Crítica: De la Parra, “Novena” en El Escorial, debut sinfónico con esperanza
De la Parra, “Novena” en El Escorial, debut sinfónico con esperanza
Novena sinfonía de Beethoven. Serena Sáenz, Judit Kutasi, Andrés Moreno, Matthias Goerne. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Javier Carmena, dirección coro. Alondra de la Parra, dirección musical. Teatro-Auditorio San Lorenzo de El Escorial, 23 de diciembre de 2025.

Alondra de la Parra dirige la Novena en El Escorial
El Teatro-Auditorio que, en San Lorenzo de El Escorial, construyese Alberto Ruiz Gallardón -una muestra más, como el soterramiento de la M30, Madrid Río, el Matadero, el traslado del Ayuntamiento de Madrid a Cibeles o tantas otras obras que ahí tenemos los madrileños como muestra de una actividad política positiva con miras al futuro y no sólo al presente- se va a enfrentar a una nueva etapa.
Cierto es que Alondra de la Parra ha dirigido ya en este teatro un concierto hace unos meses con músicas latinoamericanas, pero ahora ha llegado su auténtico debut. Habría que remontarse a los tiempos de Lola Rodríguez Aragón, cuando la ilustre cantante y profesora compaginó la dirección artística de teatros, la Escuela Superior de Canto y el Coro Nacional para encontrar otra mujer, como ahora la mexicana Alondra de la Parra, con tanto poder en la vida musical madrileña.
La directora mexicana es directora titular de Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid, donde puede presumir de dos logros importantes: la asistencia a los conciertos de la ORCAM parece haber remontado, con un incremento del 17% en los abonos y la dotación presupuestaria para sus actividades ha aumentado en un nada desdeñable 60%. Pero además, Alondra de la Parra es ahora también responsable de la dirección artística del Auditorio de San Lorenzo del Escorial y del festival que allí se celebra todos los veranos.
Ha sido un reto empezar esta andadura con la Novena beethoveniana. No hay que indagar mucho para entender por qué la que fuera la última sinfonía de Beethoven ha quedado asociada con un potente mensaje universal vinculada a su movimiento final, la Oda a la alegría de Friedrich Schiller. En ella se incide una y otra vez en la hermandad de los seres humanos, y la música que la acompaña se ha convertido desde 1985 en el himno de la Unión Europea.
La ORCAM no posee la numerosa plantilla orquestal con la que hemos escuchado otras veces esta partitura ni, para que ocultarlo, la calidad de otras agrupaciones, no ya europeas, sino españolas, como las de la OCNE, el Teatro Real o el Palau de les Arts. De ahí que tampoco fuese cuestión de pedir peras al olmo en este concierto, en el que en cambio sí se vio reforzado el coro, que alcanzó un nivel sobresaliente en todas sus cuerdas.

Saludos finales
De la Parra ofreció una lectura más bien ligera -14,14,14,23 minutos- que empezó con cierto deslavazamiento inicial, no en vano el primer movimiento quizá sea el más difícil de ejecutar de los cuatro, para luego ir recuperando empaste hasta alcanzar una muy correcta lectura del tercero y explotar en el cuarto, aunque en sus notas iniciales se pudiese observar lo apuntado anteriormente, por la cierta falta de contundencia en su ataque.
Cumplió el cuarteto solista, con la mezzo Judit Kutasi tan casi inaudible como habitualmente, una muy correcta Serena Sáenz pero un punto demasiado ligera para la parte, la sorpresa del tenor mexicano Andrés Moreno, de voz sólida y la sorprendente participación del admirado liederista Matthias Goerne, algo nervioso, con algunos problemas por arriba y sin esa deseable sonrisa en la boca al empezar su exaltación que debe iluminar toda su intervención.
El éxito, con una sala prácticamente llena, fue indiscutible. Muchos minutos de ovación y vítores. Lo que ahora hace falta es que se cumpla la esperanza que muchos tenemos -especialmente quienes estuvimos implicados en la construcción del Teatro- y que tanto el complejo como el Festival de Verano recuperen la filosofía para la que fueron creados y, como ejemplo, El Escorial se convierta como el centro de peregrinación para el mundo del Don Carlo de Verdi. ¡Ojalá!

























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