicados exclusivamente a este género y otras veces incluso bordeó el grito. No era necesario forzar, porque caudal tiene de sobra.
El programa constituía un viaje ecléctico por Verdi, Tosti, Respighi, Cui, Chaikovski y, como era de esperar tuvo sus mejores momentos en el repertorio ruso. En Chaikovski y Rajmáninov, la oscuridad natural de la escritura y el idioma permitieron que ese timbre metálico adquiriera matices más dolientes y hubo momentos de auténtica belleza. No corrieron la misma suerte las incursiones en el repertorio de Verdi -que no alcanza una altura equiparable al de sus óperas-, Tosti o Respighi, tratadas con una grandilocuencia fuera de lugar, sonando la voz a menudo sobredimensionada y evidenciando la dificultad de la cantante para aligerar un instrumento concebido para atravesar orquestas, resultando en una interpretación que careció del encanto y la sensualidad que estas partituras reclaman.

Marina Rebeka en el Ciclo de Lied del CNDM Foto: Rafa Martín
Acompañar a una voz de este calibre no es tarea fácil: si tocas poco desapareces, y si tocas mucho compites. Mathieu Pordoy, al piano, optó por una servidumbre eficaz, mostrándose atento y flexible, para poner contraste a tanta opulencia en las piezas en solitario, varios preludios de Cui y, especialmente, las de Respighi.
Pero llegaron las propinas y ahí surgió la gran Rebeka: el Bolero de las “Vísperas sicilianas” de Verdi, Vissi d’arte de “Tosca” y Ebben, ne andrò lontana de “La Walli” de Catalani. El público, que llena el ciclo y que cada vez parece más ávido de voces grandes que de estilistas puros, ovacionó como en los mejores tiempos. Era lógico. El sonido de Rebeka es impactante, y en vivo, su seguridad aplasta cualquier duda. Pero al salir a la calle Jovellanos, uno se quedó con la sensación de haber asistido a la exhibición vocal de una soprano a la que le faltaba tamaño de teatro. Gonzalo Alonso
























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