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Por Publicado el: 10/10/2013Categorías: Crítica

ANTONINI EL CERTERO

ANTONINI EL CERTERO

 Coro y Orquesta Nacionales de España

Obras de VIVALDI, GLUCK, TORELLI y HAYDN. Ensemble Barroco de la Orquesta Nacional de España. Dimitry Sinkovsky (violín). Dir.: Giovanni Antonini. Auditorio Nacional de Música, Madrid.

No siempre las aguas se reconducen a su cauce, pero aquí sí ha sucedido. Josep Pons, entonces director artístico, y Ramón Puchades, entonces director técnico, plantearon hace dos años la posibilidad de que la Orquesta Nacional tuviera un nuevo director titular, el joven germano David Afkham, y un principal director invitado, el milanés Giovanni Antonini. El ministerio de Cultura frenó en seco la operación, pero la habilidad y mano izquierda del nuevo gestor de la OCNE, Félix Alcaraz, consiguieron recuperar tanto la opción de Afkham en la nueva titularidad del conjunto como la candidatura de Antonini para un ciclo de música barroca, que se ha iniciado este fin de semana.

La Nacional, durante la década de Pons, no sólo ha adquirido una solidez técnica formidable, sino que se ha convertido en un conjunto camaleónico, capaz de interpretar con la misma eficacia el sinfonismo de Beethoven, Brahms o Mahler, que las obras de Friedrich Cerha –la última “Carta Blanca” a un compositor-, Golijov o Cristóbal Halffter, o las páginas del barroco con especialistas indubitados, como Ton Koopman, Paul McCreesh o el mismo Antonini.

La enésima prueba de esta etapa áurea de la formación ha sido el primer concierto de su nuevo “Ensemble Barroco” –a la vuelta de la esquina la presentación  del “Ensemble de cuerda”, el 31 de octubre-, refrendando además lo atinado de contar con el fundador de “Il Giardino Armonico”. El artista confeccionó un preciso, certero y cuidado programa, cerrado con una elocuente y divertida -la partitura lo pide- “Sinfonía de los Adioses” de Haydn, la 45 del autor, y guiado en buena medida por el concertino y solista de violín invitado, el ruso Dimitry Sinkovsky, de activa y danzante presencia escénica, que alcanzó el grado de lo inefable en el Largo del Concierto en Re menor, RV 242, de Vivaldi.

Antonini hizo filigranas de dinámica y acentuación en la selección del ballet “Don Juan” de Gluck, y de nuevo junto a Sinkovsky narró con sutil emotividad “El llanto de Ariadna” a través del Concierto de ese nombre de Torelli. Unas modélicas y chispeantes notas de programa de Javier A. Vizoso remataron la calidad de una sesión signada por el entusiasmo de la audiencia. Mejor comienzo, imposible. José Luis Pérez de Arteaga

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