Adiós a Salvador Chuliá, un ser de luz, humanista entre los músicos
Salvador Chuliá, cultivador, defensor y divulgador de la música española
La presente canícula está resultando, en las últimas semanas, fatalmente pródiga en la desaparición de valiosos seres humanos empeñados en hacer felices a los demás a través del cultivo de la música, en sus más variadas facetas. A las aún recientes partidas del pianista Joaquín Soriano, el director de escena Bob Wilson y el agente Gonzalo Augusto, solo en los últimos días, se suma ahora una nueva pérdida irreparable, la del compositor, pedagogo y humanista Salvador Chuliá. Su valiosa biografía constituye una referencia inagotable de la creación y la docencia en Valencia, y el resto de España, como atestigua su ingente obra, con casi mil referencias de prácticamente todos los géneros, y la amplia nómina de alumnos que ayer le lloraban a través de mensajes sembrados por las redes.

Chuliá fue un gran defensor de los compositores españoles, de Victoria a Turina
Entre los más destacados de los pupilos de Chuliá, se encuentra el gran pianista Jose de Solau que, ayer, aún bajo el shock de la pésima noticia, escribía en su muro de una red social, con un hondo rastro de emoción nada velada: “Con él se va no solo un gran músico, sino una forma de entender el mundo, la enseñanza, la dignidad, el rigor, la transmisión oral, la bondad del gesto, la sobriedad del saber y la alegría de vivir con música como centro y sentido“.
Quien ha sido capaz de dejar una tan honda impresión en un artista de la exquisita sensibilidad de De Solaun, tuvo por fuerza que estar necesariamente adornado por muy acreditadas, excelsas virtudes. Salvador Chuliá atesoró no pocas, desarrolladas en el tiempo a partir de su nacimiento, el 19 de mayo de 1944, en Catarroja, provincia de Valencia.
Empezó sus estudios musicales en el seno familiar (sus propios hijos han heredado la profesión), con su tío y en la Societat Musical L’Artesana de su pueblo natal. Se formó en los conservatorios de Valencia y de Murcia, con los maestros J.M. Cervera Lloret, José Roca, Ernesto Pastor y M. Massotti Littel, entre otros, hasta obtener la titulación superior en saxofón, armonía, contrapunto y fuga, orquestación, composición y dirección de orquesta.
Inspirado en la música de su tierra, que lo fue todo para él, en 1973 ya compuso el poema sinfónico para banda Paisajes Valencianos, donde se escribe un paseo por L’Albufera y otro por la muntanyeta de Santa Ana, recuerdo de su infancia. Fue la antesala para una prometedora integral sinfónica, menos conocida de lo debido, que se inició la Sinfonía Nº 1 en do mayor, concebida en el mismo año, dividida en tres movimientos.
Desde 1978, Chuliá ejerció como profesor de armonía y composición del Conservatorio Municipal de Música José Iturbi, de Valencia, del que se convertiría en director en 1992, hasta su jubilación en septiembre de 2014. Entre sus muchas, variadas y sustanciosas obras de cámara destaca su quinteto para viento Iberbrass Suite, escrito en 1998.
Su Sinfonía Nº 2 (titulada Tercer Milenio) fue compuesta para banda sinfónica, en 2003. Obtuvo el Primer Concurso Internacional de Composición para bandas sinfónicas, convocado por el Ayuntamiento de Torrevieja. Un año después, aparecería la Sinfonía Nº 3 (Valentina), elegida como pieza obligada en la sección de honor del Certamen Internacional de Bandas Ciudad de Valencia, celebrado en 2005.
La Sinfonía Nº 4 (Mediterránea), escrita en 2008, surgió fruto de un encargo de la Orquesta de Valencia, que la estrenaría el 8 de octubre de ese mismo año bajo la dirección de Enrique García Asensio. Fue pensada como un homenaje a Salvador Giner, figura clave de la vida musical valenciana del pasado siglo, en el 175 aniversario de su nacimiento.
En su faceta de director, Salvador Chulià colaboró con solistas de renombre. De su relación profesional, convertida en amistosa, con el gran trompetista Maurice André, surgiría un concierto grabado por el propio instrumentista, uno de los escasos, valiosos registros del maestro valenciano. Fue un encargo del Ayuntamiento de la capital gala para la final del Concours Internationaux de la ville de París de Trompeta. Fantasía concertante para trompeta y orquesta se estrenó con el Ensemble Orchestral de Paris, bajo la dirección de Kirill Karabitsen, en la Salle Gaveau. Recibió los mayores elogios de la la crítica parisina.
En su amplia, diversa y prolífica labor interpretativa, Chulià dirigió coros, bandas y orquestas en España, Francia y Alemania. Fundó y dirigió el grupo Metales Catedralicios de Valencia, al frente del cual pudo estrenar muchas de sus obras. Además creó, y dirigió, la Banda y Orquesta del Conservatorio Municipal José Iturbi de Valencia.
Al mismo tiempo, las piezas que integran su vasto y exigente catálogo musical han sido estrenadas e interpretadas en todo el mundo. El pianista Sergio Sapena elaboró un libro sobre su vida y obra, que descubre aspectos nunca antes revelados, como la dedicatoria de su maestro, Manuel Massotti Littel, en su Tratado de Contrapunto y Fuga, que dice así: “A mi mejor alumno hasta el día de hoy (1979).
Chuliá obtuvo numerosos galardones, como el Paterna 1974, Joan Senent Ibáñez de Valencia 1977, Nacional de Onda 1981, Villa de Almusafes 1984 o el Premio Vinatea por su trayectoria en el campo de la docencia, composición y dirección, en 2002. Y fue autor, además, de relevantes tratados de Armonía, así como de multitud de artículos sobre música.
Sus hijos han continuado su legado. Salvador Antonio Chulià Ramiro (1971-1989), prometedor estudiante de percusión, murió víctima de un accidente de tránsito. Ernesto Chulià Ramiro (1974) es intérprete de fiscorno y trompeta, que estudió con el amigo de la familia, Maurice André. Vicente Francisco Chulià Ramiro (1984) continúa la saga como compositor y director de orquesta.
Salvador Chuliá defendió, sobre todas las cosas, su manera franca de apreciar la música, como un medio espontáneo para alcanzar la comunicación entre los hombres a través de la depurada expresión de la belleza, de la búsqueda (disciplinada, basada en el conocimiento y la práctica), de esa emoción genuina, el chispazo casi primigenio que ilumina al ser humano manifestándole su grandeza y, a la vez, situándolo de frente ante potencias superiores que lo amparan y le dan sentido a su ser (era una gran creyente, lector voraz, constante y apasionado de Santa Teresa y San Juan de la Cruz).
Uno de sus más distinguidos alumnos, Josu de Solaun, ahondaba ayer aun más en su recuerdo: “Maestro de maestros, su legado es inmenso, aunque muchas veces silencioso, casi secreto, como una corriente subterránea que sigue alimentando raíces invisibles. Fue uno de los últimos grandes representantes de una estirpe musical y pedagógica que ya apenas existe en nuestros rudos y frívolos tiempos… Nos deja la música, sí. Pero más aún: la manera de mirarla, de enseñarla, de vivirla. Con firmeza. Con ternura. Con verdad. Gracias, Don Salvador. Por tanto. Por todo. Por siempre. Estará seguro con su querida Mari Carmen y su adorado Salva”.
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