Comenzó a tocar el piano ya a los tres años, y a los siete ingresó en el prestigioso Curtis Institute of Music de Filadelfia, donde estudió con Isabelle Venguerova. Tras graduarse en 1946, completó su formación en la Universidad de Columbia, y perfeccionó su técnica y estilo con Rudolf Serkin y,  de forma informal, con Vladímir Horowitz. Ya entonces había iniciado su carrera concertística, que había despegado en 1946, tras el éxito cosechado con su impactante versión del Segundo concierto para piano de Rajmáninov, que tocó junto con la Orquesta de Filadelfia y Eugene Ormandy.

Fue el comienzo de una carrera espectacular. De éxitos y reconocimiento, basada en Estados Unidos, y en un inmenso repertorio, en el que los grandes compositores románticos ocupaban lugar privilegiado. Tres vertiginosas décadas de éxitos y grabaciones, como su célebre registro de Rapsodia en Blue, de Gershwin,  de 1979, con la Filarmónica de Nueva York, utilizado en la banda sonora de la película Manhattan, de Woody Allen. Otras grabaciones legendarias comprenden los Conciertos de Chaikovski (con Ormandy y Filadelfia), la Rapsodia sobre un tema de Paganini (Bernstein y Nueva York), o el Tercer concierto para piano de Prokófiev, con Szell y Cleveland.

Como músico integral, Graffman tampoco renunció a la música de cámara, que cultivó activamente en conciertos y grabaciones memorables, junto con dos cuartetos de cuerda tan punteros como el Guarneri y el Juilliard. Todo, conciertos grabaciones y carrera, quedó truncado a finales de los setenta, cuando sufrió distonía focal,  trastorno neurológico que afectó a su mano derecha, lo que -como en el caso de su colega Leon Fleisher- le forzó  a renunciar a sus giras como solista con dos manos.

A partir de entonces, Graffman se dedicó a interpretar repertorio escrito para la mano izquierda y a explorar -como décadas antes hizo Paul Wittgenstein con el Concierto para la mano izquierda de Ravel- nuevas obras encargadas especialmente para él. Así nacieron, de la mano de Graffman, composiciones de Ned Rorem, Daron Hagen y William Bolcom, ampliando de manera significativa este repertorio especializado.

En 1980 regresó al Curtis Institute of Music de sus orígenes. Ahora como profesor, donde había sido alumno. En 1986, seis años después, fue nombrado director, y, posteriormente, en 1995, presidente. Desde esa privilegiada posición,  desempeñó un papel fundamental en la consolidación de la institución como semillero internacional de talento pianístico.

Fue precisamente en el Curtis Institute donde forjó el pianismo de figuras como Lang Lang, Yuja Wang, Haochen Zhang o Lydia Artymiw. Su labor pedagógica se caracterizó por su enfoque individualizado, y por el empeño en armonizar la técnica pianística  con una profunda comprensión y visión artística del repertorio.

Su inmenso legado queda en la memoria de sus miles de recitales y conciertos, y en una discografía que documenta su pianismo virtuoso y cargado de criterio. También en su autobiografía, I Really Should Be Practicing, publicada en 1981, en la que relata su carrera,  visión artística y desafíos.

A lo largo de su dilata carrera recibió múltiples honores y doctorados honoris causa, así como premios de las ciudades de Filadelfia y Nueva York, y el Governor’s Arts Award del Commonwealth de Pennsylvania. Pero más allá de su virtuosismo técnico, Graffman será recordado por su curiosidad intelectual, humor personal, bonhomía y profundo impacto cultural y educativo que han marcado generaciones de músicos.

Justo Romero