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Por Publicado el: 15/10/2025Categorías: En vivo

Crítica: Adecuación, expresión, musicalidad. Christian Gerhaher canta Schubert en el Círculo de Cámara

ADECUACIÓN, EXPRESIÓN, MUSICALIDAD

Lieder de Schubert. Christian Gerhaher, barítono; Gerold Huber, piano. Círculo de Cámara. Teatro Fernando de Rojas, Madrid, 12 de octubre de 2025.

ADECUACIÓN, EXPRESIÓN, MUSICALIDADLieder de Schubert. Christian Gerhaher, barítono; Gerold Huber, piano. Círculo de Cámara. Teatro Fernando de Rojas, Madrid, 12 de octubre de 2025.

Christian Gerhaher y Gerold Huber ofrecieron un recital expresivo en torno a Schubert (foto de archivo)

La séptima temporada del Círculo de Cámara que se desarrolla en el Teatro Fernando de Rojas, se ha abierto con un muy sustancioso concierto dedicado a Schubert, un compositor que va a estar muy presente en varios de los quince conciertos previstos. Un compositor cuya presencia siempre hay que celebrar sobre todo cuando se cuenta con los intérpretes adecuados. Y pocos tan próximos al músico vienés en lo que toca al campo liederístico como el barítono Christian Gerhaher (1969), que ha vuelto a poner de manifiesto que es uno de los mejores servidores de la música vocal del vienés.

El cantante es, ya se sabe, un barítono lírico de extrema musicalidad, que ha seguido la línea de los más grandes liederistas de la historia reciente, como Dietrich Fischer-Dieskau o Elisabeth Schwarzkopf. La voz ha madurado, se ha oscurecido ligeramente y mantiene las características conocidas: buen apoyo, ligereza y facilidad emisora, extensión suficiente, atractivo colorido, igualdad. Es manejada con una técnica a prueba de bomba que permite un abuena administración de los reguladores, cantar en piano sin perder timbre y disponer de un amplio recorrido de matizaciones, reproducir pasajes en semiparlato, atacar los no frecuentes agudos con soltura y descender a la zona grave sin problema.

Todo ello practicado de forma discreta, nada espectacular, pero siempre con la expresión más adecuada sirviendo una línea muy depurada y cercana. Buen comunicador, que parece sentir la emoción emanada de estos pequeños y a veces concentrados dramas que son las canciones schubertianas. Partiendo de estas características, condiciones y modos, Gerhaher maneja a voluntad las dinámicas y se introduce con facilidad en la música, que nos llega así comprensible y próxima.

Ahora bien, esa facilidad, esa flexibilidad vocal está frecuentemente tasada porque el barítono va regulando constantemente su prestación y canta y expresa con mucha frecuencia a medio gas, permítasenos la expresión. Así lo hizo a lo largo del concierto, sobre todo en los lieder iniciales titulados (en castellano) El tilo deshojado D 514, El joven junto a la fuente D 300, El muchacho ciego D 833 (donde practicó un hábil parlato), o Liana D 298.

El empleo del falsete o falsettone, el cuidado de las medias voces marcaron una pauta que nunca se abandonó del todo. Poco a poco fue entregándose y dotando de más carne a los lieder siguientes, de contenido más dramático si duda. Y vinieron interpretaciones más intensas que no restaron ni un ápice de musicalidad al empeño.

Especial nervio y calor tuvo la Canción del adiós el marinero D 910, expuesta a toda mecha; finura y elegancia la Canción del cazador prisionero D 843. Enorme frescura y concentración para Elogio de las lágrimas D 711; fuerza y vigor en Energía vital D 883, en donde Gerhaher mostró como con buen apoyo la voz circula y se mantiene rotunda en la zona superior. Con una expresividad fuera de duda. Todos los accidentes, matices, sustancia musical, íntima o extravertida fueron servidos, cada vez con menos prudencia, por el barítono, siempre noble, expresivo y cercano.

El concierto se cerró en belleza con Canto del cisne (Schwanengesang: “Así se quejaba y cantaba, con el temor de la aniquilación y la alegría de la transfiguración, mientras la vida huía de él ¡Este es el significado del canto del cisne!”). Título como se sabe dado también al último ciclo del compositor compuesto de 14 canciones.

Muchos cálidos y lógicos aplausos del público que abarrotaba el Teatro Fernando de Rojas. Y un jacarandoso regalo final: la sandunguera y refrescante Seligkeit (Felicidad). Con Gerhaher actuó, no podemos olvidarlo, su acompañante de tantos años, el pianista Gerold Huber. Como siempre en él, musicalidad, matización, colaboración, calor y fraseo cordial.

Arturo Reverter

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